Cuando llega el cambio - 03
Bajé corriendo las escaleras con mi vestido favorito, estaba
radiante y muy emocionada por volver a hablar con Edmund, tanto que casi no
consigo detenerme al oír a mi madre a mi espalda cuando estaba a punto de
cruzar la puerta. Si hubiera sabido lo que me esperaba aquel día… no me hubiese
detenido.
-¿Dónde vas jovencita?
-A dar un paseo- dije exuberante de alegría.
-¿Te has olvidado de nuestro compromiso?
Ahí me detuve meditabunda… ¿De qué compromiso se suponía que
estaba hablando?
Ella se percató de mi olvido por supuesto ya que resopló un
tanto exasperada.
-Habíamos quedado con la familia Gretz, que nos invitaron a
una merienda en su casa. Charles cumple años ¿no lo recuerdas?
Una chispita se encendió en mi mente haciéndome recordar.
-¿Es necesario?- pregunté con fastidio, no tenía ni por
asomo ninguna gana de ir, menos si además conllevaba que no iba a poder ver a
Edmund aquel día.
-Sí, ya les dijimos que sí, quedaríamos mal si nos
retractásemos.
Resoplé molesta con la idea.
-Venga, no repliques y sube a arreglarte, tenemos que
marcharnos dentro de un rato- dijo antes de desaparecer de la estancia.
Subí un tanto exasperada y resignada, parecía a todas luces
que iba a perder mi tarde con Edmund y en su lugar iba a tener que fingir ser
una recatada señorita en otra reunión social.
La palabra que se cruzaba por mi mente era “aburrido”,
aunque también le podía añadir “tedioso” o “desagradable”. Además, para
aquellas reuniones sociales solía ser preciso maquillarse y yo lo detestaba
¿Por qué arreglarme hasta el punto de estar inmaculada para reunirme con
personas que no eran de mi agrado y fingir que estoy feliz de estar allí?
Además ¿Por qué tenía que maquillarme? ¿No valía con mi apariencia normal?
Me senté con hastío en mi tocador y miré a la chica del
espejo. Cuando me devolvió la mirada pude darme cuenta de que los ojos de esa
chica no brillaban de felicidad como hacía unos instantes ni tenía esa sonrisa
tan amplia en su rostro. En su lugar había unos ojos apagados y una mueca
torcida. Respiré con profundidad, no podía dejarme ver así ya que dejaría a mis
padres en mal lugar, por lo que me esforcé en arreglar mi expresión más que mi
maquillaje.
Para animarme me puse a imaginar que me encontraría de
sorpresa con Edmund en aquella reunión, lo que seguramente haría que fuese
menos tedioso permanecer allí y logró que mi expresión mejorase, a pesar de que
sabía que esa posibilidad no existía, mas la sola idea de volverle a ver
mejoraba todo lo que pudiese pasar aquella tarde.
Mientras me maquillaba pensé en que lo hacía para
sorprenderle y en que me tendría que reunir con él lo antes posible para
excusar mi ausencia, no quería que pensara mal de mí tras la última
conversación.
Cuando estaba terminando de hacerme el recogido que solía
llevar a aquellos eventos, mi madre apareció por la puerta algo acelerada.
-¡Vamos, hija! Tu padre nos espera, no querrás que lleguemos
tarde.
-No, madre- respondí solamente, sabía que era de muy mala
educación y estaba muy mal visto llegar tarde y para nada deseaba causar
problemas así que me apresuré en acabar de sujetarme el pelo y me reuní con
ella en la puerta.
El camino hasta la casa de los Gretz fue más divertido
imaginando seres fantásticos corriendo por la ciudad y sus calles. No podía
evitar aquellas ensoñaciones, la vida era más soportable así. Cuando llegamos,
tras ofrecer nuestras chaquetas al sirviente que nos abrió, el señor Gretz nos
recibió en su salón, donde ya había algunos invitados.
-Bienvenidos, familia Almeth, un placer teneros en mi salón.
-Gracias Allan- respondió mi padre, nosotras sonreímos e
inclinamos ligeramente la cabeza.
-Por favor, pasad y degustad la comida, en seguida os
servirán un té o algún licor para ti si gustas, Jacobo.
-Gracias. Sí, un licor de hierbas estaría bien- respondió
nuevamente él, quien se fue a socializar con otros hombres.
Nosotras avanzamos por el salón hasta el jardín, donde había
un par de grupos de mujeres que charlaban alegremente.
-Pero si han venido la señora y señorita Almeth, es todo un
placer- respondió la señora Gretz jovialmente.
Tras responder a su saludo, mi madre se acercó a ellas para
charlar mientras yo me quedaba con la horrenda opción de ir a hablar con la
gente de mi edad que hubiese en la fiesta.
-Sheryll, Charles y los demás están donde la fuente. Dile
que te enseñe los peces nuevos ¡Te van a encantar!- tras esto, volvió a girarse
y retomar la conversación con el resto de mujeres.
Avancé por el jardín hasta llegar a la zona de la fuente,
una enorme que tenían justo en frente de un gran laberinto de setos altos,
verdes y cuidados. Allí estaban sentados en frente de la grandiosa fuente, que
desprendía sus brillantes chorros de agua de la escultura central.
-Buenas tardes- dije al acercarme al pequeño grupito.
Me respondieron unos con más ánimo que otros, sin embargo a
quien más parecía agradarle mi presencia fue a Charles, quien se mostró
especialmente contento.
-Bienvenida- casi exclamó- gracias por aparecer, esta fiesta
no era lo mismo sin ti.
-Me halaga, Charles, pero no debería desprestigiar al resto
de su compañía- le respondí cordialmente.
-Sobre todo cuando hemos llegado antes- respondió Katie, que
estaba sentada al lado del anfitrión más joven.
-Bueno, antes o no, lo importante es llegar a tiempo- dije
en mi defensa, a sabiendas de que había intentado dejar caer que habíamos
llegado tarde.
-Lo bueno se hace esperar- respondió Charles.
-¿De qué charlaban?- cuestioné sin interés, tan sólo por
cambiar el hilo que había tomado la conversación y sin ninguna gana de
responder a aquel último comentario.
-Hablábamos sobre el feliz destino de Astrid, quien ya está
prometida- Respondió Hugo.
Miré a la susodicha con sorpresa, que se había sonrojado.
-Enhorabuena- exclamé hacia ella con una alegría forzada-
¿Quién es el afortunado?
-Ése bribón de aquí- dijo Charles señalando a Francisco,
quien medio sonrió.
No imaginaba a Astrid casada con Francisco, ella era una
chica dulce y tímida y él un bravucón educado, me preguntaba si ahí había amor
en realidad o había sido concertado. Aun así tuve que mostrarme alegre por
ellos, era lo que socialmente había que hacer, así que mostré la mejor sonrisa
falsa que tenía y les felicité por su enlace.
-¿A usted no se lo han pedido aún, Sheryll?- preguntó una
maliciosa Katie.
-No, Katie, nadie me preguntó tal cosa- dije con naturalidad
y sin dar importancia a su insinuación.
-Será que sus pretendientes son unos cobardes ¿No crees,
Charles?- comentó Hugo con total intención.
-Quizás sólo estén buscando el momento adecuado, no se
agobie señorita- me dijo el aludido, ignorando el comentario.
Decidí ignorar también esa insinuación, pero Katie no podía
quedarse callada.
-Quizás sólo están ocupados en asuntos importantes, no
desespere.
Decidí ignorarla también y cambiar nuevamente de tema.
-Me dijo la señora Gretz que tenían peces nuevos en la
fuente ¿Puedo verlos?- cuestioné con toda la intención de irme sola hacia la
fuente, mas Charles no me lo permitió.
-Por supuesto, la acompaño- tras esto se levantó de su
asiento.
-Yo también voy- anunció Katie incorporándose y dirigiéndose
hacia donde estábamos mientras el resto charlaban despreocupadamente en sus
sitios.
Aquella fuente estaba plagada de hermosos peces de colores
que nadaban despreocupadamente, boqueando de vez en cuando. Sus escamas
relucían al sol, acompañando los destellos del agua.
-Son muy hermosos- pude decir.
-Bueno, palidecen ante otras bellezas- respondió Charles.
-Unas más que otras- apuntilló una altanera Katie.
-Katie, ven un momento- llamó su madre de repente.
-Ahora no puedo, madre.
-No me repliques y ven- le dijo intentando no mostrar que
estaba molesta con ella por su replique.
-Ahora vuelvo- nos comentó la susodicha, pero sobre todo a
mí.
Instantes después, Charles se hizo de nuevo con las riendas
de la conversación.
-Esta Katie siempre con sus comentarios incisivos- dijo a
modo de quitarle peso, mas yo no tenía nada que responder, así que prosiguió.-
¿Entonces le gustan los peces?
-Son muy bonitos, me gusta cómo brillan sus escamas, además
de sus colores.
-Puede darles de comer si gusta, será por pan, no nos falta
de nada.
-De eso estoy segura, gracias por la oferta.
No me gustaba a dónde se dirigía la conversación, así que
intenté ir con el resto del grupo.
-Espere- dijo haciendo que me detuviese en mi intento- ¿Sabe
que es mi cumpleaños?
-Sí, la fiesta es por usted- de repente me acordé de su
regalo, que estaba ya preparado envuelto
y perfectamente colocado en la mesilla de la entrada de casa… dónde se quedó.
Fue un descuido muy grande ofensivo por
mi parte, así que tenía que arreglarlo de alguna forma.- Felicidades, que creo
que no se lo he dicho, disculpe.
-Disculpada, imposible no perdonarle nada con esos ojos de
cervatillo. No obstante… esperaba un obsequio hoy- dijo alargando un poco de
más la frase.
Mi corazón se aceleró, se me tenía que ocurrir algo deprisa
o la reputación de nuestra familia se pondría en duda. Me asqueaba aquella
presión social.
-Precisamente estaba comentando antes con mi madre acerca
del regalo y con qué color quedaría mejor envolverlo…
-No hace falta nada material, señorita, de eso me sobra como
puede ver- adornó con una risita superficial- estaba pensando en otro tipo de
regalo, si es que acepta.
Mi corazón se desbocaba mientras se encogía mi estómago al
oír aquellas palabras temiendo lo que podían significar ¿Por qué no simplemente
me tragaba la tierra?
Mi salvación fue Lilith, quien llegó apresurada hacia
nosotros.
-Señiorita- dijo entre resoplido y resoplido mientras me
tendía el regalo de Charles.
La pobre debió de haber corrido durante varias calles con el
regalo a cuestas sólo para cubrirnos.
-Gracias, Lilith- le agradecí de todo corazón y doblemente,
por interrumpir el momento y por salvarme en lo que al regalo se refería.
-¿Es que no sabe cuál es su lugar?- le reprendió sin alzar
apenas el tono.
-Discúlpela- me anticipé al ver el susto que ésta se llevó
ante sus palabras- vino porque yo se lo pedí, me pareció que sería una buena
forma de proporcionar una entrada más llamativa al regalo, además era más
cómodo venir sin cargarlo.
-Disculpie, señiorito, no volvierá a pasar- dijo bajando la
cabeza.
-Espero que su forma de expresarse tampoco, no queda para
nada correcta ni bonita.
A pesar de que en ningún momento había cambiado aquel tono
aparentemente cortés, sus palabras eran de lo más desagradables. De repente el
nudo de mi estómago que había aparecido por el pánico se sustituyó por asco,
así que decidí tenderle su regalo lo más suave que pude hacerlo y hablé todo lo
amable que fui capaz.
-Tome, Charles, el regalo que supongo le agrade más que el
creo que pensaba para que pueda acompañar al resto de sus cosas.- Iba a responderme,
pero no se lo permití- Le ruego me disculpe, voy a marcharme con Lilith, me
encuentro indispuesta y no querría que por mí se estropee una fiesta tan
maravillosa.
Lilith se quedó de piedra ante mis frías palabras
enmascaradas mientras Charles parecía debatirse entre estar molesto o
sorprendido. No le di tiempo a que se decidiese y excusándome ante el resto de
los presentes, me fui con Lilith.
De camino a casa estuvimos calladas hasta que ella no pudo
aguantar más el silencio.
-No debió hacer eso señiorita- dijo apesadumbrada.
-No debió tratarte así- le respondí mostrando ahora mi
estado real de ánimo.
-Señiorita, que ustedes sean gentieles no hace que el riesto
lo sean- le excusó.
-Lo sé y me da igual, del servicio o no sois personas y
merecéis respeto.
Nos estábamos adentrando en calles cercanas a la que solía
estar Edmund, así que decidí aprovechar el tiempo que quedaba de día.
-Discúlpame, Lilith, iré más tarde de lo previsto- dije y me
desvié del camino a casa.
-Cuídese señiorita- me dijo a modo de despedida.
No tardé mucho en encontrarlo, al verlo mi enfado se disipó
en el aire, no merecía la pena malgastar mi tiempo en enojarme con un cretino
cuando podía pasar el resto de tarde agradablemente con mi querido amigo.
Él estaba acabando de atender a un caballero, por lo que
hasta que finalizó no se dio cuenta de mi presencia, entonces me sonrió y
saludó como tenía por costumbre.
-He decidido algo- dije con firmeza- no quiero tratarte más
de “usted”, si te parece bien.
Aquello pareció impresionarle, así que me dispuse a
aclararlo.
-Lo he decidido porque he estado en una horrible reunión
social con gente a la que conozco desde hace muchos años y sigo tratando de
“usted”. En este caso no me importa, porque casi ninguno me cae un poco bien,
pero precisamente por ello debería haber una diferencia entre el trato que
reciben esas personas al que recibes tú.- hice una pausa.- Sé que apenas nos
conocemos, pero en ese tiempo has aportado a mi vida momentos más agradables
que esas personas con las que se me fuerza a relacionarme, además te siento más
cercano que tan siquiera una sola de ellas, creo que mereces ser tratado de
“tú” si por ello se refiere.
Estaba tan seria y hablaba de forma tan firme que debí
dejarlo perplejo y pensativo, nos envolvió un incómodo silencio en el que
intercambiamos miradas y nada alrededor parecía ser real.
-De acuerdo- aceptó al de un rato- ¿Entonces quiere que
también la trate de “tú”?
Respiré aliviada, no sabía cómo se lo iba a tomar así que
aquellas palabras disiparon mi temor y dudas y emocionaron profundamente.
-Me gustaría mucho- dije con una sonrisa enorme y
resplandeciente.
Entonces me senté y seguimos hablando como cualquier otro
día.

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