Writober Literart: Música
Era una tranquila tarde de otoño, con el clima idóneo para
tomar un chocolate frente al fuego de nuestra nueva chimenea. La mudanza había
sido agotadora, pero por fin estábamos instalados definitivamente.
Fui a buscar a mi pequeño a su cuarto para que me acompañase
y charlásemos un poco, desde que habíamos llegado que estaba mohíno, atípico,
así que ya que estaba todo en su sitio, había que recolocar nuestras vidas y
quizás tener una pequeña charla acerca de los motivos por los que habíamos
cambiado de vivienda.
Subí las escaleras mientras le llamaba para que se acercase
al pasillo, pero no parecía prestarme atención. Fue en ese preciso instante
cuando escuché una melodía, que parecía provenir de una caja de música y
parecía salir del desván. Supuse que estaría a su aire, jugando con algún
chisme de los suyos, así que no iba a responderme así como así, ya que solía
abstraerse con facilidad. Me encaramé a la incómoda escalera de mano con
resignación, avanzando con cierta dificultad hasta llegar a la penumbrosa
estancia, apenas iluminada por discretos rayos del sol que llegaban a entrar
por una diminuta ventana.
Lo encontré de espaldas, en medio de la estancia y encorvado
sobre el objeto que emitía la melodía que ahora reinaba en la estancia,
envolviéndolo todo. Un escalofrío recorrió mi espalda, no tanto por verle en
una postura y actitud extrañas, sino por el frío que repentinamente se había
adueñado del lugar. Le llamé nuevamente, pero no me escuchó, así que traté de
tocarle el hombro para llamar su atención en lo que la melodía se ralentizaba y
entonaba de forma anómala.
Él giró su cabeza de manera imposible, luego el resto de su
cuerpo como si nada hubiese sucedido y me dirigió una mirada vacía, muerta, que
me paralizó. Fue en ese momento cuando un movimiento me hizo desviar la mirada
hacia la caja que sostenía entre sus manos, que tenía un espejo en el cual pude
ver a mi niño, golpeándolo desesperado por salir de allí.
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