Cuando llega el cambio - 09
El
corazón estaba a punto de salirse de mi pecho en cualquier momento, de eso
estaba segura, pero por más que intentaba calmarme no era posible, no sólo por lo
insólito de la invitación, sino por quién me había invitado.
Mi
mente había divagado entre tantas posibilidades que ya no sabía qué pensar, tan
sólo restaba esperar a ver qué ocurría.
Habíamos
quedado en la puerta de la biblioteca de la última vez, y ahí estaba parada,
esperando y reteniendo a mi alocado corazón en su sitio.
Me
ponía a pensar y no sabía qué parecería aquello a ojos de cualquiera. Una dama
casadera quedando por la noche con alguien que ni era de su clase, era de
seguro todo un escándalo público.
El
crujido de la gran puerta de madera me sacó de mis ensoñaciones, no obstante
también me asustó ligeramente. Detrás de ella apareció un sonriente y nervioso
Edmund, quien me invitó a entrar. Una vez dentro, estaba completamente segura
de que mi corazón se había despedido y marchado a cualquier lugar porque por un
momento me quedé hasta sin respiración.
Sobre
la alfombra en la que habíamos estado había un pequeño mantel un poco roto por
alguna esquina y un par de pasteles de chocolate en dos platos pequeños.
Mi
cara de asombro debería haberse visto hasta en el horizonte de no ser porque
estábamos dentro de un edificio.
-Espero
que no hayas tomado postre- balbuceó con timidez.
Reparé
en él entonces, no estaba vestido como hacía un rato, sino que parecía un poco
más arreglado, dentro de sus capacidades supuse ¿Acaso se trataba de una cita?
¿Tendría algo importante que decirme ahora que sabía que no me había prometido
con Charles?
No
dejaba de mirarle de hito en hito, intentando comprender qué pasaba por su
mente.
-Pero…
Esto te ha tenido que salir muy caro- pude decir tras caer en la cuenta de lo
poco accesible que era el chocolate.
-Bueno,
estuve ahorrando un poco- dijo sonrojándose mientras se frotaba el pelo.
-Pero
¿por qué?- cuestioné aún casi sin respirar.
-Verás…
desde que te conozco con la excusa de limpiarte el calzado nos hemos estado
viendo- comenzó a explicarse desviando un poco la mirada y con las mejillas
encendidas.- Claro que me encantaba y encanta verte, pero soy consciente de que
no te han salido gratis esas reuniones, aunque fuese por disimular o tener la
excusa de vernos- su mirada no se elevaba del suelo de la vergüenza que sentía,
cosa que en parte me había enternecido.- Quería por ello hacer algo para ti,
para agradecerte y bueno… porque también me gusta estar contigo.
Aquello
revivió mi corazón, que volvía a latir alocadamente, era como un pájaro
enjaulado que deseaba ser libre.
Me
armé de valor, cogí aire delicadamente y, mientras lo mantenía, me atreví a
cometer la osadía de cogerle de la mano, lo que hizo que se quedara unos
instantes parado, como intentando comprender si era real o no, para luego
elevar la mirada de roble hacia mis ojos. Los segundos en los que nos miramos
aquel robedal se cubrió por la lluvia en una maravillosa sinfonía natural, era
una combinación asombrosamente perfecta y hermosa la cual estaba deseosa de
repetir las veces que fueran.
Su
tacto no era precisamente suave ni delicado, pero era normal pues se pasaba la
mayor parte del tiempo trabajando con las manos. Aun así no me importó y
consideré que era algo propio de su encanto, además resultaba cálido y acogedor,
al igual que su personalidad.
-Gracias-
dije en apenas un susurro mientras aún nos mirábamos.
Se
sonrojó aún más, si es que era posible, y su boca pasó a estar un tanto más
abierta de lo normal, seguramente por la sorpresa. Sonreí tiernamente para
expresar mis sentimientos y que pudiese relajarse. Mas su rostro se ensombreció
levemente y sus ojos abandonaron el brillo que hasta hacía apenas unos efímeros
segundos tenían.
-¿Estás
segura de que no te vas a arrepentir de haberle rechazado?- me soltó de repente
con poco ánimo, soltándome la mano, más bien dejándola ir con tristeza.
-Sí-
pronuncié segura e inamoviblemente.
-Te
puede proporcionar estabilidad y un futuro…
-Me
da igual- le interrumpí- no quiero lograr tales cosas tan sólo por casarme,
deseo conseguirlo por mí misma, por muy censurado que esté para una mujer, creo
que alguien tiene que empezar a hacer las cosas diferente. Tan sólo aunque sea
por rebelarme contra una forma de vida que me disgusta. Y desde luego no estoy
dispuesta a casarme con alguien a quien no soporto ni amo.
Mi
breve discurso le sacó de su estado para volver a la sorpresa, puede que la
admiración dadas sus siguientes palabras.
-Eres
una persona fascinante.
Me
sentí alagada, no obstante lo que me alegró más fue ver que sus ojos volvían a
ser los mismos.
No
tardamos en finalizar la charla para disponernos a comer aquellos pasteles tan
deliciosos que compensaban su pequeño tamaño. Puede que pareciese una tontería,
pero me sentía muy afortunada de poder pasar una velada tan agradable con una
persona tan agradable, aún más, me sentía enormemente afortunada de que nuestros
caminos se hubiesen cruzado ¿Qué podía hacer salvo sentirme feliz? Era
terriblemente imposible contener ni aunque fuese una sonrisa.
-Está
delicioso, Edmund- pude decir tras terminar el mío y sin disimular mi
entusiasmo.
-Me
alegra que te guste- comentó sonriente.- Espera, tienes un poco…
Mi
corazón volvió a latir como loco cuando él posó con suma ternura y cuidado su
mano en mi mejilla y con el pulgar me retiró delicadamente lo que supuse sería
un resto del postre. Sólo había experimentado algo así mediante mis novelas,
pero ahora era real y se sentía aún más intenso de lo que podía tan sólo
imaginar. Por un instante volví a dejar de respirar mientras él pasaba
descuidadamente su pulgar otra vez por mi mejilla, convirtiéndose en una
caricia. Conforme se acercaba más a la comisura de mis labios, más expectante
me sentía y más bailaba mi desenfrenado corazón, danzando con un ritmo vertiginoso.
Entonces fue cuando siguió su camino y acarició suavemente mi labio inferior,
haciéndome sentir cosquillas. Se paró entonces en la mitad y lo deslizó hacia
abajo, saliéndose y haciendo que la carne de mi labio rebotara ligeramente.
Yo no
podía dejar de mirarlo, no me creía lo que estaba sucediendo, me descubrí a mi
misma repentinamente ansiando un nuevo y recién nacido deseo, un beso suyo, tan
sólo eso… un beso y tocaría el cielo con mis manos.
Un
ruido repentino de la puerta nos sacó de aquel instante tan perfecto,
sobresaltándonos a ambos y rompiendo en pedazos mi ilusión. Miramos
simultáneamente hacia el lugar donde procedía y cruzamos miradas confundidos.
-¿Has
oído eso tu también?- le pregunté.
-Sí…
y me parece extraño, a estas horas no hay nadie por aquí- comentó y se dirigió
hacia la puerta.
Yo le
seguí a pesar del miedo que acababa de invadirme por aquel intempestuoso sonido
que no debería haber hecho aparición y temiendo entre múltiples procedencias,
cada cual más catastrófica. Pero cuando Edmund abrió la puerta, nada raro
ocurrió ni pudo verse ni una sola sombra, tan sólo la tranquilidad de la noche.
Dimos
un par de vueltas juntos por el lugar y no percibimos nada más, así que
coincidimos en que quizás podría haberse tratado de una corriente repentina,
decidimos no darle importancia y seguimos a lo nuestro.
El
resto de la noche fue como cualquier otro momento juntos, por desgracia no hubo
otra escena como la anterior, en su lugar hablamos de su magnífica historia, a
la que intenté aportar ideas para su finalización. Él se mostraba sumamente
emocionado por estar cerca de su punto de finalización y yo con él al verlo
brillar de alegría.
Apenas
un par de capítulos y podría presentarse a un editor… sonaba delicioso.
-¿Y
qué seudónimo has pensado?- cuestioné intrigada mientras volvíamos hacia mi
casa.
Se
quedó mudo durante unos minutos mientras cavilaba.
-Podría
usar nuestras dos iniciales por ejemplo…- empezó con su planteamiento en voz
alta.
-¿La mía
por qué?- cuestioné con curiosidad.
-Bueno,
te ofreciste a ayudar y no sólo hoy, sino también a la hora de encontrar y
presentárselo a un editor… estoy seguro de que sin tu ayuda no sería posible
verlo en una estantería.
Sus
palabras me hicieron caer en la cuenta de que aquello era un tanto más grande
de lo que yo estaba pensando y es que estábamos llevando a cabo un proyecto en
común, suyo inicialmente por supuesto, mas con un toque mío al final. La emoción
me inundó sólo de pensarlo, aquel encuentro estaba siendo sin duda el más
intenso de todos los que habíamos tenido hasta la fecha ¡y me encantaba! De alguna
forma empezaba a desear estar más cerca de él.
-Aunque…
ahora que lo pienso- prosiguió mientras yo volvía a la realidad- “ES” o “SE”
quedarían un poco extraño.
-¿Y
si usas unas pocas letras?- propuse.
Meditó
mis palabras unos instantes, hasta que saltó repentinamente con una respuesta
clara, segura y entusiasmada.
-“Shed”.
Lo
repasé en mi cabeza a ver qué tal me sonaba y finalmente coincidí en que era un
buen nombre.
Al
llegar a la calle donde vivía, me encontré en la tesitura de cómo despedirme.
Lo correcto obviamente sería un saludo cortés… pero no éramos de esos y era
algo que a estas alturas me resultaba más frío de lo que deseaba entonces.
Esperé a ver si él se atrevía a repetir una escena como la anterior, pero como
no fue así, decidí ser yo la osada en su lugar y deposité mis labios en su
mejilla con ternura, provocando su sorpresa y que me mirara de hito en hito,
como sin creerlo.
Con
los nervios por si no le había agradado le dediqué después un “adiós” fugaz y
me marché apresurada por la vergüenza, no sin notar una extraña sensación que
me produjo un escalofrío desagradable antes de entrar por la puerta.

This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Comentarios
Publicar un comentario