Writober Literart: Flores
El invernadero era el lugar que más me gustaba de la amplia
casa a la que nos habíamos mudado. Nunca soñé en tener un espacio así, simplemente
era perfecto, te hacía rodearte de la naturaleza justa para ser hermoso y estar
en paz mientras podías degustar un buen té o deleitarte con las páginas de un
buen libro.
Solía plantar flores de distintos colores y tipos,
prácticamente se podía decir que las coleccionaba, cuanto más extrañas, mejor;
por eso me emocioné tanto cuando mi esposo me regaló unas tan exóticas tras su
último viaje. Les busqué un lugar con rapidez, eran tan bellas que escogiera el
que escogiese destacarían sobre las demás. Entonces me embriagué de su perfume,
aspirando profundamente y despertando con ello una sonrisa a mi esposo.
-¿Por qué no le dedicas un tiempo a la lectura y te voy a
preparar un té entretanto?- me sugirió.
Por supuesto acepté la tentadora oferta, emocionada por el
regalo y por el plan de aquella tarde.
-Te cierro la puerta, querida, voy a poner música y así no
te distraeré.
-Muchas gracias, querido, eres muy atento- le sonreí
mientras él se marchaba.
Me acomodé entonces en la silla y abrí aquella obra
literaria mientras el aroma de las flores me acompañaba, amenizándome el viaje.
Después de pasar unas páginas, no pude evitar distraerme
dado que empecé a toser, al principio de forma espaciada y más o menos suave,
pero cada vez fue a peor. Tras esto, vino la falta de aire, por algún motivo
que se me escapaba no sentía que hubiese suficiente en la estancia, así que me
dirigí a trompicones a la puerta. Traté desesperadamente de reunir al menos
algo de aire mientras intentaba aún con más desesperación abrir aquella maldita
puerta, que parecía estar atrancada desde fuera.
Desesperada y a punto de perder mis fuerzas, cogí la silla
para tratar de golpear la entrada con ella, pero fue en vano, acabé tendida en
el suelo, sin apenas poder respirar, boqueando como un pez. Me prometí entonces
atormentar a mi marido por el resto de sus días.
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