El camino del odio - Enrique
Todas las mañanas este niñato me mira con cara de imbécil,
como si le debiese algo. Pues si espera propina va listo. Se libran de que deje
de venir porque su café es medianamente decente, no como el de otros tugurios o
cafeterías de pitiminí que hay por la ciudad. Lo que no me gusta es tener que
madrugar si no quiero encontrarme con todos los criajos jugando, correteando y
dando gritos como si fuesen monos en el circo.
Esta mañana no hay mucha gente pero aun así ya hay un
puñetero crío dando vueltas. A veces dan ganas de decir a sus madres que les
pongan correa.
¡Encima ahora se acerca gentuza! Esas pintas lo gritan, no
son de fiar. Se habrán escapado de algún loquero o de alguna secta porque casi
todos visten con la misma chaqueta ¡Qué poca personalidad!
Parece que están discutiendo, me molestaría pero igual es lo
más interesante que voy a ver esta mañana. Los niñatos se dicen cuatro
tonterías, dan un par de leches, lloran un poco y ya vienen las madres a
separarlos, patético ¡Así no forjan el carácter!
¡¿Acaba de lanzar esa mujer al hombre por los aires?! Esto
empieza a estar entretenido, lástima que no haya palomitas cuando hacen falta.
No me puedo creer que se estén transformando los dos en
animales, pero siguen dándose de leches, así que me parece bien.
Pediría al camarero algo para picar, pero el muy cobarde se
ha pirado ¡Qué poca profesionalidad! En mis tiempos ya estaría despedido
después de un par de collejas.
Parece que el chico joven quiere intervenir ¡Otro
aguafiestas! Si no vas a darte de leches, hazte a un lado.
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Comentarios
Publicar un comentario