Las cartas perdidas de Ezrah - Capítulo 4

La joven vampiresa cogió aire con fuerza y lo mantuvo en sus pulmones, disfrutando de la sensación fresca que éste le proporcionaba.
-Por fin cae la noche- anunció a los presentes.
Parecía no ser ninguna sorpresa que fuese la primera en saberlo dada su afinidad especial al ambiente nocturno, por lo que éstos no le dieron mayor importancia.
Izaí por su parte no pudo evitar pensar en que, si no hubiese sido por su intervención, a nadie se le había pasado por la cabeza que las prisioneras necesitarían alimentarse, o bien sí habían caído en la cuenta mas no les importaba, o quizás no se atrevía a acercárseles. En parte entendía la mala visión que daban los humanos de sí mismos y su especie.
Se le cruzó en aquel momento la loca idea de que, cuando lograse salir de aquel horrible lugar, intentaría cambiar el mundo ahí fuera.
Lo habían hablado y la que parecía mejor estrategia, aunque ciertamente arriesgada ya que dependían del estado de una no muy recuperada Lyssana, era sin lugar a dudas pasar desapercibido contando con la habilidad de ésta para crear ilusiones a su alrededor.
Había por supuesto más opciones sobre la mesa que el muchacho había expuesto, mas podrían implicar alguna batalla y las chicas ni buscaban ni querían pelea, mucho menos seguir exponiéndose de forma deplorable ante los humanos, aunque ellos no estuviesen dando una mejor imagen, ellas no se querían ver de esa manera.
Izaí les había contado dónde estaba el caballo con el que las habían encontrado así como el carromato, el cuál esperaba por el resto del botín para seguramente hacer una buena venta en el pueblo.
El recorrido era lo más simple posible, siempre y cuando no hubiese contratiempo alguno. Entre donde estaban situados y su objetivo, sólo había tres casas de por medio, fáciles de sortear en prácticamente una línea recta, de ahí a los límites de la aldea había unos metros escasos. Aquella hora era la ideal dado que el grueso de la población, que eran quienes hacían parecer aquel lugar como uno decente y no uno repleto de rateros, se habrían retirado a dormir a sus respectivas casas. La mayor preocupación eran su padre y amigotes, los cuales tras el atardecer salían con el objetivo de dar otro golpe a algún transportista o lo que sea que encontrasen.
Lyssana por su parte ya había desplegado su encanto particular y, por lo que pudieron comprobar los otros dos, pasaron totalmente desapercibidos ante un perro que dormitaba al lado de una casa, quien ni levantó una oreja al pasar aquel peculiar grupito incluso demasiado cerca de él.

La primera casa ya quedaba atrás y la chica empezó a notarse fatigada, pero prosiguió, decidida a aguantar todo el trayecto. En la segunda casa se escuchaba desde afuera a una familia enzarzada en una discusión por las labores del campo. El padre y la madre del joven al que gritaban le echaban en cara a éste que no sentía respeto alguno por su trabajo y que no podía pasarse la vida tocando una flauta de madera que el chico parecía haberse fabricado. Al muchacho del grupo le resultó más que oída aquella escena, por lo que compadeció al otro, a quien conocía bien por vivir cerca, pero no por tener una relación cercana precisamente, aunque de alguna manera se sintió aliviado de no ser el único incomprendido allí. No obstante pensó por un momento en aquel chico y tampoco le veía como alguien agradable con quien intercambiar unas palabras, le recordaba taciturno, de ceño fruncido y de toscas palabras, aunque si su familia se avergonzaba tanto de sus pasiones quizás le resultara comprensible en cierto modo.
Pasaron la segunda casa y la muchacha tenía problemas para caminar, mantenerse concentrada y respirar al mismo tiempo, como si tuviese que decidirse por una de las tres, mas no dijo nada y prosiguió la marcha, tampoco es que pudiese hablar con sus compañeros ya que harían ruido y sin duda alguien se percataría de su presencia.
En la tercera el ambiente era sosegado y tranquilo en apariencia, mas Sheryll podía percibir un corazón alterado en su interior y el tan reconocible y ansiado para ella olor de la sangre. Era poca no obstante, mas la presencia de un segundo corazón extrañamente tranquilo le recordó una imagen familiar que decidió apartar a la oscuridad del olvido nuevamente. Resultaba curioso la de cosas que podían pasar en la privacidad de una vivienda, parecía que en algunas ocasiones había quien limpiaba el exterior de la casa, dejándolo reluciente, mientras dejaba la basura dentro de la misma para que el resto sólo vean una bonita fachada.
La visión de la taberna, que era donde se encontraba su medio de transporte, le dio fuerzas a Lyssana para continuar, mas ya le era tedioso seguir respirando y comenzaba a boquear como un pez fuera del agua mientras se esforzaba lo indecible por mantener la ilusión que les rodeaba.
Desaparecer parecía tarea fácil, mas constantemente tenía que mirar alrededor para, mientras avanzaban, ir creando la ficticia imagen de que el paisaje de su alrededor no se distorsionaba a su paso.
Por fin llegaron hasta el caballo, que tenía las riendas atadas a la barandilla que había afuera de la taberna. Mientras Sheryll deshacía el nudo con cuidado de no hacer ruido ni alterar al animal, quien empezaba a ponerse nervioso al no ver bien qué ocurría ni comprender seguramente el motivo por el cual las riendas se movían solas en apariencia, Izaí se asomó por la ventana del edificio y vio con soberana sorpresa cómo aquellos que creían fuera del lugar estaban bebiendo y festejando por el botín tan provechoso y el dinero que seguramente sacarían gracias a su venta en el mercado clandestino.
Alertó con los brazos a sus acompañantes, pero Sheryll estaba muy ocupada intentando que el caballo mantuviese la calma y Lyssana bastante tenía con seguir respirando mientras mantenía aquella ilusión.
Repentinamente y como muestra del fracaso en el intento de la muchacha, el corcel relinchó temeroso, cosa que alertó a los festejantes, e instantes después, como una absurda e irrisoria coincidencia, Lyssana empezó a tambalearse, asiendo en un impulso la barandilla mientras que la ilusión se desvanecía por completo.
Los que estaban fuera de la taberna y los de dentro cruzaron miradas a través del cristal, entonces los primeros intentaron darse a la fuga rápidamente, mientras que los otros corrían hacia la puerta. No tardaron en darles alcance puesto que no pudieron calmar al caballo.
-¡¿Pero qué te crees mocoso?! ¡¿Acaso me estás traicionando?!- preguntó enfurecido el líder, dando seguramente la voz de alarma en toda la aldea, la cual ya era pequeña de por sí.
Izaí no sabía dónde esconderse, de hecho ni podían escapar ya dado que en seguida les habían cortado el paso. Parecía que tan sólo quedaba una alternativa, la que inconscientemente estaba postergando con la esperanza de no necesitar recurrir a ella.
-N… N…- comenzó a balbucear.
-¿Acaso eres un bebé? Si tienes el valor de traicionar a tu padre y a tu pueblo, ten el valor de dar la cara, niñato desagradecido.
-No os estoy traicionando- pudo decir al fin- estoy harto de vivir bajo tu sombra, bajo tus normas y enseñanzas en las que no creo, por una vez estoy siendo yo, acorde a mi forma de pensar.
-No has debido pensarlo mucho al asociarte con estas dos- escupió con desprecio.- ¿O acaso pretendías cobrar tú el beneficio de la venta?- se apresuró en acusar.
-¡No!- respondió el aludido con indignación.- Te digo que yo no quiero vivir así ¿Pero te das cuenta? Robando a otros para lucrarnos nosotros ¿Acaso no te reconcome la culpa? ¿Y si le quitas el pan a una familia necesitada? ¿Piensas que es justo?- cuestionó casi con lágrimas en los ojos.
-La vida no es justa, Izaí, es un caos enorme en el que gana el más fuerte. El listo y fuerte es el que come, quien se queda atrás muere de hambre y la verdad no me importa quitarle el pan a una familia si con ese pan alimento a la mía- dijo seriamente.
-Pues yo no quiero esto, me niego a creer que el mundo es este agujero infecto lleno de gente que hace cosas inmorales a otros sin importarle nada más. Quiero que el mundo sea más justo.
Viendo la escena se encontraban ya no sólo los hombres de la taberna y las chicas, sino algunos curiosos que se habían acercado o asomado a las ventanas a ver qué pasaba que había tanto jaleo. Se les oía cuchichear de vez en cuando, no obstante por respeto al jefe de los bandidos o mismamente por precaución, no eran partícipes ni hacían mofa del chico. Habían visto demasiado enfadado a aquel hombre al verle con aquellas desconocidas dispuesto a irse como para atreverse a abrir la boca.
-¿Y qué va hacer un triste mocoso como tú? Ni sabes valerte por ti mismo ahí fuera ¿Sabes qué te va a pasar? Esas amiguitas tuyas te van a traicionar, porque sólo te han usado para salir de aquí ¿Y sabes qué más? Ahí fuera es un nido de víboras, hijo, no vas a aguantar ni un día tú solo, mucho menos con buenas intenciones en el bolsillo. El mundo devora a los cervatillos como tú sin piedad.
Aquel discurso heló la sangre del muchacho quien no sabía qué responder y se quedó callado unos instantes mientras el cuchicheo se hacía general. Lyssana se planteó salir en su ayuda con algún argumento, pero intentaba ahorrar fuerzas por si necesitaba de algún as en la manga. Sheryll también se debatía en lo mismo, pero no quería dejarle el trabajo hecho al muchacho, había cosas que uno mismo debía hacer.
-Deja esos pajaritos, Izaí- continuó el padre del chico- el mundo no está hecho para la gente como tú. Lo mejor que puedes hacer es aprender de nosotros y hacerte fuerte antes de ir por tu cuenta.
-¿Alguna vez te planteaste que si nosotros fuésemos mejores el mundo no sería tan horrible?- cuestionó el chico.
-¡Vaya tontería! El mundo nunca ha cambiado ni cambiará.
-Si no cambiamos nada, nunca cambiará nada- respondió con firmeza mientras le temblaban las piernas, nunca había pensado que sería capaz de mantener aquella conversación con su padre, aun así le estaba costando horrores.
-¿Y qué pretendes? ¿Salir ahí con tus amiguitas y que los demás te reciban con los brazos abiertos? ¡No seas iluso, hijo! Quédate aquí que es donde perteneces.
-No es lo que quiero, deseo ver mundo, padre, deseo ser mejor, aprender, conocer, vivir aventuras e intentar cambiar las cosas ¡Lo tengo decidido!
Parecía que el padre del muchacho se debatía entre cogerle de la oreja y arrastrarle para casa a darle un par de golpes o reírsele en la cara. Sí, quizás no fuesen las mejores formas, pero así le había enseñado su padre y así enseñaba él a su hijo, por quien se sentía ahora decepcionado.
-Me has dicho muchas veces que me tengo que hacer fuerte para que el mundo no me coma, que sea yo quien devore al mundo y aún vaya a por más- respondió de nuevo el chico- bien, me quiero hacer fuerte, pero de otra manera, no deseo tener ese ansia de poder, sino de conocimiento, quiero construir un lugar mejor en el que vivir, uno con el que yo pueda vivir.
Aquella conversación se le estaba yendo de las manos, estaban rodeados de gente que era testigo a cada palabra que intercambiaban de cómo un mocoso le ponía en duda su autoridad. Le empezaron a temblar las manos sólo con pensar que estaba perdiendo en control de todo aquello así que se le ocurrió recurrir a lo que mejor se le daba para solventarlo.
-¿Así que quieres irte con estas chicas, no?- cuestionó con irritación.
-Sí- afirmó simplemente.
-Bien, vamos a hacer una cosa. Si me ganas en una batalla, aquí y ahora, puedes irte- aquello lo dijo con una media sonrisa, sabía que su hijo no estaba a la altura de sus capacidades, de hecho estaba lejos de alcanzarlo.
El muchacho resopló mientras se desplomaba moralmente, sabía que era imposible que le ganara.
-¿Qué ocurre? ¿No tenías tantas ganas de salir ahí fuera?- dijo para provocarle.
-¿Qué tal si yo peleo por el muchacho?- propuso una resuelta Sheryll quien por fin tomaba partido tras adivinar la situación.
Aquel chico le caía bien y las había ayudado de buen grado, tampoco deseaba dejarle tirado así.
-Es él quien quiere dejarnos, él tiene que pelear.- dijo solamente.
-¿Y un dos contra dos?- contraatacó con otra propuesta.
Aquel hombre se lo planteó por un momento, sabía que es chica tenía algo raro, pero después de todo era una mujer y no conocía a ninguna que pudiese vencerle, por lo que su debate interno duró poco.
-De acuerdo, Arcel- llamó a uno de los hombres de la taberna, quien dio un paso adelante- tra espadas y prepárate para patear estos dos traseros.
El aludido así lo hizo y en apenas unos instantes se encontraban con un círculo de personas alrededor y ellos cuatro con espadas en el centro. Un aldeano se encargó de señalizar cuándo empezaba la pelea. Las normas eran claras, el primer equipo que acabase agotado en el suelo, perdía.
El combate empezó e Izaí prácticamente huyó de los furibundos ataques de su padre, mientras que Sheryll dejaba caer la espada como si ésta fuese muy pesada para ella, con lo que su adversario se relamió del gusto de comprobar lo fácil que le iba a resultar ganar aquello.
Cuando se acercó a la vampiresa, en un abrir y cerrar de ojos ésta había desaparecido y ya estaba a su espalda, sonriendo complacida por su cara de horror. Entonces le propinó un golpe en la nuca para derribarlo, más sólo le hizo daño. Aquel mastodonte era difícil de tumbar, por lo que se dedicó a cansarlo, en un baile de “ahora me pillas, ahora no” que la divertía sobremanera. De vez en cuando incluso le echaba un ojo a Lyssana, quien se aguantaba como podía mientras veía el espectáculo con el corazón en un puño.
El joven por su parte, intentaba esquivar y cubrirse constantemente, no quería hacer daño a su padre y tampoco era muy diestro con la espada, básicamente había adoptado sin darse cuenta la misma estrategia que su compañera, pero con menos elegancia.
Después de un rato Arcel ya resoplaba y sudaba mares, pero no se daba por vencido y, mientras seguía arremetiendo contra aquella mujer, la miraba furibundo por dejarle en evidencia ante toda la aldea. Sheryll no precisaba ni siquiera la espada para lograr lo que quería, mas ya se estaba aburriendo, por lo que decidió poner fin a todo aquello y en otro movimiento engañoso, y aprovechando que su rival ya estaba agotado, le propinó un golpe en las piernas que le desequilibró y le hizo caer. Realmente no contaba ya el daño que le había hecho, sino que le había hecho caer y estaba muy cansado para levantarse de nuevo.
Aprovechó entonces para meter baza en el combate entre padre e hijo ya que el segundo no estaba en el suelo de milagro. En un descuido del líder, cogió la espada de su derrotado compañero y se la colocó en el cuello, haciéndole detenerse en seco si no quería perder la cabeza.
El líder de los bandidos, frustrado, debía aceptar la derrota y la partida de su hijo, quien tenía delirios infantiles preocupantes para él, pero era un hombre de palabra y debía cumplir el trato. Había olvidado no subestimar al contrincante, cosa de la que tomó nota mental.
Cuando ya estuvo todo dispuesto para su partida, no olvidó dar un último mensaje a su hijo.
“No vuelvas sin convertirte en alguien grande y fuerte”, ésas fueron sus palabras, que el muchacho tomaría en serio a pesar de sus diferencias, mas sería grande y fuerte a su manera.
Subieron entonces al carromato, Lyssana agotada en la parte de atrás y Sheryll e Izaí en la parte delantera, llevando ésta las riendas.
-¿Estará dormida?- preguntó Izaí después de unas horas de viaje.
-Mmm... no lo creo- dijo mientras hacía detenerse al caballo, entonces fue a su encuentro para examinarla mejor.- Definitivamente no es eso, más bien...
Un gruñido procedente de las tripas de Lyssana hizo aparición, sobresaltando a los presentes.
-Vale, esto lo explica todo ¡¿Cómo no había caído?! Los humanos comen a menudo y ella no ha comido nada desde hace unas cuantas horas, hacer el esfuerzo de hace un momento la habrá terminado de extenuar. Deberíamos buscar un lugar donde comer y reposar ¿Conoces alguno?
-Dentro de poco llegaremos a una aldea, no puede estar lejos, ahí vive un amigo mío, podríamos pedirle alojamiento.
-Perfecto pues, vámonos entonces, así también podré dormir y descansará el caballo, que el pobre lleva un largo paseo- dijo mientras volvía a colocarse en su lugar anterior para retomar la marcha.
-¿Puedo preguntarte algo? - preguntó el muchacho con curiosidad.
-Dime.
-¿Ella también es...?
-¿Vampiresa? No, por supuesto que no- afirmó con rotundidad.
-¿Será una bruja?- especuló.
-No lo creo, llegué a conocer a una y era muy diferente, ella se dedicaba más a la adivinación y a pócimas, tenía una tiendecita en una ciudad lejana.
-¿Y se conformaba con eso? Sabiendo tantas cosas y poseyendo tales poderes podría hacer viajes peligrosos sin preocuparse, ver mundo, no sé- su inquieta mente comenzó a pensar en múltiples posibilidades.
-Las brujas siempre estuvieron muy perseguidas, sobre todo por los humanos ya que temían sus poderes y casi no quedan, es una pena. Ella me dijo que las pocas que conocía o vivían exiliadas en alguna montaña o se dedicaban a lo mismo que ella- Le explicó al muchacho.
-Bueno, los humanos debemos de estar enfrentados a muchos otros seres- supuso éste.
-Cierto es, no tendéis a ser tolerantes con quienes no son como vosotros, pero simplemente es porque no os molestáis en conocernos, si lo hicierais, dejaríais de tener miedo porque realmente no somos monstruos sin piedad que matan todo lo que encuentran. Tú mismo te asustaste sin siquiera verme actitud hostil, simplemente por ser lo que soy- dijo encogiéndose de hombros.
-Es que desde siempre he oído cosas atroces acerca de cualquiera que no sea humano. De los vampiros por ejemplo, que secuestraban humanos, sobre todo damiselas, los torturaban y bebían hasta la última gota de sangre, noche tras noche, independientemente de quien encuentres, siempre buscan sangre fresca.
La joven no sabía si reírse ante aquella estúpida ocurrencia o preocuparse por la forma de pensar de los humanos. En su niñez, ella no recordaba haber oído historias tan aterradoras, aunque quizás fuera por su posición social y el privilegio de estar siempre protegida, al menos en teoría…
-Ya veo, sí, no tiene buen aspecto, lógico que te asustaras- dijo con comprensión.
-Pero tú no pareces ser así- se apresuró a salir en su defensa.
-No lo soy, no puedo hablarte de otros vampiros en este caso porque nunca me uní a ellos oficialmente.
-¿Y eso por qué? ¿No querías estar con los de tu especie?
-Eso es otra historia, no te conozco lo suficiente para contarte nada privado- por un momento se recordó a Lyssana con aquella ocurrencia.
-Bueno, entiendo.
-Por cierto, ¿Aquí sólo tenéis aldeas?- cuestionó la chica con curiosidad, intentando a su vez cambiar de tema.
-No, realmente estamos en las afueras de los dominios humanos, más adelante habrá pueblos más grandes y, en la parte central, la capital.- explicó el muchacho- Ahí están muy avanzados tanto en tecnología como en recursos, mi padre siempre soñó con saquear en esa zona, pero hay un gran gremio de rufianes allí, dicen que es su territorio y son difíciles rivales.
-Comprendo.
-Espera, aquí desvíate por este camino de tierra.
-Pero el camino principal no va por ahí.
-Ya pero el principal lleva dos días hasta un pueblo, éste es un corto desvío hasta donde vive mi amigo.
-Ah, vale gracias, pues menos mal porque no hubiésemos aguantado tanto viaje.
-¿Tú necesitas cubrirte del sol, no? por eso no viajáis de día.
-Exacto, por mi parte eso y por la suya, que es una fugitiva, aún no sé de quién ni qué ha hecho para serlo, pero cuando la conocí estaba en graves aprietos.
-¿Qué ocurrió?- preguntó con curiosidad y los ojos bien abiertos.
El misterio de aquella chica le resultaba fascinante aunque ya eran muchas emociones juntas el hecho de viajar por su cuenta por primera vez, salir de la aldea, la pelea con su padre y estar conociendo tanto de un mundo antes oscuro y velado.
-Pues yo había salido a alimentarme y ya de paso de viaje, a conocer algo de mundo, llevaba varias noches de vuelo.
-¿Vuelo?
-Sí, me convierto en murciélago, es muy cómodo a la hora de viajar solo y te da unas vistas estupendas.- explicó animada, le gustaba mucho aquella conversación- Bueno, la cosa es que estaba tan tranquila paseando, más bien sobrevolando, cuando me percaté de una persecución, me acerqué a ver qué pasaba y la vi, huyendo malamente, herida y un hombre persiguiéndola. Simplemente me dio un arrebato, sentí que no podía permitirlo y me abalancé sobre él.
-¿Le mataste?
-He de admitir que sí, es de los pocos a los que quité la vida, pero en mi opinión bien merecido, iba a matarla. Pero bueno, luego resulta que le defendió incluso.
-¿En serio?- aquella sorpresa era monumental.
-Sí, bueno en ese momento no, ella siguió huyendo y se escondió en una gruta, la seguí hasta allí para asegurarme de que estaba bien, y al verla su estado, simplemente no me vi capaz de dejarla así.- dijo prosiguiendo su relato- Unas horas después despertó y hablamos un poco, le dije lo de su atacante y se enfadó, me dijo que todos tenemos derecho a la vida y me sermoneó un poco.
-Es muy bondadosa por su parte, querer preservar la vida de aquel que deseaba tu muerte e iba a matarte- respondió el muchacho, pensativo.
-Bondadoso pero estúpido ¿Sabes? Yo creo que por eso ella piensa así. Realmente no sé nada de su vida, pero por lo que he conocido de ella, me cuesta creer que hiciese algo lo suficientemente malo como para que la persigan de esa manera, si acaso, se me antoja que será una injusticia seguramente.
-No lo entiendo tampoco ¿Quién querría ver muerto a alguien así?
-No lo sé, ella no habla de sí misma si puede evitarlo, pero al parecer es grave- dijo encogiéndose de hombros.- De todas formas, quien vaya a herir a alguien de mi familia, se las verá conmigo- sonrió con malicia.
-Ahora sí das miedo- dijo el muchacho un poco nervioso.
-A ti no te debería de dar miedo, no te haré nada, sólo a quien intente dañarnos.
-Vaya, sí que eres diferente a lo que me habían contado.
-Estoy llena de sorpresas, pequeñín, y creo que ella es la que más sorpresas nos guarda- dijo girando por un momento la cabeza en su dirección.
-Supongo.
-Mira, ya llegamos, aquí veo casas ¿Tu amigo vive cerca?
-Sí, sólo pasa cuatro casas más y habremos llegado.
-Menos mal, ya pensé que estaría muy lejos, fuimos a galope pero aun así dudo el aguante que ella pueda llegar a tener.
-Debe ser muy fuerte para soportar tiempo sin comer, además de haciendo trucos y moviéndose con esa agilidad. Mira, ésta es, detén el carruaje- interrumpió entonces, a lo cual ella respondió marcando el alto al caballo.
Izaí saltó fuera del carromato y se dirigió a una casa cercana, luego llamó a su puerta. Mientras, Sheryll guio al caballo hasta ahí.
Nadie respondió en la casa, por lo que el muchacho volvió a insistir en su llamada.
Al fin, después de cuatro llamadas más, alguien abrió la mirilla de la puerta.
-¿Quién es?- gruñó una voz desde dentro.
-Soy yo, Izaí.
-¿Sabes la hora que es, mentecato?
-Sé que es tarde, pero preciso tu ayuda, es muy urgente, Nergon.
Entonces, el susodicho abrió la puerta. El residente de esa casa era un muchacho más o menos de la edad del joven que viajaba con ellas, vestía con ropas para dormir que indicaban lo que estaba haciendo hace unos instantes. Era más alto que Izaí y tenía un cabello rizado y dorado, mas sus rasgos eran un tanto más maduros que los de su amigo, quizás por la barba de unos días que llevaba. Para finalizar, tenía una cicatriz de la mejilla izquierda.
-¿Qué ocurre? ¿Tu padre te ha echado de casa? ¿Quiénes son ellas?- preguntó al percatarse de su presencia.
-Te explicaré, resulta que mi padre, sus secuaces y por desgracia yo las asaltamos y capturamos, ellos querían vender el carromato, el caballo y venderlas a ellas, luego se plantearon hacerlas esclavas y torturarlas…
-Al grano Izaí, no son horas para que tenga la paciencia de escuchar una larga historia- le interrumpió con impaciencia.
-De acuerdo, de acuerdo. Bueno pues un poco en resumen, íbamos a escapar cuando nos pillaron y tuve que batirme en duelo con mi padre para lograr irme con ellas ¿te acuerda que hablamos alguna vez de salir a ver mundo…?
-Sí, sí, lo recuerdo ¿Y bien?- dijo con más impaciencia.
-Bueno pues, una de ellas, la que ves ahí recostada- dijo señalándola- ha hecho bastantes esfuerzos y tiene hambre.
-Entiendo, necesitáis comida - resumió.
-Y cobijo si puede ser- le interrumpió.- Tenemos que viajar únicamente de noche, verás a esa chica- dijo señalando a Sheryll y ésta saludó alegremente con la mano- no le puede dar la luz del sol.
-¡No me digas que es una tenebrosa! ¿Sabes dónde te estás metiendo? Más bien ¿Me has traído a una tenebrosa aquí y a saber qué más?- gruñó indignado.
-¡Tchis! Baja la voz, tranquilo. Ella no es mala, llevamos largo rato hablando y créeme, ninguna de las dos lo es, por favor confía en mí, no te metería en problemas por nada del mundo.
Nergon parecía bastante malhumorado, quizás por levantarse en mitad de la madrugada, y pareció debatirse internamente la susodicha proposición durante unos instantes.
-Bien- respondió escuetamente- pero en casa no entran, se quedarán en el establo.
-Pero no es apropiado para unas damas- protestó Izaí.
-No, tranquilo- interrumpió Sheryll mientras bajaba del carromato- es más que suficiente, muchísimas gracias por tu más que generoso hospedaje.
-Simplemente lo hago por él, con vosotras no tengo nada- dijo mirándola con recelo.- Estableceos allí, ahora traeré comida y agua. Contigo- se dirigía ahora a Izaí- hablaré mañana, muy seriamente.
-D... de acuerdo, gracias otra vez, amigo- el susodicho volvió a entrar en el interior de la casa.- Bien, vámonos, conozco el lugar, os guiaré- le dijo a Sheryll.
Ésta cogió de nuevo las riendas y llevó el carromato hasta donde indicó el joven.
El establo no estaba muy lejos de la casa, a unos pocos metros detrás de ella más bien. Era un lugar pequeñito y algo hermético, pero ideal para la situación dadas las circunstancias. Estaba completamente hecho de madera y por todo el suelo había heno esparcido, a excepción de un montón que había al fondo.
Como únicos ocupantes, había una vaca y dos caballos, quienes dormían plácidamente.
-Yo me encargo de ella, tú encárgate del caballo por favor- indicó Sheryll.
-Entendido- tras esto, se dispuso a soltar el caballo del carromato y a colocarlo junto con los otros ya que ahí tenía comida y agua disponible.
Sheryll, mientras tanto, había cogido en brazos a Lyssana y la había acomodado en el montón de heno, ya que parecía ser la parte más cómoda del lugar. Ésta entonces se movió ligeramente.
-¿Estás consciente?- preguntó con cierto matiz de dulzura.
-Un poco ¿Dónde estamos?- le costaba abrir los ojos.
-A salvo, de momento no deberías preocuparte por nada más, ahora tendrás comida y agua para reponerte.
-¿Cómo estás?- se acercó entonces Izaí a preguntar.
-Agotada y bastante hambrienta- murmuró, apenas eran audibles sus palabras, muestra de la poca energía que le quedaba.
-La próxima vez ten más cuidado de no llevarte hasta el límite- dijo Sheryll.
-No me reproches, no eres mi madre, además la situación lo requería.
-No soy tu madre, soy casi como tu hermana mayor- dijo bromeando.- ¡Ah! mira aquí viene nuestro hospitalario amigo - dijo mirando hacia la entrada donde Nergon apareció con una jarra de agua y dos barras de pan.
-Esto es todo cuanto tengo por ahora- dijo tendiéndoselo a Izaí y sin moverse de la entrada.
-Estamos más que agradecidos- Dijo Sheryll.
Nergon torció el gesto y añadió para el muchacho antes de marcharse.
-Que no causen ningún alboroto, no quiero problemas.
-No te preocupes amigo, todo irá bien- le respondió con una sonrisa.
Recostados todos en el mullido montón de heno, se dispusieron a comer, todos menos Sheryll, quien dio su parte a Lyssana, ayudándola a comer.
-Parecéis muy unidas- comentó Izaí.
-Creo que es porque ambas entendemos qué significa tener que sobrevivir mientras muchos intentan matarte- dijo Sheryll con un tono triste.
-Entiendo, debe ser horrible.
-No te imaginas- finalizó ésta.
Después de esto se formó un nuevo silencio, mas el cansancio del grupo ya hizo que nadie quisiera romperlo hasta haber comido y disponerse a dormir por entonces.
Lyssana ya dormía cuando Sheryll se dispuso a ello
-Date la vuelta- le dijo a Izaí, quien siguió su mandato.
-Ya está- indicó poco después.
Éste entonces volteó de nuevo y pudo ver que, en lugar de Sheryll, había sobre el heno un pequeño murciélago.
-Vaya, increíble- añadió con asombro.
-Venga, hasta mañana, dijo ella mientras volaba hacia la viga más alta para disponerse ahí a dormir
-Hasta mañana, concluyó él mientras se tumbaba en el heno, con su abrigo quitado y puesto por encima a modo de manta sobre Lyssana y él mismo.
-Oye- dijo Sheryll antes de dormirse definitivamente- no le hagas nada raro ¿Eh? Te estoy vigilando desde aquí.
-¡Por supuesto que no! Ni se me había ocurrido- dijo sonrojado y molesto, entonces ella respondió con una pequeña y maliciosa risita- ¡No te burles de mí!- protestó.
-Hasta mañana- se despidió ella definitivamente.


Poco a poco las tinieblas empezaron a desaparecer, mientras abría los ojos. Confusa, miró a su alrededor. La quietud previa al amanecer era abrumadora y aún se sentía algo débil, pero seguramente se le pasaría al comer algo de nuevo. Suavemente, intentó levantarse.
-¿Ya estás despierta?- le preguntó amablemente Izaí, quien se había percatado de su movimiento.
-¿Dónde estamos?- cuestionó intrigada.
-En casa de un amigo mío, bueno, en una parte de su casa. ¿Cómo te encuentras?
-Un poco débil pero se me pasará, verdaderamente estoy mucho mejor que antes.
-Ciertamente creo que te habías desvanecido por agotamiento- observó.
-Supongo ¿Dónde está Sheryll?- cuestionó entre preocupada, adormecida e intrigada.
-Aún duerme.
-¿Puedo preguntarte algo?
-Lo que quieras.
-¿Quién ha cuidado de mí todo este tiempo? ¿Habéis sido vosotros?
-Sí- afirmó el muchacho.
-¿Por qué lo habéis hecho?
-Porque eres de la familia- respondió encogiéndose de hombros.
-¿Cómo que de la familia?
-Sheryll me dijo que somos como una pequeña familia, al menos ella parece verlo así.
Lyssana suspiró, de alguna forma podría haberlo previsto dada la insistencia de la vampiresa en acompañarla ya desde un principio, se imaginaba que la curiosidad sólo fue una parte del conjunto y que lo que ocurría en realidad era que la chica se sentía sola y, al verse posiblemente reflejada en ella de alguna manera, decidió quedarse a su lado. Por desgracia parecía haberla cogido cariño.
-Tú pareces no muy conforme con esto ¿Hay quizás algo que te disguste?
-Vosotros no sois mi familia, consideraros así sería como no aceptar la realidad de las cosas- suspiró un poco exasperada- Esto es una locura, debí haberme marchado desde el principio.
-No comprendo - respondió confuso.
-Soy una fugitiva Izaí, mi deber es viajar sola, desde hace mucho que lo hago pero me encontré con Sheryll, me protegió sin pedirle nada, sólo porque quiso...
-Entonces ¿Cuál es el problema?- el joven no comprendía qué podía pasársele por la cabeza a aquella misteriosa chica.
-No lo entiendes ¿Verdad?- suspiró.
-Vale, ella igual no te conocía, pero algún motivo tendría para querer ayudarte.
-Creo saberlo, en realidad se siente sola, da igual lo dura que quiera parecer, necesitaba a alguien a su lado.
-Bueno pues ¿Cuál es el problema?- reiteró su pregunta, aún sin comprender.
-Ahora ninguno, te tiene a ti, ya no se quedará sola, así que puedo irme- dijo avanzando hacia la entrada.
-¡Espera! ¡Espera! - entonces se detuvo- ¿Por qué piensas que tú sobras? Ella te aprecia, se ve de lejos, no creo que desee que te vayas, ni siquiera me queda claro que lo desees tú.
-Lo que desee no importa, es lo que debo hacer.
-¡¿Acaso no te importan los sentimientos de los demás?! De la gente que está a tu lado- gritó furioso, pero no bastó para que Sheryll despertase.
-Precisamente- dicho esto, se esfumó de pronto, simplemente desapareció ante los ojos de un enfadado y confuso Izaí.
Cuando recobró la compostura empezó a gritar de pura frustración.
-¡Sheryll! despierta, maldita sea.
-¿Qu...qué pasa?- bostezó- Aún es temprano.
-Lyssana se ha ido.
-¿Cómo que se ha ido? Si estaba muy mal- dijo mientras descendía velozmente y adoptaba su otra forma.
-Pues se recuperó, supongo.
-¿Y tú se lo has permitido?
-No quería pero desapareció en el aire simplemente- dijo ofuscado.
-No la habrás ofendido- inquirió amenazante.
-¿De qué me hablas? Empezó con su retahíla de que debía marcharse y que no éramos su familia.
-No comprendo- se detuvo, triste, un instante.
-Le dije lo que tú me habías dicho de la familia, ella me dijo que desde el principio que la cuidaras era porque necesitas compañía y, como ahora me tienes a mí, ella podía marcharse. Entonces le dije que la aprecias, que te importa y que no querías que se fuese y seguramente ella tampoco quería hacerlo, luego me dijo que lo que desee daba igual, que era lo que debía hacer y se fue- dijo atropelladamente, muy nervioso y algo enfadado por aquella situación forzada.
Sheryll se paró en seco, con la cabeza gacha, como meditando.
-Así que se trata de eso… - casi susurró, cabizbaja.
-¿A qué le das vueltas?
-No lo entiendes ¿Verdad? Ciertamente esta chica es algo idiota ¡Pero qué idiota más dulce!- suspiró.
-Obviamente no entiendo nada ¿Podrías explicarme?- pidió expectante.
-Ella no quiere irse, bueno, no quería irse realmente.
-¿Pero escuchaste lo que dije? No nos considera de su familia, ni un grupo, quizás nunca quiso quedarse con nosotros.
-Eres muy inocente, chiquitín- dijo con media sonrisa.
-Venga ya, no vengas ahora con...
-Ella no quería irse - le interrumpió- pero lo hace por nosotros. Realmente no sé casi nada de ella, pero los pocos sentimientos que he captado son de soledad y preocupación hacia los demás ¡Si hasta curó a un árbol! ¿No lo ves? Sólo se aleja de nosotros para protegernos ¡Qué estúpida! No precisaba hacer eso.
-¿No te estarás engañando a ti misma?- inquirió, pensativo.
-No. Mira, no sé qué demonios la perseguirá, pero voy a encontrarla, voy a decirle un par de cosas y voy a cargarme a quien sea que vaya detrás de ella- dijo enfadada y decidida.
-Sigo sin comprender-dijo confuso.
-Ponte en su lugar ¿Qué harías si alguien te persiguiese, si tuvieses que huir? Debe ser alguien peligroso, por supuesto, su vida supongo que esté amenazada, así que, a quienes se acerque, serán perseguidos junto con ella. Imagínatelo ¿No querrías proteger a los que quieres de ser así?
-¿Tan segura estás de que eso es lo que ocurre?
-Sí. Ella no es que se haya deshecho en explicaciones, pero su comportamiento habla en su lugar, aunque ciertamente debe ser muy triste vivir así. Yo soy perseguida después de todo, así que puedo entenderlo, pero mi vida por lo general no corre un serio peligro ya que los que más van detrás de mí son humanos. No sé a ciencia cierta qué la persigue, si sólo son humanos o hay alguien más, pero esto no va a quedar así.
-Bueno, entonces - dijo un Izaí más calmado- si tan segura estás de que ése es el motivo ¿Qué hacemos aquí parados? No estará lejos.
-Tendrías que salir tú, a no ser que quieras que me chamusque ahí fuera.
Visto así, para casos como aquellos era un engorro depender de la noche, pero no se podía hacer otra cosa. Después de aquel debate Izaí decidió guardarse su enfado inicial debido al desconcierto que la muchacha le había generado y en un intento por comprender la situación de la misma se levantó y dispuso a salir en su busca, intentando claro que al abrir la puerta no le llegase ni un rayo de sol a la vampiresa.
Una vez fuera miró a su alrededor y suspiró pensando dónde comenzar su búsqueda.





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