Cuando llega el cambio - Capítulo 29



Mi pulso estaba desbocado, mas me obligué a mantener la calma para poder pensar con claridad. No sabía hasta donde serían capaces de llegar, no obstante de lo que sí estaba segura era de que pretendían asustarme para que hablase cuanto antes.
-Bien, señorita Almeth- comenzó aquel detestable hombre con un aire de suficiencia en su actitud- necesito saber algunas cosas y soy alguien ocupado, por lo que espero tenga en consideración a la hora de dar sus respuestas. Me gustaría que me dijese si conoce a Edmund Méndez.
Era una respuesta sencilla, no obstante sabía el rumbo que pretendía darle al interrogatorio, no había que ser muy avispado para darse cuenta. Primero venía aceptar que lo conocía, luego que había un vínculo entre nosotros que justificase mi traición. No iba a dejar que la conversación fuese para un lugar inapropiado, sin embargo negar que le conocía, cuando lo sabían de sobra, era algo absurdo.
-Sí- dije manteniendo mi respiración apaciguada a pesar de todo.
-Perfecto, ahora dígame ¿qué tipo de relación tienen?
-La común entre personas. Nos conocemos, hablamos, esas cosas- respondí como si fuese lo más evidente del mundo.
Mi interlocutor emitió una risa por lo bajo antes de continuar la conversación.
-Veo que se cree muy lista, pero su respuesta estúpida no me va a disuadir- pasó a mirar el panel y sentí con ello un nudo en la garganta.- Dado que no se está tomando esto con la debida seriedad, le voy a hacer una muestra del primer nivel- acto seguido giró una ruleta y pulsó el botón.
Me preparé para el dolor, era consciente de que la electricidad provocaba daños al pasar por el cuerpo y ya había tenido mi primer encontronazo con ella un feliz día en el que toqué uno de los experimentos no testados de mi querido padre. Para mi sorpresa, aquel impulso fue casi imperceptible.
-Exactamente, el primer nivel es el único bueno- comentó al ver mi cara de estupefacción.- Es una pena que no lo haya aprovechado para una pregunta más difícil. Aunque, si cree que va a ocultarme algo, está más que equivocada. Le voy a hacer que me cuente hasta el tamaño de su sostén- comentó el muy grosero como contando un chiste.- Bien, tienen una relación de personas normales ¿Puede decirme dónde le conoció?
-En la calle, estaba haciendo su trabajo.
-Y ese trabajo es…- dijo alargando la frase con toda la intención de que yo la continuase.
-Limpiabotas.
Emitió otra risa, no entendía qué era tan gracioso, se trataba de un trabajo cualquiera, tan digno como el suyo.
-Entonces ¿qué? ¿Se le acercó a hablar sin más o le limpió los zapatos como corresponde con su oficio?
-Hizo su trabajo. Oiga, no entiendo ¿tanto le interesa?
-Mire señorita Almeth, sé cómo hacer mi trabajo, así que no me moleste. Dígame ¿le pidió volver a verla?
-No, fui a que me limpiase los zapatos nuevamente. Hace bien su trabajo ¿sabe?
-Si se limitara a hacer su trabajo en silencio, usted no estaría aquí ahora, por lo que puede darle las gracias- comentó con aire de superioridad.- ¿De qué hablaban cuando se reunían?
-Eso es privado- me limité a decir, a lo que se dio prisa en responder con el segundo nivel, que esta vez sí noté en mis muñecas y tobillos con una notoria punzada de dolor, como cuando coges algo y notas que está demasiado caliente.
-En esta sala no hay nada privado, eso se lo puedo asegurar. Si no quiere sufrir el tercer nivel, dígame de qué hablaban.
-De nuestros gustos y aficiones, de la vida, cosas…- respondí nerviosa por el siguiente grao de dolor que podía esperar.
De haber podido, me estaría frotando las muñecas en aquel momento.
-¿En esas conversaciones le dijo algo en contra del gobierno?
-No- respondí con seguridad para no hacerle dudar acerca de mi testimonio.
-¿Le llegó a mostrar alguna vez o hablar de cómo lograba entrar en la ciudad?
-No.
-Ah, entonces supongo que nunca se vieron a escondidas o pasado su toque de queda- formuló en tono despistado, como si el tema careciese de importancia.
No mostré alteración, debía parecer creíble o sufriría otra descarga peor.
-No- respondí con firmeza.
-Mentirosa- contestó en un tono bajo y sombrío mientras marcaba una media sonrisa en su rostro.
Me preparé para lo que venía pero casi no me dio tiempo a coger aire cuando lo que se sintió como una hiedra que envolvió mi cuerpo me sacudió, haciendo que me aferrase involuntariamente al reposabrazos de la silla. El dolor empezaba a sentirse con mayor intensidad, tanto que hacía preocupante los siguientes niveles ¿Cómo podían hacer aquello a nadie? Más bien ¿Cómo podía aquel hombre disfrutarlo? ¿No tenía empatía alguna?
-Tenemos una fuente muy fiable que la vio en la biblioteca- explicó.- pensé que iba a ser más sincera conmigo, querida.
-Ayudaría si bajase el nivel cada vez que respondo correctamente- intenté por si pudiese surtir efecto, mas él movió el índice hacia los lados.
-Precisamente si hago eso va a pensar que soy un blando y apelará a mi compasión. Así no es cómo funciona esto.
Resoplé consternada, al menos debía intentarlo.
-Dado que no voy a bajar la potencia, sino que la pienso intensificar, espero que no sea tan estúpida como para mentirme a partir de ahora- amenazó.- Dado que se han visto a escondidas entiendo que han profundizado en su relación. Me gustaría saber si han llegado a acostarse.
No podía más que asombrarme ¡¿Cómo podía preguntarme algo así?! No solo era grosero e inapropiado ¿Estaba dando a entender que sería considerado como traición?
-¡No es de su incumbencia!- proferí con indignación.
-Señorita, yo decido qué es de mi incumbencia- explicó en lo que pasaba su mano hacia la ruleta.- Ya que no quiere hablar de ello ¿le ha mostrado el pasadizo por el cual llegar a hurtadillas a esta parte de los muros?
-No- dije con seriedad y, acto seguido, él pulsó el botón.
Me sacudí en la silla a pesar de estar atada, aquellas zarzas me envolvían cada vez con más fuerza, causando más y más dolor a su paso, quemando, ardiendo por todo mi cuerpo.
Me recordé interiormente por qué estaba soportando aquello, me repetí una y otra vez que no podía ceder porque eran capaces de ir y arrasar con todos y con todo, más aun sabiendo el trato final que recibieron los abuelos. No podía deshonrar su memoria así, no podía traicionar a su gente, no podía rendirme. Habría llorado de no estar demasiado ocupada en tratar de retomar el aliento.
-Me duelen sus mentiras querida, incluso más de lo que le duele a usted- contó con falsedad mientras movía la cabeza a los lados, en gesto de negación.- Bueno supongo que ahora no verá tan inapropiado contarme sus intimidades con el joven. Voy a preguntarle hasta los últimos detalles tanto de un tema como de otro, sólo porque no ha querido responder- rio con clara maldad.
Le maldije interiormente por el tormento que me estaba haciendo pasar con la mayor de las alegrías. Debía de resultar el divertimento perfecto para un miserable como aquel.
-Podría ser más bondadoso con usted si me diese la información que le estoy pidiendo- su tono era suave, pretendía ser acogedor mas dudaba de que supiese del significado de bondad.- Esto sería más fácil para ambos si me dijese lo que necesito, no le estoy pidiendo más, es un intercambio justo.
¿Intercambio justo? Me gustaría atarle a la maldita silla, a ver qué le parecía la experiencia.
-Suélteme y le diré lo que quiera- le rogué esperando sólo ganar tiempo para recuperarme, puesto que seguía sin pretender decirle nada, si acaso una mentira que sonase creíble.
Me dolía el cuerpo, me sentía agotada, pero tenía que resistir.
-Vamos a hacer un trato, usted me dice ahora dónde está el pasadizo y cómo se accede y yo no subo dos niveles de golpe.
¿Dos niveles implicarían el séptimo? Había perdido la cuenta ya, pero recordaba que eso incurriría matarme y dudaba de que fuese capaz si lo que quería era que hablase. Posiblemente no tendrían una prisionera con mi fuente de información en mucho tiempo, así que era una soberana estupidez cortarse el paso así. Pensar en ello hizo que no sintiese tanto miedo, sino más bien algo resguardada, pero ¿qué bazas tenía para contrarrestar su chantaje?
Otra descarga me invadió por sorpresa, haciendo que mi cuerpo dejase de responderme hasta el punto de no poder reprimir los impulsos fisiológicos que la sacudida produjo. No obstante, mientras trataba de reponerme, y para mi sorpresa, un soldado decidió intervenir.
-Señor ¿no cree que es excesivo?- cuestionó nervioso.
-Ha tardado en responder, no ha sido mi culpa- se excusó encogiéndose de hombros.
-Quizás habría que dejarla descansar, podría matarla de seguir así.
Escuchaba esa conversación prácticamente ausente, estaba allí, pero ni podía mantenerme erguida en la silla en lo que ellos deliberaban, hasta respirar era complicado.
-¿No la ve?- preguntó señalando en mi dirección.- Así no va a responderle nada.
El oficial pareció meditar unos instantes antes de responder.
-Le do un rato, espabílela para cuando vuelva- ordenó antes de marcharse con algunos guardias.
Quien intercedió por mí guardó la compostura a pesar del portazo que sucedió a la partida de aquel hombre horrible. Habría suspirado aliviada de no ser porque prácticamente no tenía control sobre mi cuerpo.
El muchacho de uniforme, que no debía de tener muchos más años que yo, se acercó con precaución y me acomodó como pudo en el asiento, con suficiente cuidado como para no lastimarme más de lo que ya estaba.
Quise implorarle con la mirada, ya que aún no era capaz de hablar, que por favor me soltara, cosa que no entendió por completo pero pudo intuir.
-Sé que no servirá de mucho, pero lamento la situación. El oficial es demasiado agresivo en sus interrogatorios- se excusó vagamente aunque al parecer de forma sincera.- ¿No puede decirle lo que pide y ya está? Me encargaré de que no vuelva a molestarla.
Hice acopio de todas mis fuerzas para negar despacio con la cabeza.
-Yo no lo cabrearía, no creo que aguante muchas descargas más.
Emití lo que se quedó en un amago de risa un tanto macabra.
-¿Me matará?- pronuncié a duras penas, desconociendo el murmullo que debía ser mi voz.
Aquel muchacho meditó unos instantes al darse cuenta de la situación.
Una voz conocida empezó a resonar airada fuera de la estancia, hasta que irrumpió como un vendaval.
-¡Señorita Almeth!- exclamó sorprendido al verme- ¡esto es un atropello, Hanner!- profirió enfurecido hacia el oficial que entraba también.
Le miré con estupefacción ¿Qué hacía Charles allí? ¿Y cómo sabía dónde encontrarme?















Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Literartober 2023: Necronomicón

Literartober 2023: Cuervo

Acuerdos oscuros - Capítulo 6 (final) - Nueva era