Las cartas perdidas de Ezrah - Prólogo
Una vez más despertó, dolorida y
magullada, sus heridas aún no cesaron de sangrar y la debilidad hacía mucho que
se había apoderado de su cuerpo.
Aquel lugar era tan... frío... por
otra parte era lo apropiado, no se trataba de una invitada precisamente, quizás
sería la última a quien invitasen a no ser que fuese a una sesión de tortura.
Se consoló con la idea de poder
ver la Luna, más bien un tímido rayo que se asomaba por ese pequeño hueco en la
pared que el cuál era una especie de amago de ventana; en otras circunstancias
quizás pudiera escapar por ahí, pero estando encadenada, imposible.
Suspiró “¿por qué no simplemente
me matan y ya está?” pensó, lo
preferiría a aquella agonía, pero seguramente les resulte más divertido así. No
podía ver nada a un metro de distancia, todo estaba muy oscuro aunque distinguió
que la estancia estaba completamente hecha de piedra, su firmeza gélida y aquel
tacto tan rígido rozaban la piel de sus piernas, que reposan sobre ella.

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