Cuando llega el cambio - 06

Edmund me acompañó hasta cerca de mi casa aquella noche, dijo que así respiraría tranquilo. Yo no pude agradecérselo más. Cuando llegué, en casa estaban alborotados, mi padre acababa de volver junto con un sirviente de ir en mi busca, desesperado.
Se temían lo peor seguramente, no podían ni imaginar que la compañía que había tenido esa hermosa noche era inmejorable, al menos aquella parte de la noche.
Cuando me vieron entrar, se detuvo todo, mi madre se puso a llorar por los nervios y mi padre se acercó a mí y símplemente se quedó ahí parado, como si se estuviese debatiendo entre propinarme un sopapo o abrazarme, todo mientras respiraba de forma agitada. Al final optó por lo segundo, estrechándome tan fuerte que hizo que me costase respirar.
-¿Te has dado cuenta de lo preocupados que hemos estado?- me cuestionó, enfadado pero aliviado de que estuviese bien.
-Lo lamento, padre, madre…
-¿Qué ha pasado hija?- preguntó mi madre entre sollozos mientras se acercaba a nosotros.
-Charles me… me…
-¿Te hizo algo inapropiado?- me increpó mi padre con enfado mientras se separaba brúscamente de mí y me sujetaba por los hombros.
-No… no es eso… Me pidió matrimonio- prácticamente escupí aquellas palabras como si me hiciesen mal al estómago.
No estaban sorprendidos, por supuesto, él había ido a hablar primero con mi padre y seguramente él se lo había comentado a mi madre.
-¿Cuál es el problema entonces? ¿Te asustaste?- cuestionó él, soltando mis hombros suavemente.
-Supongo que sí… -dije algo cabizbaja y triste- no me esperaba que fuese así de… frío.
-Bueno los nervios del momento pueden hacer que uno no se esprese tal y como es en realidad- le excusó mi madre.
-No es eso… no sé explicarlo… me he sentido como si él tuviese un negocio y yo otro en frente y pretendiese unirlos.
Fue lo primero que se me ocurrió, no obstante se sentía acertada la metáfora.
-Algunas personas ven el matrimonio de esa forma, hija- respondió mi madre un poco apesadumbrada.
-¿Tú sientes algo por ese muchacho?- cuestionó mi padre con precaución.
-No… lo siento pero no le amo. Sinceramente, ni siquiera le soporto.
-¿Entonces qué vas a hacer?- me preguntó mientras clavaba el mar de sus ojos en la lluvia de los míos.
-Jacobo, no presiones a la niña- le espetó mi madre.
-No la estoy presionando, sólo quiero saber cuáles son sus intenciones. Ya sabemos que no siente nada por él, pero económica y socialmente es una buena oportunidad, como mínimo tiene que valorarlo.
-¿No pretenderás que nuestra hija se case por conveniencia?- inquirió mi enfurecida madre.
-¡Por favor, Amelia! Llevamos años casados ¿Aún no sabes cómo pienso? Me ofende que sugieras tal cosa- respondió, alterado.

-No discutáis por mí, os lo ruego.
-No estamos discutiendo, hija. Tan sólo fue un malentendido- mientras decía esto, pasó su mano tiernamente por mi mejilla, desde pequeña me encantaba que hiciese aquello.- Lo que quiero decir es que la decisión es tuya y, con amor de por medio o no, es una muy buena oportunidad. Por supuesto queremos lo mejor para ti y tu futuro, pero deseamos tu felicidad lo primero.
Por un momento el miedo que volvía a oprimirme el corazón y la garganta, me empezaba a abandonar… Al menos podía contar con la comprensión de mis padres, que no era poco.
-¿No os sentiréis decepcionados si le rechazo?
-Por supuesto que no, hija- respondió mi madre.
-Lo que deseamos es tu felicidad, cariño, que tengas la libertad de escoger tu futuro, no que te veas forzada a vivir en una jaula, porque aunque estés cubierta de riquezas, no tendrías una buena vida- completó mi padre.
-Aún así, deberías comunicar lo antes posible al señorito Charles tu decisión, cielo- dijo mi madre, poniendo punto final al asunto, mas no me acababa de quedar tranquila.
-¿Y qué hay de la familia?- cuestioné.
-¿Qué ocurre con ella?
-Padre, sin ofender, tu trabajo no ha prosperado mucho, no hay inventos revolucionarios que mantengan fácilmente el nivel económico familiar ¿No será un problema a largo plazo? ¿No debería considerar la oferta?
-Tesoro, aunque sea poco, tu padre recauda al menos cierto mínimo de las patentes- me explicó mi madre- lo que da para vivir aún en nuestro nivel económico, y quedan ciertos ahorros para tener una buena herencia para ti, por ello no te preocupes- finalizó con una dulce sonrisa que me quitó el pesar que atenazaba mi espíritu.
Después de esa conversación tan tranquilizadora, subí las escaleras hasta mi habitación con intención de cambiarme e ir a dormir. Había sido un día de muchas emociones.
Estaba ya con la ropa de cama puesta cuando mi madre llamó suavemente con los nudillos a la puerta.
-¿Estás despierta aún, querida?
-Sí, madre, pasa- invité.
-Quería charlar un poco más contigo ahora que tu padre se fue a su oficina.
-Por supuesto ¿De qué quieres hablar?
Ella se acercó, cogió el cepillo de mi tocador y se sentó al lado mío para comenzar a peinar mi larga y ondulada melena. Hacía algún tiempo que no me cepillaba el cabello, era una especie de costumbre que teníamos cuando una de nosotras había tenido un día difícil y resultaba de lo más reconfortante y relajante.
-Quería hablarte de algo que se comentó en la cena- empezó- Resulta que me di cuenta de que la señora Gretz tenía razón respecto a tu piel, querida.
-Yo no me he dado cuenta ¿Qué hay de nuevo en ella?
-Está… ¿Cómo decirlo? Más brillante, como más cuidada, sana y bonita.
-Pues no entiendo por qué, madre, de verdad no mentí cuando dije que no he usado ningún producto- comenté con extrañeza.
-Yo sí, cariño y de verdad te creo cuando dices que no has usado nada.
-¿Entonces qué puede ser?- pregunté con curiosidad.
-Mmm… déjame pensar… ¿Has conocido a alguien últimamente?
Mi querida madre me acababa de dejar de piedra ¿por qué me preguntaba tal cosa? ¿Cómo se había enterado? ¿Sabía algo? ¿Qué se suponía debía decirle?
Decidí al cabo de unas cuantas vueltas a varias posibilidades que lo mejor era ser sincera, lo había sido antes, así que no estaría de más serlo ahora, además después de que se habían mostrado tan comprensivos con el tema del matrimonio.
-S… Sí.
-¿Y te sientes bien cuando hablas con esa persona?- siguió con su interrogatorio.
-Sí.
-¿Tienes que fingir en algún modo o puedes ser tú misma?
-Puedo ser tal y como soy, incluso con comentarios o conductas para otros inapropiadas, no me censura.
-Entonces creo que hemos encontrado el producto de belleza del cuál hablaba la señora Gretz- dijo burlona.
-Pero… no entiendo…
-Hija, soy consciente de que no tienes las mismas inquietudes que las chicas de tu edad y clase. Ellas están esperando al pretendiente perfecto con emoción, más que probablemente una propuesta como la que tú recibiste o quizás un matrimonio concertado. Sé que tú no ansías eso, que quieres algo más en tu vida.
No pude evitar agachar un poco la cabeza.
-No me malinterpretes, querida- siguió- no te estoy recriminando nada, es más, estoy orgullosa, hemos contribuido muy bien en tu educación y adoro a la mujer en la que te estás convirtiendo. Me aterra pensar que te convirtieses en una de esas chicas, porque tú brillas tal y como ya eres.
-Estoy tan acostumbrada a las críticas…
-Por eso es que estás tan a gusto y contenta con ese joven.
Me giré de repente para mirarla. Yo no había hablado de ningún joven ¿Cómo podía saberlo? Ella por su parte entendió perfectamente lo que acababa de pasar por mi cabeza y se rió.
-Una tiene una edad ya, cielo. Además, comprendo lo que sientes porque lo he vivido.
-¿Te enamoraste de padre?
-Por supuesto que sí- dijo mientras suspiraba- y aún sigo enamorada.
-Entonces fuiste afortunada, te casaste con alguien a quien amabas.
-Bueno, no todo fue bonito.
La miré con sorpresa, no comprendía.
-¿Sabes? Cuando conocí a tu padre, no pertenecía a una familia reconocida y tus abuelos se opusieron totalmente.
No me esperaba para nada una respuesta así, la miré ojiplática.
-Pero ¿y el abuelo…?
-Tu abuelo hizo su gran invento tiempo después, de ahí vino luego la riqueza de tu padre y nuestra ahora, además del estatus social conseguido en consecuencia.
-Pero… ¿Cómo fue? ¿Cómo pasó todo?
-Conocí a tu padre cuando él estaba trabajando para unos señores vecinos a nosotros. A menudo, en cuanto teníamos oportunidad, charlábamos, era algo que me encantaba. A mis padres no les gustó nada la relación e incluso lograron que le echaran después de prohibirme verle y que yo no hiciese caso. Cuando conocí a su familia, aquella gente humilde y bondadosa, me aceptaron como una hija mientras que ellos le despreciaron sólo por su estatus social. Me buscaron un matrimonio de conveniencia para que le olvidase… pero era imposible, así que el día de mi boda me planté en el altar y dije todo lo que pensaba… Rompí esa máscara de la que tú hablas, frente a todos. Mis padres se enojaron muchísimo e incluso me desheredaron por el agravio social que les causé.- Suspiró y prosiguió- Pero yo había decidido que no quería más máscaras, al menos en casa, así que me fui a vivir con él y su familia. Entonces fue cuando tu abuelo hizo su gran descubrimiento y comenzaron a ganar fama y dinero, pasando a la historia.
No hacía más que mirarla con admiración desde que había dicho lo del día de su boda… ¡Mi madre era asombrosa!
-Entonces un día aparecieron tus abuelos en la puerta de casa, implorando mi perdón y que volviésemos a ser familia.
-¿Y tú qué hiciste?
-Me negué, puede que hiciese mal, no lo sé, ahora me apena no haber arreglado las cosas pero estaba tan enfadada…
Sus ojos reflejaban tristeza, así que la abracé con cuidado.
-Lo que te quiero decir con esto, hija, es que el estatus social no lo es todo, viene y va. Claro que te permite tener una vida económicamente buena, pero nada más. Hay quien afirma que después del matrimonio es que viene el amor… pero yo creo firmemente que debería ser al revés.
Concordaba con ella, aun así si lo pensaba… no entendía del todo las cosas.
-Madre… ¿Por qué crees que me lo ha pedido a mí en vez de a Katie? Nuestra familia es menos rica que la suya.
-No te infravalores, cielo, Katie podrá tener más dinero, pero no te llega a la suela del zapato. Es una chica malcriada y arrogante además de muy desagradable ¡Ni yo me imagino casada con alguien así!- bromeó con lo último y no pude evitar reírme.

Aquella confesión había sido muy significativa e hizo que me fuese a la cama con otra perspectiva de las cosas.




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