Cuando llega el cambio - 08
El
corazón me latía desbocado y las piernas me temblaban mientras caminaba por la
calle, cosa que ni sabía cómo era capaz de llevarla a cabo teniendo en cuenta
lo anterior.
Me
alegré profundamente de haber sido capaz de expresar mi opinión aunque no fuese
aceptada ni esperada por mi interlocutor. Era indudable que yo me sentía
inmensamente orgullosa de mi hazaña, aunque no podía evitar sentirme inquieta
al revisar sus últimas palabras en mi mente ¿Acaso planeaba algún agravio
social contra nuestra familia por despecho? La incertidumbre y la posibilidad,
bueno más bien las posibilidades que desfilaron por mi mente, me atenazaban el
corazón ¿Debía tener miedo y sentirme mal por expresar mi opinión? ¿Por hacerme
oír? No me parecía justo y para nada estaba dispuesta a dejarme arrastrar por
aquella tormenta de miedos y emociones. Yo no había hecho nada más que expresar
mi opinión, él me hizo una propuesta, no era una orden, así que yo estaba en
todo mi derecho de rechazarla si no era lo que deseaba.
Pero
¿cuál iba a ser mi siguiente decisión? ¿Y si alguien más venía con la misma
retahíla a llamar a mi puerta? Yo tenía claro qué era lo que no deseaba ser y
cómo no quería vivir. Pero ¿acaso alguien que me amase iba a hacerlo por ser
tal y como era, sin censura? ¿Era mucho pedir? Me aterraba una vida con
mordaza, sería como ser una marioneta.
No
obstante ¿estaba equivocada? ¿Y si no encontraba a alguien así? ¿Cómo iba a ser
mi vida?
Socialmente
era más que probable que fuese repudiada sin marido y una familia respetable ¿A
eso estaba condenada entonces? ¿O encontraba un marido que me quisiese y yo a
él o buscaba uno respetable aun sin amarlo?
Suspiré
resignada.
Si
tenía que recurrir a la segunda opción finalmente, esperaba que al menos se
tratara de alguien más soportable que Charles por lo menos.
Me
quedé pensativa, más si podía ser, dándole vueltas a cómo iba a conseguir algo
así ¿Debía buscar el amor o era él quien me encontraría?
Revisé
mentalmente las historias que conocía al respecto, preguntándome si cuando
encontrara a esa persona lo sabría, si mi corazón latiría diferente o si
sentiría aquellas mariposas de las que a veces las historias hablaban. Otra
pregunta que pasó por mi mente fue si se
trataría de alguien nuevo o alguien que ya conocía.
Desde
luego si se trataba de alguien nuevo, no podía saberlo aún. Pero ¿y los que
conocía? ¿Sentiría con el tiempo algo diferente por alguno de ellos? Si me
ponía a repasar a aquellos que sabía que no tenían pareja o prometida aún, los
fácilmente descartables eran aquellos que pertenecían a la clase alta, personas
anodinas y pretenciosas con las que no tendría un futuro muy diferente que el
que veía con Charles, quizás la única diferencia sería la cantidad de dinero
que tendría el núcleo familiar o el número de hijos, salvo eso… poca diferencia
se percibía. Me dio risa al pensar que parecía que me gustase complicarme la
vida.
Por
otro lado, mi pensamiento se posó sutilmente y sin avisar en Edmund, lo que
hizo que mi corazón empezara a bailar.
No me
lo había planteado debidamente, pero había que reconocer que era bastante
notable el modo en el que me sentía y podía ser con él. Sin ataduras, sin
peros, era tan solo yo misma, sin máscaras y parecía agradarle tal cual. En el
mundo en el que vivía no era para nada típico tener esa libertad.
Me
sentía libre con él y muy a gusto, estar a su lado era como estar en mi segunda
casa y en el fondo era algo así porque en mi hogar tampoco existía mi máscara.
Sabía
cómo me sentía con él pero ¿Qué sentía yo por él? Mi corazón se aceleraba a
veces en su presencia, no obstante eso no significaba siempre lo mismo de
seguro ya que con Charles ocurrió y tan sólo fue por la situación, el miedo y
los nervios. No… eso no era un referente suficiente para tener en cuenta.
Si me
basaba en la opinión que tenía de él, la verdad era muy buena, me parecía
alguien sorprendente y fascinante, además de una persona luchadora. Pero ¿todo aquello
podía ser amor? Quizás no, podría ser que tan sólo me gustara cómo era por el
momento y me sentía muy a gusto a su lado.
Casi
sin ser consciente pensar en él me hizo llegar hasta la calle donde trabajaba.
-Buenos
días- me saludó con la sonrisa acostumbrada, aquella que me daba la bienvenida
a aquel paraíso que eran los momentos con él.
Verle
después de darme cuenta de que había estado pensando en él hizo que me
ruborizara.
No me
lo había planteado tampoco, mas vino a mi mente entonces la duda de qué visión
tendría él de mí.
Azorada
y esperando que no se notase el rubor de mis mejillas, le devolví el saludo.
-¿Cómo
estás hoy?- me preguntó con sincera preocupación.
-Mejor…
de hecho acabo de volver de su casa.
-¿Cuándo
es la ceremonia?- preguntó con un tono un tanto más bajo, como con notas
tristes en la melodía que solía ser su voz.
-¿Por
qué crees que va a haber una?- cuestioné intrigada.
¿De
verdad parecía que mi única respuesta posible era el “sí”?
Puso
cara de asombro al entender qué quería decir con ello, no obstante parecía
querer estar seguro de lo que había intuido por mis palabras.
-¿No
te casarás con él entonces?- preguntó algo nervioso.
-No-
contesté risueña.
-¿Y
cómo se lo ha tomado?- parecía seguir sin dar crédito a lo que oía.
-Creo
que un tanto mal, quizás no está acostumbrado a que le digan que no- dije
encogiéndome de hombros.
-¿Piensas
que habrá alguna represalia por su parte?- cuestionó con un toque preocupado.
-Quien
sabe… -musité tras un suspiro.
Nos
quedamos en silencio, pensativos, mas él se detuvo a romperlo.
-Bueno,
para la dama reluciente, unos zapatos relucientes, si gustas de sentarte y
dejarme trabajar, claro está- dijo con una sonrisa brillante.
Por
supuesto acepté la oferta que de sobra sabía era compañía y conversación más
que de una mera limpieza y lustre de calzado. Igualmente me gustaba ayudarlo
con su trabajo, cosa que se le daba muy bien había que añadir.
-¿Sabes?
Hoy he tenido otro sueño de lo más raro- siguió, supuse que en un intento de
que mi cabeza fuese a otro lugar.
-Cuéntame.
-Pues
verás, estaba en una especie de mansión enorme y muy mal iluminada, tenía que
tantear las paredes para saber por dónde iba. Entonces, apreté algún resorte
y caí a una rampa que me llevó a un
lugar con un montón de pasteles.
Mientras
iba relatando su sueño, yo hice lo posible por visualizarlo en mi mente.
-Entonces,
por extraño que pueda parecerte, las tartas y pasteles comenzaron a cantar. Y no
lo hacían nada mal. Entonces, entró por la puerta un cocinero enorme y se puso
a perseguir las tartas y pasteles que se fueron huyendo para comérselas.
-Vaya-
dije con sorpresa, sus sueños siempre eran muy peculiares e imaginativos, así
que podía pasar cualquier cosa en ellos.
-Quizás
pueda escribir sobre ello cuando acabe el libro. El cocinero glotón se podría
llamar.
Solté
una risa sincera pero más fugaz de lo que me gustaría y estaba segura de que él
se había dado cuenta, mas no quise preocuparlo más de la cuenta, así que decidí
desviar la atención.
-¿Qué
tal va el libro por cierto?
-Bien,
lo repaso de vez en cuando para asegurarme de que todos los detalles están
bien, pero creo que me faltarán apenas cinco capítulos para acabarlo- contestó
entre preocupado y con cierta vergüenza.
Era
evidente que no iba a pasar por alto mi apatía y sabiendo lo cabezota que era a
veces, estaba segura de que no dejaría que me marchara sin hacerme reír con
todas mis ganas.
-¿Qué
va a pasar con el protagonista?
-Aún
no lo tengo decidido del todo… -titubeó un poco.
-¿Te
hacen falta ideas?- cuestioné con curiosidad.
-No
estoy del todo seguro, creo que más bien estoy bloqueado. Tengo una ligera idea
de cómo quiero terminarlo, pero no sé cómo llegar a dicha resolución.
-Si
quieres, podría ayudarte…
Me
miró con curiosidad y en parte pensativo, me preguntaba qué estaría cavilando… qué
se escondería tras aquellos ojos que tanto me embelesaban…
-¿Te
apetece hacer algo diferente hoy por la noche?- me preguntó, dejándome
totalmente sorprendida y con el corazón expectante.

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