Acuerdos oscuros - Capítulo 2 - Ausencia




La vida sin Agus pasó a ser un tanto más oscura y solitaria, creo que hasta el momento no me había dado realmente cuenta de todo el tiempo que pasábamos juntos desde las misas de cada mañana, las horas en el trabajo a nuestro tiempo libre. Claro que tenía más conocidos y amigos, pero con ninguno pasaba tanto tiempo o tenía la misma conexión. Últimamente se añadía a la ecuación que sentía que los demás se acercaban a mí por pena tras la ceremonia que no salía de mis pesadillas, así que acabé tomando la determinación de alejarme de la gente. Realmente no fue por tener algo en su contra, sino porque detestaba que nadie me tuviese lástima, prefería que compartiesen su tiempo conmigo por gusto, por cómo era yo y no porque ahora estaba solo.
Me acabé convirtiendo en un ermitaño que iba a misa por la mañana temprano, a la fábrica y a cuidar de la familia de Agus. La peor parte con diferencia fue cuando fui con el mago supremo a darle la noticia a su padre. No había visto en toda mi vida a alguien tan deshecho por el dolor, por muchas palabras de aliento que le diese nuestro guía espiritual, por muy honorable que fuese su sacrificio, creo que tanto él como yo lo único que veíamos era que se había ido de nuestro lado, que nunca volvería a esta parte. Poder verle después de trascender era un aliciente, pero por el momento nos tocaba añorarle.
Con el tiempo acabé teniendo largas conversaciones con su padre, al menos en los días que parecía estar mejor, supongo que comprendíamos bien cómo se sentía el otro y el dolor nos acabó uniendo. Me partía el corazón cada vez que Ann preguntaba por su hermanito, ninguno sabíamos muy bien qué contarle o cómo y al final parece que llegamos al acuerdo de mentirle piadosamente. Nuestra versión era que el mago supremo necesitaba su ayuda en el templo y por eso ahora vivía allí, apenas tendría cinco o seis años así que se lo creyó fácilmente, cuando los ángeles cumplieran con su petición le contaríamos lo sucedido.
No obstante pasaron más Lunas azules, hubo más ofrendas voluntarias, pero la salud del padre de Agus no parecía mejorar más allá de los días buenos, que cada vez escaseaban más. Nuestras largas conversaciones acerca del mundo, de la vida, la muerte, del paraíso y del tormento eterno fueron apagándose poco a poco como la vida de aquel hombre, como una vela que cede a la oscuridad. Acabó muriendo no mucho tiempo después de la partida de su hijo, destino que ambos temíamos, pero viéndolo de otra forma al menos dejó de estar ahogado por su enfermedad para ir junto a su querido hijo. Ahora serían felices en el paraíso junto a la madre de Agus y esperarían allí a Ann, quien ojalá tardase mucho pero mucho tiempo en llegar.
Fui yo quien recogió a la pequeña aquel fatídico día para que cogiese sus cosas y luego fuésemos juntos a la ceremonia de despedida de su padre. Como era natural, ella no dejó de llorar desde el momento en el que me vio abrir la puerta, fue quien se le encontró por la mañana y como era lógico, no entendía por qué no se movía ni la hacía caso y se asustó por encontrarlo tan frío. Ningún niño pequeño debería ver algo así.
-¿Dónde está Gus Gus?- me preguntó entre sollozos, así era como llamaba a Agus.
Respiré hondo, estaba lejos de saber manejar aquella situación ¿Cómo explicar a alguien tan pequeño que su padre y su hermano se han ido?
La gente nos miraba al pasar por la calle con lástima hacia la pequeña y yo por mi parte no podía dejar de culparme ¿Y si yo no hubiese tenido miedo en la ceremonia de Agus? ¿Fue por mi culpa que su fe quedó en entredicho? ¿Por mí su padre no mejoró? Aquella posibilidad junto con los recuerdos del ritual martilleaban mi cabeza cada noche.
-Luego te lo explico Ann, espera a que lleguemos.
-Quiero saberlo ahora ¿Gus Gus no se asustará cuando vuelva a casa y no vea mis cosas?- preguntó con toda su inocencia resquebrajando mi máscara de seguridad y firmeza.
Cruzamos por fin la puerta de la entrada donde me recibió mi madre, era evidente que ya media ciudad debía saberlo.
-Oh cariño, ya me enteré de todo- me dijo nada más verme.
-Pues por favor intenta no decirlo en voz alta, hay ropa tendida- dije a modo de que comprendiese que era mejor no comentar nada delante de la pequeña.
Fue tan torpe como para depositar los ojos en ella, no obstante intentó arreglarlo con un saludo amistoso.
-Alguien debería contárselo todo, cariño- me dijo.
-¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no puedo ver a Gus Gus?- empezó a ametrallar a preguntas una nerviosa Ann al entender seguramente que no contaba con la información que teníamos.
¡Maldición! No tenía apenas edad para tener mi propia hija de su edad ¿Cómo iba a explicarle nada sin romper su diminuto corazoncito?
-Yo me encargo, Mark- intentó calmarme al verme tan agobiado y puso su mano en mi hombro con cariño mientras cambiaba su tono a uno más delicado.
-Voy a hacer chocolate calentito y charlamos juntas ¿te parece?- le dijo con voz dulzona, una propuesta que pareció aplacarla por el momento.
Hice mi propio ejercicio de mutis al llevar sus cosas a la habitación de mis hermanos pequeños, aunque había que comprar una cama para ella y seguramente redistribuirnos como pudiéramos, era una localización temporal. Respiré hondo, deseaba acabar con aquello, apenas podía asimilar los sucesos transcurridos en tan poco tiempo así que ni podía imaginar lo complicado que llegaría a ser para la pequeña. Acababa de perder lo poco que quedaba de su familia, podíamos acogerla por supuesto pero eso no evitaría que los echara de menos.
Encontré a mi padre en su estudio leyendo así que pasé de largo para no molestarle, los canijos armaban el caos y jaleo habituales en el jardín, desconocía a qué jugaban pero me paré a disfrutar un momento de sus vocecillas chillonas armando el caos. Era curioso cómo algo que tendía a molestarme, ahora con el peso de la muerte a mis espaldas sonaba como música. Si lo pensaba era afortunado, por años que había vivido nadie de mi familia había sido ofrenda o había muerto de alguna manera fuera de nuestra fe, no había experimentado esta sensación de ausencia hasta la partida de Agus. Me preguntaba cómo podían vivir los demás con ello, sentía que podría ahogarme dentro de mí mismo por todas las lágrimas que no era capaz de soltar en público, que el suelo a mi alrededor había desaparecido y mi gran amigo estaba tan lejos que no podría alcanzarle.
De pronto recordé que tendría que avisar del porqué de mi ausencia en el trabajo y es que me largué pitando una vez recibí la llamada de mi padre en la fábrica. Fui al salón, donde se encontraba el teléfono de la familia, y marqué.
-¿Diga?- contestó la voz del jefe al otro lado instantes después.
-¿Rodrigo? Soy Mark.
-Hola ¿qué ha pasado al final?- no me sorprendía que no estuviese enterado, aquel hombre ocupado casi nunca salía de su oficina.
-Jacinto ha muerto, al parecer su hija llamó a casa y mi padre me llamó a mí, la fábrica está más cerca que la casa y él estaba con mis hermanos pequeños. Ya lo he notificado y se lo llevaron para preparar la ceremonia, pero la pequeña va a quedarse con nosotros.
-¿Entonces la vais a adoptar?- quiso saber, no era muy cercano a los trabajadores pero su tono de preocupación no parecía fingido.
-Es lo que Agus me pidió, tampoco podemos dejarla sola y a nosotros ya nos conoce, mejor que cualquier otro…
-Comprendo- se quedó mudo por unos instantes, como pensando.- Mira si me haces el papeleo y me lo mandas lo antes posible, te cedo tres días para que os de tiempo a adaptaros y demás, pero sólo puedo pagarte uno y medio.
Me sorprendió muchísimo su gesto, quizás porque Jacinto trabajó en esa misma fábrica, pero que quisiera no sólo concederme los días sino además pagarme no era lo habitual.
-¡Gracias señor! Los tendrá en cuanto pueda.
-Sí, sí. Te dejo chico, que estoy liado- iba a colgar cuando me sorprendió nuevamente- ¡Ah! Y ánimo.
-Gracias señor.
Respiré un poco aliviado, seguro mi padre sabía qué trámites eran y se encargaría, al menos contaba con algo de margen para reorganizarnos en casa y que no nos faltase mucho dinero, ahora necesitábamos más que antes. La paga de mi padre no daba para mucho, pero mi madre aún no cumplía con los requisitos para jubilarse y trabajábamos los dos para traer comida a casa mientras mi padre se encargaba del hogar y los canijos. Decidí entonces que lo mejor que podía hacer por el momento era ir a comprar una cama a la pequeña, así me despejaría un poco.
-Cariño ¿te vas?- cuestionó la cabeza asomada de mi madre por un lateral de la pared.
-Sí, voy a por una cama para Ann.
-Le va a hacer falta un vestido para esta tarde- comentó haciendo referencia a la ceremonia de despedida.
Mi corazón se encogió al recordarlo.
-¿Crees que es buena idea? Aún es pequeña…
-Ya le he explicado algunas cosas así que ya entiende lo que ha ocurrido, pero no tiene un vestido azul cielo ¿puedes ir con ella a comprar uno?
Dudaba mucho de que hubiese comprendido todo lo que conllevaban los acontecimientos, pero me lo callé y simplemente accedí a su petición.

Por la calle Ann iba cogida de mi mano con delicadeza mientras caminábamos, todo el rato en silencio como surcando sus pensamientos. Cuando por fin llegamos al establecimiento más cercano, me paré a comentar con la chica de la caja lo que buscábamos, quien depositó con lástima su mirada en la pequeña antes de guiarnos en la compra.
-¿Cuántos años tienes bonita?
La miró un momento y sacó seis de sus delgados deditos, doblando el resto.
-Vale pues vamos por este pasillo ¿Quieres uno sencillo o…?
-Pero voy a cumplir siete mañana- le interrumpió.
Sabía que no debía hacerlo pero maldije a los ángeles interiormente ¿Quién deja morir al padre de una pequeña antes de su cumpleaños? ¡Desgraciados!
Los ojos de la dependienta tenían la palabra compasión tatuados, pero pareció hacer un esfuerzo en no hablar de más ni hacer preguntas. Nos sacó tres que le gustaron y se probó, era un color que por desgracia le sentaba bien, sin embargo esperaba que nunca más volviese a usar ya que era el destinado para los familiares de los fallecidos en la ceremonia de despedida.
Antes de pagar el que Ann escogió la dependienta tuvo el amable gesto de hacernos descuento por el cumpleaños de la pequeña. Tardamos mucho menos en la compra de la cama y tras encargar que la enviasen a casa, ya que yo no tenía vehículo y pesaba demasiado para cargarla por seis calles, nos topamos con la noticia de que no la tendríamos allí hasta el día siguiente por lo que se nos acumulaban los problemas.
“No pasa nada” me dije con intención de relajarme “nos apañaremos de alguna forma”.
Cuando volvimos a casa ya era hora de prepararse para la ceremonia, iba a ser la primera de la pequeña, así que mi madre le explicó la importancia del vestido nuevo y lo que tenía que hacer. Parecía estar respondiendo bastante bien a las nuevas circunstancias, aunque quizás lo que ocurría era que estaba demasiado confusa todavía.


La ceremonia tuvo lugar por la tarde-noche, algo antes de que el sol se pusiese para que durase como el ocaso, simbolizando esta vida que se ocultaba y la nueva que emergía. El camino hacia el féretro estaba surcado por velas que iluminarían su camino en la oscuridad.
Nos sentamos en la primera fila para ver todo con claridad como a mi madre le gustaba. Antes de llegar, ella había pasado por la floristería para coger el ramo que Ann debería dejar sobre el ataúd de su padre a modo de despedida y buenos deseos.
-Hijos míos, estamos reunidos aquí donde hoy nos deja un hermano, sangre de nuestra sangre, que ha luchado con fuerza y valor contra su enfermedad pero finalmente ha sucumbido- empezó el sermón el mago supremo.- No obstante no es momento para la tristeza, sino para el gozo pues aunque la fe de su hijo no pudo salvarlo, ahora estarán junto en el paraíso.
¡¿Cómo se atrevía?! Agus era un buen creyente como cualquiera y una persona excepcional ¿Cómo podía decir algo así cuando despedíamos a su padre poco tiempo después? Estaba seguro de que prácticamente ni les conocía ¿Cómo tenía el atrevimiento de hablar así de él? Mi sangre estaba en ebullición pero no era momento ni lugar para armar un alboroto, además se me echaría la ciudad encima por las blasfemias que estaba seguro que pronunciaría.
Decidí que lo mejor era no escuchar lo que tenía que decir o acabaría saltando con algún improperio, en su lugar me puse a pensar en los momentos con Agus y su familia, esa era la forma correcta de honrar su vida, no poniendo en duda su fe. Un rato después mi madre guio a la pequeña Ann hacia el féretro y juntas dejaron el ramo sobre él.
-Ahora pues, vamos a dedicar una oración a nuestro hermano para que la escuche allá donde esté y le de fuerzas en su nuevo viaje- dijo el mago supremo con solemnidad antes de dejar pasar unos instantes los cuales aproveché para orar por ellos y nuestra nueva miembro de la familia, luego prosiguió.- Jacinto te fuiste a reencontrar con tu hijo antes de lo que esperábamos, ahora enviaremos tu cáscara al abrazo de la tierra mientras tu verdadero ser vuela con los ángeles- tras pronunciar estas palabras, pulsó el botón que activaba la maquinaria que hizo descender la caja con sus restos hacia el agujero que lo recogería durante muchos años.
Se me hizo un nudo en la garganta sólo de pensar que ahí podría acabar yo en un momento incierto del futuro. Terminada la despedida el resto de la familia quiso volver a casa, no obstante yo necesitaba despejarme después de aquello Seguí un consejo que mi padre siempre decía “Cuando tu cabeza esté llena de dudas, busca tu camino en la fe o el conocimiento”. La fe en ese momento me tenía algo crispado, por lo que recurrí al conocimiento y tomé rumbo a la biblioteca. Aquel edificio solía traerme paz, como mínimo por el silencio que lo envolvía, tan sólo roto por el sutil sonido de los engranajes cuando accionabas el mecanismo que tenían las estanterías para mover sus estantes, dejando todos al alcance de cualquiera independientemente de su tamaño.
Entré en la estancia y crucé el pasillo de baldosas decoradas con estatuas de ángeles a los lados rumbo a la recepción. Aquellas imágenes sagradas eran de hermosos humanoides con alas de pájaro que leían, escribían o tocaban algún instrumento musical, representando cada uno algún tipo de arte. Cuando por fin llegué al mostrador, me encontré con unas esferas colgantes que danzaban en el aire con calma, sutileza y sigilo, adornando la estancia y simulando los distintos planos en los que viviría nuestra alma. Como no había nadie para atenderme, decidí viajar solo hacia donde quisiera que me llevase mi afán de conocimiento. Pasé de largo por las categorías como historia, religión, ética, biografía y me acabé centrando en ciencia e investigación, deteniéndome a ojear los numerosos volúmenes.
No sabía exactamente qué buscaba, quizás un por qué a la vida y la muerte, quizás un consuelo o un cambio total de tema. Vagué por varios tomos, leyendo unos y otros y descartándolos rápido para finalmente dirigir toda mi atención a uno sin título, una especie de cuaderno de cuero con alguna que otra ornamentación floral. Lo ojeé por encima, parecía una especie de diario de investigación con anotaciones y dibujos. Nunca supe qué me cautivó realmente, pero lo recogí, me dirigí a una mesa y comencé a leer.
Día uno del experimento Más allá
No sé realmente qué me ha empujado a probar esta locura con S, quizás la estupidez de la juventud y su creciente depresión que se empeña en negar por mucho que le pido que busque ayuda. Me ha propuesto esta idea demencial y no he podido decir que no, quizás le ayude después de todo. Quiere ver a los ángeles para pedir una gracia directamente, sin convertirse en ofrenda, dudo mucho que tengamos éxito pero si al menos le trae la calma y puede obtener respuestas, me presto a ello, como mínimo para que no se le vaya la mano intentándolo por su cuenta.
La idea general es provocarle un estado cercano al fallecimiento para comprobar si basta con ello para gozar de su presencia o si se precisa estar muerto para ello. Los escritos sagrados rezan que nuestro mago supremo murió en el pasado mas al ser tan bondadoso y tal y como estaba nuestra sociedad en crisis moral, un ángel le concedió una segunda oportunidad para que nos guiase con su mensaje. El libro dice que son de otro plano, uno que sólo alcanzamos con la muerte, por ello no podemos verlos y es lo primero que deseamos probar. La siguiente parte sería la impensable de tratar de hacer tratos con ellos sin que medie nuestro guía espiritual, pero por razones lógicas la dejaremos para después.
Aquello sonaba completamente de locos ¿Qué iba a matar a su amigo? No obstante me interesaba lo que pudiese contener y cómo salió todo, a fin de cuentas si estaba en la biblioteca sería porque llegaron a alguna conclusión. Continué mi lectura, al parecer la base de sus prácticas era que uno le infundiría un estado lo más cercano posible a la muerte y luego el compañero lo reviviría antes del fatídico final, anotando las experiencias de su compañero. Tuvieron varios intentos antes de lograr algo por lo visto, relatando y haciendo gráficas mediante dibujos las distintas formas en las que procedieron.
Día 37 del experimento Más allá
¡Por fin tenemos algo! Aún o me lo puedo creer, yo estaba por tirar la toalla pero S me suplicó un intento más y no pude decirle que no. Esta vez usamos la práctica del desangrado, cuando vi que la cosa se ponía fea intervine como siempre, cortando la hemorragia y cosiendo después. No nos estaba dando resultado las otras veces, quizás porque esta vez esperé unos segundos más a petición suya, el caso es que hemos establecido más o menos el punto clave para tener contacto. Quizás no sea seguro, pero con futuras pruebas podremos confirmarlo, el caso es que ¡ha tenido resultado! S vio a uno.
-Jovencito, la biblioteca está cerrando- me interrumpió una señora de avanzada edad, sobresaltándome.
-Disculpa, me he distraído ¿Podría llevármelo?- cuestioné haciendo alusión al libro.
La señora lo recogió de mis manos y lo examinó un momento.
-¿De dónde lo has sacado? No está clasificado, no es de aquí.
-De la estantería de ciencias e investigación, parece un cuaderno de anotaciones- observé.
Se quedó un instante pensando en mis palabras.
-Quizás alguien lo haya dejado, no sería la primera vez en esa categoría, por algún experimento que no se les haya acreditado pero se empeñan en que lo vea el mundo.
-¿Entonces me lo puedo llevar?- pregunté con impaciencia y expectación.
-Yo tengo órdenes en estos casos de retirarlos y destruirlos, un trabajo menos para mí así que no hay problema por mi parte- dijo encogiéndose de hombros.
Caminé hacia casa contento por la suerte que acababa de tener y algo sorprendido por las prácticas de algunos para que sus obras llegasen a alguien. Cuando crucé la puerta reinaba el silencio y la oscuridad, por lo que deduje que ya estarían durmiendo todos así que me dirigí a mi habitación con intención de continuar mi lectura. Cambié mis ropas y me dirigía a la cama cuando oí un suave repiqueteo en la puerta, al abrirla me encontré a Ann.
-No puedo dormir ¿Puedo estar contigo?- dijo con un hilito de voz que cautivó mi corazón.
-Claro- dije con una sonrisa y la invité a entrar.
Se sentó sobre mi cama y la acompañé haciendo lo mismo al lado.
-¿Hay algo que te preocupe?
-Creo que no entiendo muchas cosas, Martha me ha contado que papá estaba enfermo y que Gus Gus se ofreció para salvarlo. Pero ¿a quién se ofreció?
-A los ángeles.
-¿Qué son?- pidió saber con curiosidad.
-Son criaturas que no podemos ver y que están en otro plano, sólo los vemos cuando morimos, peo nos protegen de los demonios y los problemas.
-¿Y cómo lo sabemos si no podemos verlos?
-Es que hay alguien que sí puede ¿Viste al señor que hizo la misa? Él es el mago supremo, el libro sagrado dice que murió pero un ángel vino y le resucitó para que nos trajera su mensaje, para que supiésemos de ellos y fuéramos por la vida por un camino más correcto- repetí de memoria.
-¿Y cómo son?
-Son como nosotros, pero mucho más bonitos, ellos además tienen alas de pájaro y pueden volar.
-¿Y qué son los demonios?
-Son unas criaturas muy feas, enemigas de los ángeles y nuestros, se encargan de que las cosas malas pasen.
-¿Entonces Gus Gus ha muerto porque quería hablar con un ángel?- cuestionó con toda la inocencia del mundo.
-Algo así, en realidad quería pedirles un favor, pero eso te lo conceden a cambio de que te vayas con ellos, necesitan gente para pelear contra los demonios.
-¿Entonces por qué papá no ha mejorado? Ellos no han cumplido, Gus Gus sí- dijo en un tono de ofensa, por otra parte totalmente justificado.
-No siempre es tan sencillo, igual no les ha dado tiempo a curarlo- dije para no soltar las sandeces que se dijeron hacía unas horas.
La pequeña pareció surcada por un escalofrío, lo más probable era que de sueño dado el cálido clima, pero se metió bajo las mantas.
-¿Entonces no volveré a ver a papá ni a Gus Gus?
-Cuando te hagas muy muy mayor podrás volver a verlos- comenté intentando no pensar en que ella también pudiese morir.- Por eso ahora vives con nosotros.
-Pero yo quería vivir con ellos ¿No puedo ir con ellos ahora?- cuestionó y acto seguido bostezó.
-Por ahora no, es muy pronto.
No tardó en dormirse, así que decidí apagar la luz y subir al tejado con el cuaderno y una linterna a leer la continuación.














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