LITERARTOBER 2022: Grimorio

 


La lluvia rozaba con frío cariño los cristales de la pequeña habitación donde había ido a parar. Si le hubiesen dicho que iba a pasar tan siquiera por un lugar como aquel, habría mandado encerrar a cualquiera por loco, no entendía cómo sus pasos habían llevado allí a alguien como ella y en cuanto vio aparecer por la puerta a la bruja, su corazón albergó aún más dudas.

No podía ser ella, esperaba una jipi de pelo encrespado y sucio, con collares muy largos, pañuelo de monedas o algo así, al menos es la imagen que te venden en la tele. En su lugar había una mujer algo más joven que ella, con piercings, tatuajes, ataviada por entero de negro y con un collar de pinchos.

-Tú sin embargo sí eres una clienta más o menos común- repuso la susodicha, como adivinando lo que significaba el escrutinio de su mirada.- ¿A qué has venido?

La aludida se recompuso y comenzó a narrar las idas y venidas de su marido, lo mucho que le preocupaba a ella perder su estatus y lo insegura que se sentía con todas las mujeres que se le acercaban. Estaba más que segura que todas ansiaban su posición y desconocía si estaban haciendo méritos para lograrlo.

-¿Entonces qué es lo que buscas de mí?

-Quiero que le ligues a mí o algo así, que le vincules de tal manera que no pueda marcharse de mi lado nunca. No sé, un hechizo de amor, o lo que sea que tengas, pero lo que no quiero es que se separe de mí. Él es mío, no de ninguna de esas zorras.

La mujer fue a la estantería del fondo y trajo consigo un grimorio bastante antiguo, lo abrió y pasó varias páginas hasta dar aparentemente con la que buscaba, pero antes, tendió una mano pedigüeña a su interlocutora.

-Por adelantado, por favor, serán ochocientos- pidió, segura de que sino no la pagaría.

Ante esas palabras, la otra arqueó una ceja con sorpresa, pero accedió con desgana pensando que más le valía ser bueno, no acostumbraba a dedicar esfuerzos en malas inversiones.

Nada más guardar el dinero a buen recaudo, la bruja puso sus manos a ambos lados de la mesa, con los brazos en tensión y echó la cabeza para atrás, pronunciando unas misteriosas palabras. Para asombro de su clienta, la tinta de sus tatuajes se volvió de un rojo brillante, desprendiendo luz de ellos, al igual que de sus ojos, ya que pudo jurar que se iluminaron y la miraron vacíos. Lo peor fue cuando le entró una especie de temblor, cayó en su silla y comenzó a sangrar de sus tatuajes, se asustó tanto al verlo que salió corriendo por la puerta.

Cuando dejó de temblar, cogió un pañuelo para retirarse la sangre y rio entre dientes pensando en la sorpresa que se iba a llevar al enterarse de que estaba embarazada aunque, mayor sería después del parto, al ver que el niño no será humano.


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