LITERARTOBER 2022: Invocación
-Ya es la hora- dijo Alicia con solemnidad, las otras dos
chicas asintieron y fueron a por la que esperaba fuera del baño.
Nada más entrar, le quitaron la capucha, mostrando una cara
desconcertada. Las luces estaban apagadas y la estancia apenas se iluminaba con
las velas que llevaban las otras tres chicas en sus manos.
-Celia, se te ha convocado a esta prueba de valor para que
todas determinemos si eres digna de pertenecer a nuestro grupo. Todas nosotras
lo hemos hecho en el pasado, así que es obligatorio si de verdad quieres que te
consideremos una igual- explicó Alicia y la nerviosa muchacha asintió-. Bien,
te voy a contar la historia de María, ella era una chica como nosotras, más o
menos de nuestra edad, que venía a este instituto. La hermana de Mónica iba a
clase con ella y a veces salían juntas por ahí. Ella nos contó que un día como
cualquier otro estaba en clase y pidió ir al baño con urgencia porque le había
bajado, la profesora al final le concedió el permiso y ella se fue pero, llegó
el final de la clase y no volvía del baño, les pareció extraño, pero no fue
hasta que alguien visitó el baño que se enteraron de la verdad y su alarido de
terror se oyó por todo el pasillo- narró con voz lúgubre e hizo una pausa
dramática-. María fue encontrada en un charco de sangre, apuñalada y con la
cara cortada en forma de sonrisa. Desde entonces, muchas chicas la han visto
merodear en el reflejo del espejo, su alma sigue atrapada en el instituto, pero
si de verdad quieres verla, tienes que cerrar los ojos y en este mismo baño dar
tres vueltas y en cada una dices “Ven a mí, María y cuéntame cómo moriste”, así
se realiza la invocación, así deberás hacerla.
Celia asintió temblorosa, impresionada por la historia, y
una de las chicas le tapó los ojos.
-Bien, empezamos, da vueltas y di las frases, no puedes
interrumpir el ritual o María te perseguirá hasta ponerte su sonrisa.
Aquello la sobresaltó, cogió aire y pensó que solo era una
estúpida prueba con una estúpida historia que se habían inventado y ella se
moría de ganas por ser una de las suyas, o al menos que la dejasen de molestar
en los pasillos. Empezó con la primera vuelta.
-Ven a mí, María y cuéntame cómo moriste.
Segunda vuelta.
-Ven a mí, María y cuéntame cómo moriste.
Y tercera.
-Ven a mí, María y cuéntame cómo moriste.
Mientras se quitaba la venda de los ojos, unos gritos a su
espalda le helaron la sangre y, cuando por fin vio qué le rodeaba, las tres
chicas yacían en el suelo, en un enorme charco de sangre con sus caras
cortadas. En una esquina, una silueta de ojos muy abiertos y una sonrisa de
oreja a oreja cortada en su rostro, le mantuvo la mirada.
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