Cuando lega el cambio - 02
Al día siguiente no pude reprimir el caer en la tentación de
recorrer las calles en busca de aquel muchacho que tan poderosamente había
llamado mi atención. Y es que carecía de ese ego tan desmesurado y propio de la
gente de clase alta, quienes se sentían los dueños del mundo, con los que
forzosamente tenía que tratar para no ser excluida de los círculos sociales tan
necesarios para prosperar. Además, no había podido evitar reparar en su amplio
vocabulario, tan propio de alguien leído, cosa que era bastante extraña
teniendo en cuenta que la lectura estaba lejos de su alcance, casi prohibida.
Esa peculiaridad resultaba bastante hermosa a mi parecer, como encontrar un
unicornio en mitad del bosque. Me sentía afortunada de haber conocido a alguien
así y tenía la profunda curiosidad de dónde había aprendido a leer, qué libros
había leído y mil cuestiones más.
Por fin le encontré en una calle no muy lejos de la del día
pasado, estoy segura de que se me iluminó la cara al verle porque me hizo mucha
ilusión. Me acerqué a él alegremente y sin titubear.
-Buenos días- dije jovial.
-Buenos días- me respondió con su particular sonrisa.- Me
alegra verla tan contenta ¿No tuvo problemas al final?
-Gracias a su grandioso trabajo salí impune de la
reprimenda, al final tan sólo se me recriminó salir a la calle mientras llovía
y por cómo llegó el vestido a casa- le expliqué.- Pero de los zapatos era
imposible formular queja alguna. Debería estar orgulloso de su espléndido
trabajo.
-Es todo un placer, además el trabajo hay que hacerlo lo
mejor posible o no hacerlo, al menos eso creo.
-Estamos totalmente de acuerdo, Edmund.
-¿Y en qué puedo ayudarla hoy?
-Verás, quedé sorprendida por el resultado de su trabajo,
pero me parece una lástima que el desafortunado clima no me permitiese mostrar
con orgullo mi reluciente calzado, así que hoy que el sol nos sonríe, me
gustaría tener esa oportunidad.
-Me halaga, por favor siéntese- dijo mientras extendía un
brazo señalando a la silla.
Según empezó su labor
fue que comencé a inundarle a preguntas, quizás fui algo molesta, pero él no lo
manifestó en ningún momento sino que siguió mostrándose calmado y concentrado,
respondiendo a todas y cada una.
-¿Sabe? Me llama mucho la atención su forma de hablar-
comenté.
-¿Cortés?
-No, no sé explicarlo, es como que denota que usted es
alguien leído. Es decir… por favor no me tome esto como algo pretencioso porque
no lo es- me excusé.- Resulta que he tenido y tengo trato con muchas personas
del servicio doméstico y no hablan como usted. Claro que guardan esa cortesía y
formas, pero a la hora de expresarse no lo hacen con esa fineza y cuidado… Ah
¡Qué tontería!- dije con agobio- me estoy expresando muy mal.
-No se preocupe, la he entendido a la perfección- respondió
y lejos de parecer ofendido, se había tomado a bien mis palabras ya que
acompañó las suyas con una sonrisa.
-¡Menos mal! Ya creí que estaba quedando como una total
estúpida- exclamé aliviada.
-Por favor le ruego no diga eso de su persona- me pidió con
su característica amabilidad mas con un toque serio en su voz.- Respondiendo a
su pregunta, sí, me encanta leer.
-¿Y cómo ha aprendido?- cuestioné totalmente sorprendida y
boquiabierta.
-A parte de este trabajo, también estoy en la biblioteca.
Mis tareas se resumen en limpiar y colocar libros, pero el bibliotecario que
allí me supervisa se puso enfermo en algún momento y tuve que sustituirle, por
lo que vio necesario enseñarme para poder desempeñar dicha función.
No salía de mi asombro, debía de tratarse de algo insólito y
era un motivo más por el que me encantaba.
-¿Y lee a menudo?
-Siempre que tengo la oportunidad- contestó con la sonrisa
propia de alguien que ama secretamente una pasión.
-¿Cuál es su temática favorita?- cuestioné intrigada, quería
saber más y más cosas de aquel muchacho.
-La historia, los relatos históricos en sí. Me gusta
imaginarme viviendo en otra época y clase, pero también adoro la poesía. Esos
versos que hacen saltar al corazón y te llenan de emoción hasta los huesos.
Se veía a la legua que le entusiasmaba aquello de lo que estaba
hablando, la madera de sus ojos resplandecía de puro gozo y mi corazón se
aceleró al ver un espectáculo tan hermoso.
-¿Y a usted?
-Soy una apasionada de la fantasía, me encanta imaginar
mundos completamente ajenos, criaturas bellas y extrañas para nosotros y
personas con poderes extraordinarios. A veces no puedo evitar soñar despierta
imaginándome viviendo aventuras en un mundo fantástico con dragones,
unicornios, sirenas,…- no podía parar de hablar, había dado justo con un tema
que adoraba, podría hablar de ello durante días sin descanso, sobre todo porque
era la primera vez que podía hablar de mis ensoñaciones con alguien, mas por un
momento creí que se burlaría de mí como todos los demás.-Perdona, pensarás que
soy una completa ilusa- me paré después de hablar y hablar, apenada por pensar
que lo había hecho de más.
-Ni mucho menos, por favor no piense eso. Ante todo me
parece fascinante conocer a alguien que comparta mi afición y no me trate como
un bufón.
-¿Un bufón?- cuestioné, desconocía esa palabra.
-Sí, en una época pasada era quien estaba a cargo del
divertimento de la nobleza haciendo tonterías- me explicó.
-Vaya, no sé por qué no me sorprende que existiese tal cosa.
-Bueno, esto está terminado- me dijo mostrándome mis ahora
más bellos y relucientes zapatos.
-¿Ya?- cuestioné extrañada- o trabajas muy deprisa o contigo
el tiempo vuela- afirmé tan sorprendida que tardé en percatarme de que había
dejado de tratarle de “usted” para pasar a un trato más cercano y hogareño.-
¡Perdón!- exclamé nerviosa- mil perdones, no quiero que me malinterprete…
-Puede tratarme de “tú”- me interrumpió, tranquilizándome.
-Pero va a pensar que soy una indecente…
-No se preocupe, es imposible pensar algo así de usted. Sé
que el protocolo social indica que nos tenemos que tratar de “usted”, pero hay
que reconocer que es incómodo mantener esas formas todo el rato. Si uno se
acostumbra a hablar de “tú” en sus círculos cercanos, al final el lenguaje
acostumbrado parece que tiene más peso, es normal que se escape en una situación
que por estar fuera del contexto resulte inapropiado. No obstante no se
preocupe- prosiguió- no he pensado nada extraño de usted, de hecho todo lo
contrario, me parece alguien cordial y es muy agradable que me trate como a
cualquier otra persona- acompañó esto con una cálida sonrisa que derritió una
parte de mí.
-Gracias, mas no veo por qué no debería tratarle como
alguien más. No comparto la extendida creencia de que somos diferentes por
haber nacido en familias con oportunidades distintas.
-Precisamente eso es algo que la hace sumamente agradable y
única. Por favor no pierda eso- se tomó el lujo de añadir.
-¿Sabe?- empecé tras un ligero instante de pausa entre
ambos- creo entender por qué se me escapó el “tú” hace un momento.
-¿Y bien?- me incitó a hablar, curioso.
-Creo que es por lo que ha dicho del círculo social más
cercano a uno. Es decir, que se me escapó el “tú” porque me siento cercana a
usted- parecieron llamarle la atención mis palabras, sin embargo no había
terminado mi explicación.- Es… la primera vez que me siento tan cercana a
alguien a quien apenas conozco, pero también es la primera vez que mis gustos
no le parecen un disparate a alguien, que no se ríe de mí y que además en parte
compartimos una pasión, en este caso la lectura- proseguí.- Me agrada y asombra
tanto que no quiero dejar de conocerle, tengo ganas de saciar mi curiosidad de
conocimiento sobre usted y de compartir otra charla amistosa- hice otro parón,
suspiré y sonreí.- Supongo que puede parecer absurdo que diga esto, pero… es de
las pocas veces que me siento completamente a gusto con otra persona, que no
huyo de su compañía sino que la busco y es algo extraño puesto que recién nos
conocimos ayer… me siento extraña pero agradecida por el maravilloso encuentro.
Aquel sorprendido Edmund tardó un tanto en procesar la
información que acababa de caerle encima, como un aguacero de palabras que
salían sinceramente de mi corazón.
-¡Perdón!- empecé a decir temiendo haberlo molestado o
incomodado- no pretendía resultar extraña, lo siento, yo…
-Está bien- dijo solamente, mas su enorme sonrisa me indicó
que mis temores eran en vano.
Cogí entonces los zapatos que aún tenía sujetos por sus
manos, creo que ciertamente muerta de vergüenza porque hasta bajé ligeramente
la cabeza, evitando su mirada.
-Yo también me siento así- respondió con una cálida sonrisa
que hizo que mis mejillas se calentaran como por el fuego del sol.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar aquello, y empezó a
saltar locamente dentro de mi pecho, hasta el punto que creí que decidiría
escaparse de su hogar en cualquier momento, quizás para salir a saludar a quien
le había proporcionado aquellas ganas de bailar y moverse a lo loco.
Me sentí estúpida por no ser capaz de responder a sus
gentiles palabras, me limité a recoger mi calzado y pagarle y, cuando estaba
alejándome muerta de vergüenza por el ridículo que había hecho y por la extraña
situación, además de la marejada de emociones que sentía en aquel momento, él
aún me contestó.
-Me encantará volverte a ver mañana.
Me giré despacio, era toda una sorpresa no sólo por lo que
dijo, sino por lo bien que se había tomado todo lo que dije yo, después del
miedo que había atenazado mi espíritu al darme cuenta de todo cuanto había
dicho. Era algo que siempre me recriminaban, ser tan pasional y descuidada,
pensar después de hablar y es que yo hablaba desde el sentimiento.
Mi boca estaba seca, no hubiera podido responderle a pesar
de que deseaba hacerlo, así que me limité a hacer lo único que podía, sonreír y
marcharme despacio.
Una vez llegué a casa y mi corazón se había calmado de tanta
emoción junta, no pude evitar pegar un brinco cuando una despreocupada Lilith
había aparecido tras de mí sin previo aviso, saludándome.
-Perdión Sheryll, no querida asustarla- se disculpó.
-No te preocupes Lilith, vengo alterada, nada más.
-¿Ha piasado algo? No me preocupe.
-Tranquila, estoy bien- respondí sonriente a lo que ella me
miró perspicaz- Oye, quería preguntarte una cosa, creo que nunca te lo he
preguntado y siento si es raro.
-Adelantie- dijo, incitándome a hablar.
-¿Nunca has tenido curiosidad por aprender a leer?
-No no no no- respondió acelerada y atropelladamente.- Eso
no es para giente como yo ¡¿Cómo sie le ocurre?!
-¿Por qué no? Leer te abre muchas puertas no sólo al
conocimiento, sino también a mundos distintos.
-Mire yo prefiero vivir en iel mundo real. De niada me va a
servir leier, al fienal nada cambia, yo voy a segier siendo una siervienta, me
van a segier viendo asín sepa leier o no. Esas oportuniedades de las que habla
no son para la giente como yo. No voy a tenier un trabajo mejior ni un hogar
mejor por ello, para los demás seguiré siendo la siervienta que soy.
Aquello me hizo reflexionar… Las grandes cúpulas
pensaban que los pobres no querían una vida mejor, cosa que no era cierto, pero
Lilith afirmaba una verdad que seguro no se habían dignado a ver. Y es que el
problema no era que ellos no quisieran nuevas oportunidades, es que sabían que
nunca se las iban a conceder.
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