LITERARTOBER 2021: Cuervo
Primero fue la detención, la sorpresa en las caras de mis seres queridos ante las acusaciones, le siguió un doloroso interrogatorio, día a día, latigazo a latigazo, hasta que dije un par de nombres, cualquier cosa por la prometida libertad. Lo lamentaba por esas personas, pero ya no podía soportarlo, nunca había imaginado que uno podía sentir tanto dolor sin desplomarse en el suelo.
Fue un engaño, mi libertad nunca fue una opción, jamás se
les pasó por la cabeza, pero a esas alturas me había aferrado al miedo, al
terror de no sobrevivir, de nunca volver a ver a los míos, de besar a mi madre
o abrazar a mi padre, de irme para siempre por un mísero error. En la celda
maldije mi suerte y me dije una y otra vez que tenía que averiguar quién había
firmado mi condena, sin embargo mientras era arrastrada, humillada públicamente
me dije que quizás solo fue otra alma torturada con miedo a irse de este mundo
por la fuerza.
Me ataron a una enhiesta cruz de madera, donde el alboroto,
el griterío, los insultos, desprecios y agresiones llenaron el ambiente,
cargándolo como si de una tormenta eléctrica se tratase, después poco a poco la
gente se fue yendo a sus casas, dejando paso a la calma que nos acompañaría
mientras nuestras carnes se secaban al sol, mientras este quemaba nuestras
laceraciones. Ya no parecíamos seres humanos, una vez acusadas se había abierto
una brecha insalvable, la que diferencia a “los nuestros” de “los otros”, la
que justifica las mayores atrocidades, blandidas por el odio, la desconfianza y
la ignorancia. Ya no reconocía a mis antiguos vecinos, el miedo y la
incomprensión hacia lo diferente les había cambiado.
Pensaba que ya solo restaba un amplio silencio hasta que
llegase la muerte, la espera hasta lo inevitable cuando un cuervo se acercó, se
posó en mi brazo inmóvil y arremetió sin piedad su pico, que se abrió paso una
y otra vez por mi carne y ojos, en una agonía tal que imploré para que la dama
de negro acudiese en aquel instante.
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