LITERARTOBER: Dolor
Voy a la cama por costumbre, no porque vaya a dormir, desde
el accidente me resulta imposible, las pesadillas me arrebatan cualquier
posibilidad de descanso y la angustia me atenaza la garganta.
¿Miedo? No es miedo en realidad, no hay miedo cuando ya no te
queda nada por perder, nada salvo tu vida y, cuando hay tanto sufrimiento,
hasta deseas que la dama de negro venga a buscarte. No temo por los ladrones
nocturnos, no temo por lo que pueda sucederme mientras duermo, no, más bien he
llegado a un punto en el que padezco la vida solo por haber sobrevivido.
Siento que se acerca la hora, es entonces cuando mi pulso se
desboca, como cada noche ya que vivo en un bucle que nunca termina, en una
pesadilla continua. El reloj marca las 00:37, aquel fatídico momento de hace
dos meses, así que ya sé lo que viene.
Primero son los pasos, el correteo en el pasillo que me
eriza la piel, luego los golpes en la puerta, el toqueteo de la manilla hasta
que por fin cede, instante en el que asoma su cabeza.
-Tengo miedo ¿puedo dormir contigo?- siempre me dice lo
mismo, siempre con esa voz, como si nada hubiese pasado.
Cuando vas a ser madre, todo el mundo comenta sobre las
maravillas de la experiencia, nadie te prepara nunca para el dolor que supone
ver morir a tu hijo, mientras te sientes impotente y culpable. Pero, lo que es
aún peor, nadie te prepara para verlo asomar por tu puerta cada noche con la
misma apariencia de su último instante en la tierra, incluso cuando faltaban
partes de su cráneo.
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