Cuando llega el cambio - Capítulo 27
Una vez más estaba
llamando a aquella puerta gris con la esperanza alojada en el corazón y el
miedo columpiándose en mi estómago. Me abrió exactamente la misma asustadiza
chica de mi anterior y única visita y, nuevamente me comunicó que la señora de
la casa no deseaba ver a nadie.
Por un momento me paré a
pensar que desconocía totalmente el nombre de mi abuela, de hecho apenas conocía
su apellido y es que, cuando mi madre se casó, cumplió la tradición de adquirir
el de su marido. El mío me parecía precioso y a fin de cuentas representaba un
acto de rebeldía que yo admiraba, la lucha por ser y decidir por uno mismo y no
escoger el camino que otros deciden por ti, no obstante me desagradaba la idea
de perder el apellido por pasar a tener el de la otra persona. Puede que fuese
un símbolo de unión pero ¿por qué pasaba únicamente con el de la mujer? Sentía
como si fuese renunciar a parte de la identidad e historia de uno por pasar a
quedarse con la del otro.
La progenitora de mi
madre hizo acto de presencia como la vez anterior, elegante, oscura y
silenciosa.
Nuevamente estaba
cubierta por un vestido negro lo que, junto con la clara ausencia del abuelo en
aquella casa, hacía totalmente evidente el hecho de que era viuda.
-Déjala que pase- le
dijo a Larcia.
-Pero señora ¿no
había…?- empezó a preguntar mas, como era habitual en ella, la interrumpió.
-¡Sé lo que dije!- tanto
la chica como yo nos sobresaltamos ante su rudeza- ¡Y esto es lo que digo
ahora!- sentenció finalmente- ¿Tienes algún problema con mis decisiones?
-N…no señora, lamento mi
comportamiento- se disculpó con la cabeza gacha.
La muchacha se hizo a un
lado y me indicó amablemente que pasara, así que otra vez seguí a mi abuela
hasta el salón principal, en cuál ahora no tenía las cortinas corridas y podía
vislumbrarse completamente puesto que había múltiples ventanales que dejaban
entrar la luz.
Estábamos en un
habitáculo idéntico, salvo por una esquina la cual estaba recortada. Al venir
del pasillo, entrabas desde su lado derecho y en la pared siguiente, con un par
de estanterías abarrotadas de libros que ocupaban el espacio de arriba abajo
completamente, tenías localizada una puerta entre ellas. Algo que me llamó
poderosamente la atención era que la estancia o carecía de adornos o los que
había eran más bien simples. Los estantes por ejemplo, no había ni una sola
figurita o florero entre los libros, más bien estaba completa y exclusivamente
llena de éstos.
En el centro de la
estancia se desplegaba por casi toda la superficie una alfombra de color jade
apagado, con un ligero toque grisáceo, sin adornos, tan sólo ese color en su
tejido. En aquella zona delimitada había tres sofás de tono púrpura imperial, en
los que había reposando algunos cojines de la misma tonalidad que la alfombra, alrededor
de una diminuta mesa redonda de mármol. Las lámparas de pie estaban lo suficientemente
cerca de los asientos para contar con luz incluso por la noche, supuse que
aquel lugar estaba planteado como sitio de lectura y reposo tanto por la
cantidad de libros como por tantas opciones para recostarse a disfrutar de un
buen ejemplar.
Creo que mi parte
favorita fue el gran ventanal que abarcaba la esquina recortada del habitáculo,
ya que en su parte baja había una especie de repisa interior acolchada que
pintaba de lo más cómodo para leer y disfrutar del paisaje. Como colofón final
y a modo de única decoración vistosa, había una planta de hojas finas y sin
flores situada en la esquina no ocupada más cercana al pasillo.
-¿Y bien, qué
decidiste?- cuestionó sin siquiera saludarme mientras se recostaba cuan larga
era en el sillón que estaba de espaldas a la entrada que daba al pasillo.
Aquellos sofás eran
curiosos puesto que, por cada una de sus plazas, acababan de forma algo alta y
redondeada, más aquel que había escogido ella era el más inusual, puesto que
tenía esa parte destacada que luego caía con una elegante curva hasta el
reposabrazos.
No obstante, por muy
señora rica y elegante que fuese, su educación era bastante escasa, y me
molestaba sobremanera el modo en el que trataba a la chica, sin embargo decidí
ignorarlo por el momento para no crispar más el ambiente.
-Intenté destapar el
secreto, pero no funcionó.
-¿Cómo?- quiso saber
mientras chasqueaba los dedos y una nerviosa Larcia aparecía instantes después
con una pipa larga ya lista que preparó, encendió y tendió ante su llamada.
Aquello tampoco estaba
aceptado de cara a la sociedad, mas no parecía que fuese alguien a quien eso le
importase lo más mínimo y lo más probable era que contara con poder suficiente como
para que no se tuviese en cuenta.
Me quedé un poco
estupefacta al verla dar una profunda calada y expulsar posteriormente el humo
por su nariz, que salió disparado en dos chorros que se unieron para hacer
nubes danzantes a nuestro alrededor.
-Intenté hacerme con la
prueba que creí que demostraría todo, pero había una trampa preparada…
No había terminado de
hablar y ella abrió los ojos a modo de sorpresa.
- Entonces tú entraste
en la casa de los Geller anoche- dedujo acertadamente.
Asentí avergonzada con
la cabeza en un leve gesto.
-Pillaron a un muchacho-
comentó como de pasada y dio otra profunda calada- supongo que él fue quien dio
con la trampa- dedujo mientras volvía a formar otra nube.
Entonces emitió una
risita por lo bajo para mi sorpresa.
-Así que ese era el gran
motivo por el que no querías casarte con tu pretendiente- continuó con un
marcado hincapié en el “ese”- ¡Qué valiente por su parte el prestarse a tan
complicada misión! Admirable…
Su boca decía esas
palabras, mas me dio la ligera impresión de que no eran sinceras ¿Sería
sarcasmo?
-El caso es que ahora
las cosas están aún peor- me expliqué, ignorando su confuso comentario.- Él está
encarcelado, la prueba sigue estando en su sitio y seguramente ya no será
accesible, y mi madre sigue gravemente enferma- enumeré los problemas con
pesadez.
-¿Y qué? ¿Tu
pretendiente ya no está interesado?- preguntó mientras daba otra profunda
calada a la pipa.
-Precisamente parece
empeñado en que me case con él, de hecho se niega a mover un dedo si no acepto.
-¿Y cuál es el
problema?- cuestionó como si tal cosa mientras volvía a producir nubes a su
alrededor de un olor extraño y algo molesto.
-Es un buen partido y
ofrece solucionarte los problemas.
-No me ama, no a mí, no
como persona y yo a él tampoco, ni le soporto. Tan sólo es una muestra de su
poder, es como un niño pequeño y caprichoso que no acepta que sus padres no le
compren un juguete- escupí con rencor.
-Igualmente es la solución
más inmediata y ambos ganáis algo.
-Ya… no obstante me
preguntaba si tú podrías hacer algo al respecto- titubeé mientras me mantenía
la mirada fija en mis aguas intranquilas, como si esperase encontrar algo
escondido en sus profundidades.
-¿Qué es lo que esperas
que haga?- solicitó saber.
-Que uses tu influencia
para hablar con algún doctor y desmentir los rumores.
Se quedó un momento
pensativa mientras estaba centrada en su tarea de generar niebla en la
estancia.
-Tengo a mi médico de
confianza, podría enviároslo- dijo finalmente.
¿Y así de fácil? Pensé
que iba a resultarme un poco más trabajoso que cediese, quizás la había pillado
en mal día la vez anterior.
-Pareces sorprendida, niña-
observó.
-Disculpa, sinceramente
no pensé…- comencé a explicarme con timidez, no obstante me interrumpió.
-Creías que iba a ser
una vieja sin corazón ¿verdad?
Sus palabras me
congelaron, no iba a ser educado decir que sí y no sabía qué respuesta correcta
dar a aquella pregunta, no obstante ella emitió una risa ante mi confusión.
-No hace falta que
disimules, esa cara lo deja más que claro. No soy un monstruo ¿sabes? Sí es
cierto que he sido dura muchas veces, especialmente con tu madre, pero quería
que diese lo mejor de sí misma y eso no se consigue con mimos y arrumacos- se
explicó.- Y bueno también una se ablanda con los años- comentó mientras volvía
a impulsar chorros de humo por los orificios de su nariz.
Su respuesta me dejó sin
palabras, sonaba tan bien la posibilidad de juntar a la familia a pesar de las
desavenencias del pasado que comencé a fantasear con la idea de las posibles
reuniones o comidas familiares que podríamos hacer, de volver a estrechar los vínculos
antes rotos y de profundizar en una relación con ella y es que siempre había
lamentado no haberles conocido. Con el abuelo y los padres de mi padre ya nada
se podía hacer pero al menos, si había alguna posibilidad con ella, deseaba
aprovecharla.
Siempre me habían
enseñado que la familia representaba un núcleo importante en el que apoyarse en
los malos momentos y donde compartir los buenos, no obstante la nuestra siempre
fue ciertamente pequeña, así que la noticia de tener más parientes a los que
conocer la recibí con sorpresa pero con cierta estupefacción. Deseaba tanto
unir a la familia después de aquello ¿Quién sabía? A veces en los momentos malos
ves la realidad de las personas que te rodean.
-Te estás tomando
demasiado tiempo para volver a casa y contarles la nueva ¡Eres muy parada,
niña!- me regañó- ¿Tu madre no está grave? ¡Pues venga!
Asentí y casi salí volando
por la puerta cuando llamó mi atención nuevamente.
-Pero indícame a qué
dirección mandar al doctor- protestó.
Me tomé un instante para
darle indicaciones a una nerviosa Larcia que intentaba tomar notas torpemente,
para posteriormente despedirme y salir de nuevo como una brisa primaveral,
fresca y llena de ilusiones.
Llegué y entré en casa
cargada de energía y vitalidad y derramándola a mi paso, como cuando vas
corriendo con un cubo lleno de agua y, para cuando te has dado cuenta, por
donde pasaste está mojado.
¡Teníamos una
oportunidad! Y dados los últimos acontecimientos era algo muy grande.
Corrí escaleras arriba
para ver a mi madre y contarle las buenas noticias, esperaba infundirle fuerzas
y esperanzas, con que tuviese la mitad de las que tenía yo en ese momento, iba
de sobra.
Abrí cuidadosamente la
puerta de su cuarto por si estaba durmiendo y pregunté en un susurro para
confirmarlo
-¿Estás despierta?
-Sí, cariño- respondió
con voz pesada entre la oscuridad.
-Traigo noticias ¿Puedo
pasar?
-Claro, entra y corre
las cortinas- me indicó, cosa que me dispuse a realizar con el suficiente
cuidado para no deslumbrarla de golpe con el cambio de iluminación. A
continuación me senté junto a ella en la cama, ya que había aprovechado mi
llegada para incorporarse en vez de seguir tumbada, y la abracé con cariño.
-Espero que tu noticia
no sea que te casas con Charles, porque no volvería a hablarte, jovencita- soltó
con tono suave, mas reprobatorio, como si nada y, ante mi estupefacción, siguió
hablando.- Escuché lo que os dijo, ese muchacho necesita desesperada y
urgentemente que alguien le diga que no por primera vez en su vida.
-Precisamente no soporta
que lo haya hecho- comenté.
-Así me gusta, creo que
no te hemos inculcado esos valores- me respondió estrechándome con algo más de
entusiasmo.- Cariño ¿te importa que sigamos la conversación mientras me
cepillas el pelo? Hace tiempo de la última vez y es algo que me relaja mucho-
solicitó cambiando totalmente de tema como a veces era común en ella, que te
saltaba de repente con algo inesperado en mitad de un diálogo.
Así lo hice, me levanté
y fui a su tocador a por el cepillo que siempre usaba para volver a su lado y
comenzar la labor. Aquello era muy nuestro y realmente tanto me daba peinarla
yo a que ella me peinase puesto que me relajaba de todas formas.
-En realidad venía a
contarte que hablé con la abuela- justo en ese momento su rostro se ensombreció,
pude darme cuenta porque pasó a girarse un poco para mirarme- y ha aceptado
ayudarnos, su doctor está en camino en estos momentos- dije con alegría y
esperanza.
-¿Dices que lograste
hablar con ella?- cuestionó con extrañeza.
-Sí y al parecer aceptó
ayudar. No hemos hablado mucho pero, por lo que me ha dicho, quizás desee
arreglar las cosas- comenté mientras una sensación cosquillosa me recorría la
cabeza al escuchar el sonido que hacía el cepillo al surcar sus cabellos., cosa
que siempre me pasaba con aquel y algún otro sonido.
-¿Eso crees? No sé, han
pasado tantos años…
-¿No crees que estaría
bien solucionarlo y que la familia esté unida? La abuela se ve mayor, quizás no
tengamos tiempo de disfrutar de su compañía si lo postergamos mucho.
Se quedó un rato
pensativa, como en su mundo interior.
-Sí… quizá tengas razón,-
musitó- al final estar así nos hace daño a todos. Me sorprende que haya salido
de ella, pero supongo que mejor así.
-Puede ser que se sienta
sola- comenté de pasada encogiéndome de hombros y sin saber si era buena idea
tocar el tema del abuelo, de hecho tampoco sabía si estaba al tanto de aquel
dato.
-¿Y no te ha intentado
convencer de que te cases con Charles? Supongo que se lo has contado.
-Dijo que era la opción
más rápida con la que contaba, pero creo que entendió cuando le expliqué la
situación.
-¿Qué le contaste?- pidió
saber.
-Le hablé acerca de él,
de su egoísmo, que realmente su proposición es vacía y bueno ella solita dedujo
mis sentimientos hacia Edmund, me parece.
-¿Qué tal van las cosas
con él? ¿Os lleváis bien?
-Sí… la verdad es que es
alguien especial- dije intentando no sacar a relucir mi tristeza al acordarme
de él, seguro que mi madre no conocía los nuevos acontecimientos y no estaba en
condiciones de malas noticias.
Además, ya varias
personas me habían garantizado que estaría bien así que, en vez de centrarme en
el nudo que aún atenazaba mi estómago, pensé en centrarme en algo que pudiese
hacer por el momento para solventar la situación ante la que nos encontrábamos.
-Me alegra cariño. Me
parece un buen chico, pero daos tiempo, no tenéis prisa- me aconsejó con todo
su amor y buenas intenciones.
Oímos que alguien
llamaba a la puerta de la planta baja con cierta rudeza, lo cual rompió el
ambiente y nos puso algo tensas, haciendo que nos mirásemos con extrañeza. La
llamada se reiteró así que me asomé con cuidado a la puerta del cuarto con
intención de bajar, mas Lilith ya había atendido la llamada.
Mis ojos casi salen de
sus órbitas en lo que mi estómago se encogió y mi corazón dio un vuelco ¡Todo
junto! Unos hombres uniformados estaban en la puerta preguntando por mí y, por
su traje, no se trataba de algo bueno ya que era la mismísima guardia real, la
que antaño sirvió al monarca y ahora trabajaba para el líder.
Mi padre salió
preocupado hacia la entrada para interceder por mí.
-¿Qué se les ofrece?
¿Por qué preguntan por…?- cuestionó en tono amable pero temeroso, mas no le
permitieron seguir.
-No es de su
incumbencia, señor. Sólo díganos si está la señorita Sheryll Almeth en casa-
entonces reparó en mi cabeza asomada.- Supongo que se trata de usted.
-Sí- me aventuré a decir
mientras iba hacia la entrada, sujetando mi corazón para que no saliese volando-
¿Puedo ayudarles?
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