Cuando llega el cambio - 05
La
desesperanza no había desaparecido, no obstante sí que dejó de apretar mi
garganta cuando ya llevaba un rato con Edmund. Le había pedido que fuésemos a
un sitio tranquilo y me llevó al más maravilloso de todos, uno que sin duda
amaría por siempre.
Era
la primera vez que pisaba aquella biblioteca por la noche y estar allí me
resultó un espectáculo precioso. Sus altísimos ventanales dejaban entrar toda
la luz de la Luna, la cual iluminaba delicadamente la estancia, como
seleccionando las estanterías con libros que eran de su agrado. En mi interior
imaginé a la Luna leyendo sus tomos favoritos desde el otro lado de la ventana.
Nos
fuimos a la parte final de la amplia estancia donde había una chimenea, algunos
sillones y una gran alfombra en el pulcrísimo suelo, era el rincón destinado a
los lectores más relajados.
No
hizo falta encender ni las luces ni la chimenea ya que ni hacía frío ni hacía
falta más visión. Ya veía todo cuanto deseaba ver.
Me
senté en la alfombra a sabiendas de que no era lo propio de una señorita
recatada, no obstante no me importaba ya que no hacía falta fingir en presencia
de mi amigo, con él podía ser yo misma y a él tampoco le importunaban ese tipo
de cosas. Él no tardó en acompañarme también en la misma alfombra, sentándose
cercano a mí. Me miraba curioso y preocupado, intentando desenmarañar el nudo
que eran mis pensamientos. Realmente no le hizo falta preguntarme con palabras
qué había ocurrido, ya me lo cuestionaba con aquellos ojos tan bellísimamente
marrones. Empecé a contarle todo… desde la fiesta de cumpleaños hasta aquella
noche, le hablé no sólo de lo ocurrido sino también de qué pensaba y sentía, de
lo que me carcomía por dentro como si de polilla se tratara, una polilla que
comía con avidez.
Me
miró en silencio mientras escuchaba, no dijo nada hasta que solté todo el caos
que habitaba en mi interior. Después de años y años esforzándome por no perder
la esencia de lo que yo era en realidad mientras mantenía en pie una impecable
reputación y aquella máscara tan perfecta a la que odiaba… me había venido
abajo. Era triste reconocerlo, pero era algo innegable. No sabía si se habrían
dado cuenta aquellos a los que dejé en casa con un palmo de narices, sobre todo
a Charles, mas sinceramente los únicos que me importaban eran mis padres en
toda esa situación y por desgracia también la imagen que iba a tener la familia
después de mi pericia de aquella noche. Lo que ocurrió fue un desastre
socialmente hablando y si la familia Gretz quería podía dejarnos en muy mal
lugar, eran personas influyentes y poderosas como bien había expuesto mi
pretendiente, así que podían hasta destruir la carrera de mi padre si así lo
deseaban.
Me
sentía atrapada…
-¿Estás
más tranquila ahora?- preguntó un preocupado Edmund rompiendo así con el
silencio.
Sólo
pude asentir con la cabeza, me escocían los ojos de tanto llorar y los párpados
me pesaban.
-¿Tienes
que darle una respuesta hoy?
-No
lo sé… -pronuncié de manera casi inaudible mientras un par de lágrimas
recorrían el camino por el que otras pasearon no hacía mucho.
-¿Tienes
más pretendientes?
-No
que yo sepa, esta es la primera proposición oficial que me hace nadie. No sabes
cuánto lamento que sea precisamente alguien así.
-¿Rico?-
inquirió.
-Prepotente,
arrogante, creído,…
-Pero
es rico- remarcó la obviedad, como si
aquello cambiara algo.
-¿Y
qué?- cuestioné con frustración y mirándole intensamente.
La
lluvia de mis ojos pareció reflejarse en el roble de los suyos, como si se
tratara de un sutil aguacero de verano en mitad de un robedal. Para mí aquella
fresca y natural conjunción era perfecta.
-Que
tiene razón en lo que dice, puede darte una buena vida, sin ninguna
preocupación- expuso.
-¿Y
una vida feliz?- pregunté ofuscada.
-Eso
depende de ti.
Por algún
extraño motivo su voz no sonaba como siempre y no alcanzaba a ver por qué.
-No
le soporto ¿sabes? Más allá del obligado trato cordial me parece alguien
educadamente mezquino ¿Cómo voy a casarme con alguien a quien no soporto?
-¿Acaso
tienes puesto tu interés en otra persona?- cuestionó suspicaz.
Debí
de quedarme completamente roja, menos mal que aquella luz no era suficiente
para mostrar cómo de avergonzada estaba en ese momento.
-¿Por
qué lo preguntas?- intenté contestar con una evasiva.
-Como
dijiste, no te han hecho más proposiciones aún, pero quizás las recibas. Quizás
la de alguien en particular te interese finalmente.
Mi
corazón de pronto era un caballo desbocado ¿Me estaba dejando caer una sutil
indirecta acaso?
-¿Lo
dices por algo en particular?- acerté a cuestionarle, muerta de nervios y
vergüenza.
-Lo
digo porque quizás pueda dirigirse a ti alguien en esos términos, y con mejores
maneras espero, con el que simpatices más- se explicó.- No todos los chicos
ricos serán como él supongo.
Un
atisbo de desilusión se cruzó por mi rostro. En unos instantes el castillo de
arena que estaba construyendo en mi mente había sido arrasado por el implacable
viento.
Quizás
era estúpido… pero incluso me había ilusionado con la posibilidad de gustarle a
Edmund, al menos tanto como él me gustaba. Suponía que aquello no era amor,
claro que no, se sentía fuerte pero para nada tan intenso como lo que relataban
mis novelas.
Quizás
estábamos asentando las bases…
Eso
pensé y en verdad era como creí, aunque en esos instantes agraecí no
precipitarme puesto que ya tenía bastantes dificultades en ese entonces como
para que llegara alguien especial y de la nada me prometiese amor eterno a
pesar de las penurias que pudiésemos pasar.
Aquello
sonaba tan novelesco…
Recuerdo
pensar en aquellos instantes que, si deseábamos en serio tener una historia en
el futuro, había que hacer las cosas bien. Nada de “huye conmigo”, eso no
resolvía nada.
Suspiré
resignada y me tumbé en la alfombra tan larga como era y él me siguió,
reposando su cabeza cercana a la mía.
-¿Qué
harías?- comencé a hablar- Quiero decir… ¿Cómo sería tu vida si tuvieses más
dinero y oportunidades?
Él se
quedó pensativo, de no ser porque ya empezaba a conocerle mejor habría creído
que se había ofendido con mis palabras.
-Probablemente
tendría un negocio modesto o sería oficialmente un escritor.
-¿Has
intentado publicar algo?- cuestioné con curiosidad.
Emitió
una pequeña e irónica risa.
-Ambos
sabemos que tal cosa no es viable.
-¿Lo
dices por ser quien eres?- le pregunté con tristeza.
-Precisamente-
concordó tras un suspiro.
-Detesto
que las cosas sean así.
-Yo
también, pero así está el mundo.
Entonces
una chispa iluminó mi ahora algo ensombrecida mente.
-¿Y
si escribieses bajo un pseudónimo?
Aquello
le dejó perplejo, era probable que hubiese desechado la idea de escribir antes
de tan siquiera reparar en ese detalle. Como no respondió por estar asimilando
la información, proseguí.
-Podrías
escribirlo y firmarlo con un nombre cláramente inventado y yo podría llevarlo a
la imprenta ¡Sería glorioso!- empecé a decir emocionada- No prejuzgarían ni te
cerrarían puertas porque sólo verían tu trabajo. Además tendrías mi respaldo,
aportaría confianza a tu labor.
Tras
unos instantes pensando, me respondió finalmente.
-Te
lo agradezco, pero resulta un poco triste no poder publicar con mi nombre
verdadero.
-Comprendo…
Mas quizá sea peor la imposibilidad de publicar.
Se
quedó profundamente callado, tanto que llegó a preocuparme. De pronto se
levantó de un respingo y fue hacia un escritorio que había en la biblioteca,
sacó una llave que llevaba atada con un cordel en su cuello y se dispuso a
abrir la cerradura del último cajón. Recogió algo y vino raudo a donde yo
estaba.
Me
tendió un montón de papeles con vergüenza y pedazos de alegría y emoción.
-Me
gustaría que lo leyeras- dijo solamente.
Cogí
los papeles con sumo cuidado y mimo y comencé a leer mientras él se recostaba a
mi lado nuevamente algo tembloroso por los nervios.
No sé
exáctamente cuánto tiempo pasé leyendo, mas no me cansaba. Lo que tenía entre
mis manos era una obra preciosa sobre un humilde granjero que se armaba de
valor y se disponía a recorrer mundo. La historia era elocuente y vivaz,
hablaba sobre ganas de ver, de conocer, de sentir, de la lucha contra lo
desigual… ¡Me encantaba! No podía dejar de leerlo.
Unas
páginas más adelante el valiente campesino se enfrentó a un poderosísimo dragón
que robaba la comida de un reino entero… ¡Era símplemente brillante! Tal y como
estaba escrito además de la trama principal, las secundarias y las poderosas
ideas y sentimientos que transmitía.
Cuando
por fin llegué a la última línea, quería más…
-¿Lo
has terminado?- cuestioné intrigada.
-No-
respondió tímidamente- aún tengo algunas ideas más.
-He
leído varias historias y esta no se parece a ninguna. Le da un enfoque nuevo,
fresco, libre…
-¿Te
gusta?
-No…
¡Me encanta! Creo que deberías terminarlo y probar suerte.
-¿De
verdad crees que es bueno? ¿Qué podría optar a ser publicado?
-Lo
creo firmemente. Tú termínalo que yo me encargaré del resto.
Como
respuesta obtuve una sonrisa de oreja a oreja que me hizo recobrar el aliento y
la alegría perdidos.

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