Las cartas perdidas de Ezrah - Capítulo 4
La joven vampiresa cogió aire con
fuerza y lo mantuvo en sus pulmones, disfrutando de la sensación fresca que
éste le proporcionaba.
-Por fin cae la noche- anunció a
los presentes.
Parecía no ser ninguna sorpresa
que fuese la primera en saberlo dada su afinidad especial al ambiente nocturno,
por lo que éstos no le dieron mayor importancia.
Izaí por su parte no pudo evitar
pensar en que, si no hubiese sido por su intervención, a nadie se le había
pasado por la cabeza que las prisioneras necesitarían alimentarse, o bien sí
habían caído en la cuenta mas no les importaba, o quizás no se atrevía a
acercárseles. En parte entendía la mala visión que daban los humanos de sí
mismos y su especie.
Se le cruzó en aquel momento la
loca idea de que, cuando lograse salir de aquel horrible lugar, intentaría
cambiar el mundo ahí fuera.
Lo habían hablado y la que
parecía mejor estrategia, aunque ciertamente arriesgada ya que dependían del
estado de una no muy recuperada Lyssana, era sin lugar a dudas pasar
desapercibido contando con la habilidad de ésta para crear ilusiones a su
alrededor.
Había por supuesto más opciones
sobre la mesa que el muchacho había expuesto, mas podrían implicar alguna
batalla y las chicas ni buscaban ni querían pelea, mucho menos seguir
exponiéndose de forma deplorable ante los humanos, aunque ellos no estuviesen dando
una mejor imagen, ellas no se querían ver de esa manera.
Izaí les había contado dónde
estaba el caballo con el que las habían encontrado así como el carromato, el
cuál esperaba por el resto del botín para seguramente hacer una buena venta en
el pueblo.
El recorrido era lo más simple
posible, siempre y cuando no hubiese contratiempo alguno. Entre donde estaban
situados y su objetivo, sólo había tres casas de por medio, fáciles de sortear
en prácticamente una línea recta, de ahí a los límites de la aldea había unos
metros escasos. Aquella hora era la ideal dado que el grueso de la población,
que eran quienes hacían parecer aquel lugar como uno decente y no uno repleto
de rateros, se habrían retirado a dormir a sus respectivas casas. La mayor
preocupación eran su padre y amigotes, los cuales tras el atardecer salían con
el objetivo de dar otro golpe a algún transportista o lo que sea que
encontrasen.
Lyssana por su parte ya había
desplegado su encanto particular y, por lo que pudieron comprobar los otros
dos, pasaron totalmente desapercibidos ante un perro que dormitaba al lado de una
casa, quien ni levantó una oreja al pasar aquel peculiar grupito incluso
demasiado cerca de él.
La primera casa ya quedaba atrás
y la chica empezó a notarse fatigada, pero prosiguió, decidida a aguantar todo
el trayecto. En la segunda casa se escuchaba desde afuera a una familia
enzarzada en una discusión por las labores del campo. El padre y la madre del
joven al que gritaban le echaban en cara a éste que no sentía respeto alguno
por su trabajo y que no podía pasarse la vida tocando una flauta de madera que
el chico parecía haberse fabricado. Al muchacho del grupo le resultó más que
oída aquella escena, por lo que compadeció al otro, a quien conocía bien por
vivir cerca, pero no por tener una relación cercana precisamente, aunque de
alguna manera se sintió aliviado de no ser el único incomprendido allí. No
obstante pensó por un momento en aquel chico y tampoco le veía como alguien
agradable con quien intercambiar unas palabras, le recordaba taciturno, de ceño
fruncido y de toscas palabras, aunque si su familia se avergonzaba tanto de sus
pasiones quizás le resultara comprensible en cierto modo.
Pasaron la segunda casa y la
muchacha tenía problemas para caminar, mantenerse concentrada y respirar al
mismo tiempo, como si tuviese que decidirse por una de las tres, mas no dijo
nada y prosiguió la marcha, tampoco es que pudiese hablar con sus compañeros ya
que harían ruido y sin duda alguien se percataría de su presencia.
En la tercera el ambiente era
sosegado y tranquilo en apariencia, mas Sheryll podía percibir un corazón
alterado en su interior y el tan reconocible y ansiado para ella olor de la
sangre. Era poca no obstante, mas la presencia de un segundo corazón
extrañamente tranquilo le recordó una imagen familiar que decidió apartar a la
oscuridad del olvido nuevamente. Resultaba curioso la de cosas que podían pasar
en la privacidad de una vivienda, parecía que en algunas ocasiones había quien
limpiaba el exterior de la casa, dejándolo reluciente, mientras dejaba la
basura dentro de la misma para que el resto sólo vean una bonita fachada.
La visión de la taberna, que era
donde se encontraba su medio de transporte, le dio fuerzas a Lyssana para
continuar, mas ya le era tedioso seguir respirando y comenzaba a boquear como
un pez fuera del agua mientras se esforzaba lo indecible por mantener la
ilusión que les rodeaba.
Desaparecer parecía tarea fácil,
mas constantemente tenía que mirar alrededor para, mientras avanzaban, ir
creando la ficticia imagen de que el paisaje de su alrededor no se
distorsionaba a su paso.
Por fin llegaron hasta el caballo,
que tenía las riendas atadas a la barandilla que había afuera de la taberna.
Mientras Sheryll deshacía el nudo con cuidado de no hacer ruido ni alterar al
animal, quien empezaba a ponerse nervioso al no ver bien qué ocurría ni
comprender seguramente el motivo por el cual las riendas se movían solas en
apariencia, Izaí se asomó por la ventana del edificio y vio con soberana
sorpresa cómo aquellos que creían fuera del lugar estaban bebiendo y festejando
por el botín tan provechoso y el dinero que seguramente sacarían gracias a su
venta en el mercado clandestino.
Alertó con los brazos a sus
acompañantes, pero Sheryll estaba muy ocupada intentando que el caballo
mantuviese la calma y Lyssana bastante tenía con seguir respirando mientras
mantenía aquella ilusión.
Repentinamente y como muestra del
fracaso en el intento de la muchacha, el corcel relinchó temeroso, cosa que
alertó a los festejantes, e instantes después, como una absurda e irrisoria
coincidencia, Lyssana empezó a tambalearse, asiendo en un impulso la barandilla
mientras que la ilusión se desvanecía por completo.
Los que estaban fuera de la
taberna y los de dentro cruzaron miradas a través del cristal, entonces los
primeros intentaron darse a la fuga rápidamente, mientras que los otros corrían
hacia la puerta. No tardaron en darles alcance puesto que no pudieron calmar al
caballo.
-¡¿Pero qué te crees mocoso?!
¡¿Acaso me estás traicionando?!- preguntó enfurecido el líder, dando
seguramente la voz de alarma en toda la aldea, la cual ya era pequeña de por
sí.
Izaí no sabía dónde esconderse,
de hecho ni podían escapar ya dado que en seguida les habían cortado el paso.
Parecía que tan sólo quedaba una alternativa, la que inconscientemente estaba
postergando con la esperanza de no necesitar recurrir a ella.
-N… N…- comenzó a balbucear.
-¿Acaso eres un bebé? Si tienes
el valor de traicionar a tu padre y a tu pueblo, ten el valor de dar la cara,
niñato desagradecido.
-No os estoy traicionando- pudo
decir al fin- estoy harto de vivir bajo tu sombra, bajo tus normas y enseñanzas
en las que no creo, por una vez estoy siendo yo, acorde a mi forma de pensar.
-No has debido pensarlo mucho al
asociarte con estas dos- escupió con desprecio.- ¿O acaso pretendías cobrar tú
el beneficio de la venta?- se apresuró en acusar.
-¡No!- respondió el aludido con
indignación.- Te digo que yo no quiero vivir así ¿Pero te das cuenta? Robando a
otros para lucrarnos nosotros ¿Acaso no te reconcome la culpa? ¿Y si le quitas
el pan a una familia necesitada? ¿Piensas que es justo?- cuestionó casi con
lágrimas en los ojos.
-La vida no es justa, Izaí, es un
caos enorme en el que gana el más fuerte. El listo y fuerte es el que come,
quien se queda atrás muere de hambre y la verdad no me importa quitarle el pan
a una familia si con ese pan alimento a la mía- dijo seriamente.
-Pues yo no quiero esto, me niego
a creer que el mundo es este agujero infecto lleno de gente que hace cosas
inmorales a otros sin importarle nada más. Quiero que el mundo sea más justo.
Viendo la escena se encontraban
ya no sólo los hombres de la taberna y las chicas, sino algunos curiosos que se
habían acercado o asomado a las ventanas a ver qué pasaba que había tanto
jaleo. Se les oía cuchichear de vez en cuando, no obstante por respeto al jefe
de los bandidos o mismamente por precaución, no eran partícipes ni hacían mofa
del chico. Habían visto demasiado enfadado a aquel hombre al verle con aquellas
desconocidas dispuesto a irse como para atreverse a abrir la boca.
-¿Y qué va hacer un triste mocoso
como tú? Ni sabes valerte por ti mismo ahí fuera ¿Sabes qué te va a pasar? Esas
amiguitas tuyas te van a traicionar, porque sólo te han usado para salir de
aquí ¿Y sabes qué más? Ahí fuera es un nido de víboras, hijo, no vas a aguantar
ni un día tú solo, mucho menos con buenas intenciones en el bolsillo. El mundo
devora a los cervatillos como tú sin piedad.
Aquel discurso heló la sangre del
muchacho quien no sabía qué responder y se quedó callado unos instantes
mientras el cuchicheo se hacía general. Lyssana se planteó salir en su ayuda
con algún argumento, pero intentaba ahorrar fuerzas por si necesitaba de algún
as en la manga. Sheryll también se debatía en lo mismo, pero no quería dejarle
el trabajo hecho al muchacho, había cosas que uno mismo debía hacer.
-Deja esos pajaritos, Izaí-
continuó el padre del chico- el mundo no está hecho para la gente como tú. Lo
mejor que puedes hacer es aprender de nosotros y hacerte fuerte antes de ir por
tu cuenta.
-¿Alguna vez te planteaste que si
nosotros fuésemos mejores el mundo no sería tan horrible?- cuestionó el chico.
-¡Vaya tontería! El mundo nunca
ha cambiado ni cambiará.
-Si no cambiamos nada, nunca
cambiará nada- respondió con firmeza mientras le temblaban las piernas, nunca
había pensado que sería capaz de mantener aquella conversación con su padre,
aun así le estaba costando horrores.
-¿Y qué pretendes? ¿Salir ahí con
tus amiguitas y que los demás te reciban con los brazos abiertos? ¡No seas
iluso, hijo! Quédate aquí que es donde perteneces.
-No es lo que quiero, deseo ver
mundo, padre, deseo ser mejor, aprender, conocer, vivir aventuras e intentar
cambiar las cosas ¡Lo tengo decidido!
Parecía que el padre del muchacho
se debatía entre cogerle de la oreja y arrastrarle para casa a darle un par de
golpes o reírsele en la cara. Sí, quizás no fuesen las mejores formas, pero así
le había enseñado su padre y así enseñaba él a su hijo, por quien se sentía
ahora decepcionado.
-Me has dicho muchas veces que me
tengo que hacer fuerte para que el mundo no me coma, que sea yo quien devore al
mundo y aún vaya a por más- respondió de nuevo el chico- bien, me quiero hacer
fuerte, pero de otra manera, no deseo tener ese ansia de poder, sino de
conocimiento, quiero construir un lugar mejor en el que vivir, uno con el que
yo pueda vivir.
Aquella conversación se le estaba
yendo de las manos, estaban rodeados de gente que era testigo a cada palabra
que intercambiaban de cómo un mocoso le ponía en duda su autoridad. Le
empezaron a temblar las manos sólo con pensar que estaba perdiendo en control
de todo aquello así que se le ocurrió recurrir a lo que mejor se le daba para
solventarlo.
-¿Así que quieres irte con estas
chicas, no?- cuestionó con irritación.
-Sí- afirmó simplemente.
-Bien, vamos a hacer una cosa. Si
me ganas en una batalla, aquí y ahora, puedes irte- aquello lo dijo con una
media sonrisa, sabía que su hijo no estaba a la altura de sus capacidades, de
hecho estaba lejos de alcanzarlo.
El muchacho resopló mientras se
desplomaba moralmente, sabía que era imposible que le ganara.
-¿Qué ocurre? ¿No tenías tantas
ganas de salir ahí fuera?- dijo para provocarle.
-¿Qué tal si yo peleo por el
muchacho?- propuso una resuelta Sheryll quien por fin tomaba partido tras
adivinar la situación.
Aquel chico le caía bien y las había
ayudado de buen grado, tampoco deseaba dejarle tirado así.
-Es él quien quiere dejarnos, él
tiene que pelear.- dijo solamente.
-¿Y un dos contra dos?-
contraatacó con otra propuesta.
Aquel hombre se lo planteó por un
momento, sabía que es chica tenía algo raro, pero después de todo era una mujer
y no conocía a ninguna que pudiese vencerle, por lo que su debate interno duró
poco.
-De acuerdo, Arcel- llamó a uno
de los hombres de la taberna, quien dio un paso adelante- tra espadas y
prepárate para patear estos dos traseros.
El aludido así lo hizo y en
apenas unos instantes se encontraban con un círculo de personas alrededor y
ellos cuatro con espadas en el centro. Un aldeano se encargó de señalizar
cuándo empezaba la pelea. Las normas eran claras, el primer equipo que acabase
agotado en el suelo, perdía.
El combate empezó e Izaí
prácticamente huyó de los furibundos ataques de su padre, mientras que Sheryll
dejaba caer la espada como si ésta fuese muy pesada para ella, con lo que su
adversario se relamió del gusto de comprobar lo fácil que le iba a resultar
ganar aquello.
Cuando se acercó a la vampiresa,
en un abrir y cerrar de ojos ésta había desaparecido y ya estaba a su espalda,
sonriendo complacida por su cara de horror. Entonces le propinó un golpe en la
nuca para derribarlo, más sólo le hizo daño. Aquel mastodonte era difícil de
tumbar, por lo que se dedicó a cansarlo, en un baile de “ahora me pillas, ahora
no” que la divertía sobremanera. De vez en cuando incluso le echaba un ojo a
Lyssana, quien se aguantaba como podía mientras veía el espectáculo con el
corazón en un puño.
El joven por su parte, intentaba
esquivar y cubrirse constantemente, no quería hacer daño a su padre y tampoco
era muy diestro con la espada, básicamente había adoptado sin darse cuenta la
misma estrategia que su compañera, pero con menos elegancia.
Después de un rato Arcel ya
resoplaba y sudaba mares, pero no se daba por vencido y, mientras seguía
arremetiendo contra aquella mujer, la miraba furibundo por dejarle en evidencia
ante toda la aldea. Sheryll no precisaba ni siquiera la espada para lograr lo
que quería, mas ya se estaba aburriendo, por lo que decidió poner fin a todo
aquello y en otro movimiento engañoso, y aprovechando que su rival ya estaba
agotado, le propinó un golpe en las piernas que le desequilibró y le hizo caer.
Realmente no contaba ya el daño que le había hecho, sino que le había hecho
caer y estaba muy cansado para levantarse de nuevo.
Aprovechó entonces para meter
baza en el combate entre padre e hijo ya que el segundo no estaba en el suelo
de milagro. En un descuido del líder, cogió la espada de su derrotado compañero
y se la colocó en el cuello, haciéndole detenerse en seco si no quería perder
la cabeza.
El líder de los bandidos,
frustrado, debía aceptar la derrota y la partida de su hijo, quien tenía
delirios infantiles preocupantes para él, pero era un hombre de palabra y debía
cumplir el trato. Había olvidado no subestimar al contrincante, cosa de la que
tomó nota mental.
Cuando ya estuvo todo dispuesto
para su partida, no olvidó dar un último mensaje a su hijo.
“No vuelvas sin convertirte en
alguien grande y fuerte”, ésas fueron sus palabras, que el muchacho tomaría en
serio a pesar de sus diferencias, mas sería grande y fuerte a su manera.
Subieron entonces al carromato,
Lyssana agotada en la parte de atrás y Sheryll e Izaí en la parte delantera,
llevando ésta las riendas.
-¿Estará dormida?- preguntó Izaí
después de unas horas de viaje.
-Mmm... no lo creo- dijo mientras
hacía detenerse al caballo, entonces fue a su encuentro para examinarla mejor.-
Definitivamente no es eso, más bien...
Un gruñido procedente de las
tripas de Lyssana hizo aparición, sobresaltando a los presentes.
-Vale, esto lo explica todo ¡¿Cómo
no había caído?! Los humanos comen a menudo y ella no ha comido nada desde hace
unas cuantas horas, hacer el esfuerzo de hace un momento la habrá terminado de
extenuar. Deberíamos buscar un lugar donde comer y reposar ¿Conoces alguno?
-Dentro de poco llegaremos a una
aldea, no puede estar lejos, ahí vive un amigo mío, podríamos pedirle
alojamiento.
-Perfecto pues, vámonos entonces,
así también podré dormir y descansará el caballo, que el pobre lleva un largo
paseo- dijo mientras volvía a colocarse en su lugar anterior para retomar la
marcha.
-¿Puedo preguntarte algo? - preguntó
el muchacho con curiosidad.
-Dime.
-¿Ella también es...?
-¿Vampiresa? No, por supuesto que
no- afirmó con rotundidad.
-¿Será una bruja?- especuló.
-No lo creo, llegué a conocer a
una y era muy diferente, ella se dedicaba más a la adivinación y a pócimas,
tenía una tiendecita en una ciudad lejana.
-¿Y se conformaba con eso? Sabiendo
tantas cosas y poseyendo tales poderes podría hacer viajes peligrosos sin
preocuparse, ver mundo, no sé- su inquieta mente comenzó a pensar en múltiples
posibilidades.
-Las brujas siempre estuvieron
muy perseguidas, sobre todo por los humanos ya que temían sus poderes y casi no
quedan, es una pena. Ella me dijo que las pocas que conocía o vivían exiliadas
en alguna montaña o se dedicaban a lo mismo que ella- Le explicó al muchacho.
-Bueno, los humanos debemos de
estar enfrentados a muchos otros seres- supuso éste.
-Cierto es, no tendéis a ser
tolerantes con quienes no son como vosotros, pero simplemente es porque no os
molestáis en conocernos, si lo hicierais, dejaríais de tener miedo porque
realmente no somos monstruos sin piedad que matan todo lo que encuentran. Tú
mismo te asustaste sin siquiera verme actitud hostil, simplemente por ser lo
que soy- dijo encogiéndose de hombros.
-Es que desde siempre he oído
cosas atroces acerca de cualquiera que no sea humano. De los vampiros por
ejemplo, que secuestraban humanos, sobre todo damiselas, los torturaban y
bebían hasta la última gota de sangre, noche tras noche, independientemente de
quien encuentres, siempre buscan sangre fresca.
La joven no sabía si reírse ante
aquella estúpida ocurrencia o preocuparse por la forma de pensar de los
humanos. En su niñez, ella no recordaba haber oído historias tan aterradoras,
aunque quizás fuera por su posición social y el privilegio de estar siempre
protegida, al menos en teoría…
-Ya veo, sí, no tiene buen
aspecto, lógico que te asustaras- dijo con comprensión.
-Pero tú no pareces ser así- se
apresuró a salir en su defensa.
-No lo soy, no puedo hablarte de
otros vampiros en este caso porque nunca me uní a ellos oficialmente.
-¿Y eso por qué? ¿No querías
estar con los de tu especie?
-Eso es otra historia, no te
conozco lo suficiente para contarte nada privado- por un momento se recordó a
Lyssana con aquella ocurrencia.
-Bueno, entiendo.
-Por cierto, ¿Aquí sólo tenéis
aldeas?- cuestionó la chica con curiosidad, intentando a su vez cambiar de
tema.
-No, realmente estamos en las
afueras de los dominios humanos, más adelante habrá pueblos más grandes y, en
la parte central, la capital.- explicó el muchacho- Ahí están muy avanzados
tanto en tecnología como en recursos, mi padre siempre soñó con saquear en esa
zona, pero hay un gran gremio de rufianes allí, dicen que es su territorio y
son difíciles rivales.
-Comprendo.
-Espera, aquí desvíate por este
camino de tierra.
-Pero el camino principal no va
por ahí.
-Ya pero el principal lleva dos
días hasta un pueblo, éste es un corto desvío hasta donde vive mi amigo.
-Ah, vale gracias, pues menos mal
porque no hubiésemos aguantado tanto viaje.
-¿Tú necesitas cubrirte del sol,
no? por eso no viajáis de día.
-Exacto, por mi parte eso y por
la suya, que es una fugitiva, aún no sé de quién ni qué ha hecho para serlo,
pero cuando la conocí estaba en graves aprietos.
-¿Qué ocurrió?- preguntó con
curiosidad y los ojos bien abiertos.
El misterio de aquella chica le
resultaba fascinante aunque ya eran muchas emociones juntas el hecho de viajar
por su cuenta por primera vez, salir de la aldea, la pelea con su padre y estar
conociendo tanto de un mundo antes oscuro y velado.
-Pues yo había salido a
alimentarme y ya de paso de viaje, a conocer algo de mundo, llevaba varias
noches de vuelo.
-¿Vuelo?
-Sí, me convierto en murciélago,
es muy cómodo a la hora de viajar solo y te da unas vistas estupendas.- explicó
animada, le gustaba mucho aquella conversación- Bueno, la cosa es que estaba
tan tranquila paseando, más bien sobrevolando, cuando me percaté de una
persecución, me acerqué a ver qué pasaba y la vi, huyendo malamente, herida y
un hombre persiguiéndola. Simplemente me dio un arrebato, sentí que no podía
permitirlo y me abalancé sobre él.
-¿Le mataste?
-He de admitir que sí, es de los
pocos a los que quité la vida, pero en mi opinión bien merecido, iba a matarla.
Pero bueno, luego resulta que le defendió incluso.
-¿En serio?- aquella sorpresa era
monumental.
-Sí, bueno en ese momento no,
ella siguió huyendo y se escondió en una gruta, la seguí hasta allí para
asegurarme de que estaba bien, y al verla su estado, simplemente no me vi capaz
de dejarla así.- dijo prosiguiendo su relato- Unas horas después despertó y
hablamos un poco, le dije lo de su atacante y se enfadó, me dijo que todos
tenemos derecho a la vida y me sermoneó un poco.
-Es muy bondadosa por su parte,
querer preservar la vida de aquel que deseaba tu muerte e iba a matarte-
respondió el muchacho, pensativo.
-Bondadoso pero estúpido ¿Sabes?
Yo creo que por eso ella piensa así. Realmente no sé nada de su vida, pero por
lo que he conocido de ella, me cuesta creer que hiciese algo lo suficientemente
malo como para que la persigan de esa manera, si acaso, se me antoja que será
una injusticia seguramente.
-No lo entiendo tampoco ¿Quién
querría ver muerto a alguien así?
-No lo sé, ella no habla de sí
misma si puede evitarlo, pero al parecer es grave- dijo encogiéndose de hombros.-
De todas formas, quien vaya a herir a alguien de mi familia, se las verá
conmigo- sonrió con malicia.
-Ahora sí das miedo- dijo el
muchacho un poco nervioso.
-A ti no te debería de dar miedo,
no te haré nada, sólo a quien intente dañarnos.
-Vaya, sí que eres diferente a lo
que me habían contado.
-Estoy llena de sorpresas,
pequeñín, y creo que ella es la que más sorpresas nos guarda- dijo girando por
un momento la cabeza en su dirección.
-Supongo.
-Mira, ya llegamos, aquí veo
casas ¿Tu amigo vive cerca?
-Sí, sólo pasa cuatro casas más y
habremos llegado.
-Menos mal, ya pensé que estaría
muy lejos, fuimos a galope pero aun así dudo el aguante que ella pueda llegar a
tener.
-Debe ser muy fuerte para
soportar tiempo sin comer, además de haciendo trucos y moviéndose con esa
agilidad. Mira, ésta es, detén el carruaje- interrumpió entonces, a lo cual
ella respondió marcando el alto al caballo.
Izaí saltó fuera del carromato y
se dirigió a una casa cercana, luego llamó a su puerta. Mientras, Sheryll guio
al caballo hasta ahí.
Nadie respondió en la casa, por
lo que el muchacho volvió a insistir en su llamada.
Al fin, después de cuatro
llamadas más, alguien abrió la mirilla de la puerta.
-¿Quién es?- gruñó una voz desde
dentro.
-Soy yo, Izaí.
-¿Sabes la hora que es,
mentecato?
-Sé que es tarde, pero preciso tu
ayuda, es muy urgente, Nergon.
Entonces, el susodicho abrió la
puerta. El residente de esa casa era un muchacho más o menos de la edad del
joven que viajaba con ellas, vestía con ropas para dormir que indicaban lo que
estaba haciendo hace unos instantes. Era más alto que Izaí y tenía un cabello
rizado y dorado, mas sus rasgos eran un tanto más maduros que los de su amigo,
quizás por la barba de unos días que llevaba. Para finalizar, tenía una
cicatriz de la mejilla izquierda.
-¿Qué ocurre? ¿Tu padre te ha
echado de casa? ¿Quiénes son ellas?- preguntó al percatarse de su presencia.
-Te explicaré, resulta que mi
padre, sus secuaces y por desgracia yo las asaltamos y capturamos, ellos
querían vender el carromato, el caballo y venderlas a ellas, luego se
plantearon hacerlas esclavas y torturarlas…
-Al grano Izaí, no son horas para
que tenga la paciencia de escuchar una larga historia- le interrumpió con
impaciencia.
-De acuerdo, de acuerdo. Bueno
pues un poco en resumen, íbamos a escapar cuando nos pillaron y tuve que
batirme en duelo con mi padre para lograr irme con ellas ¿te acuerda que
hablamos alguna vez de salir a ver mundo…?
-Sí, sí, lo recuerdo ¿Y bien?-
dijo con más impaciencia.
-Bueno pues, una de ellas, la que
ves ahí recostada- dijo señalándola- ha hecho bastantes esfuerzos y tiene
hambre.
-Entiendo, necesitáis comida -
resumió.
-Y cobijo si puede ser- le
interrumpió.- Tenemos que viajar únicamente de noche, verás a esa chica- dijo
señalando a Sheryll y ésta saludó alegremente con la mano- no le puede dar la
luz del sol.
-¡No me digas que es una
tenebrosa! ¿Sabes dónde te estás metiendo? Más bien ¿Me has traído a una
tenebrosa aquí y a saber qué más?- gruñó indignado.
-¡Tchis! Baja la voz, tranquilo.
Ella no es mala, llevamos largo rato hablando y créeme, ninguna de las dos lo
es, por favor confía en mí, no te metería en problemas por nada del mundo.
Nergon parecía bastante
malhumorado, quizás por levantarse en mitad de la madrugada, y pareció
debatirse internamente la susodicha proposición durante unos instantes.
-Bien- respondió escuetamente-
pero en casa no entran, se quedarán en el establo.
-Pero no es apropiado para unas
damas- protestó Izaí.
-No, tranquilo- interrumpió
Sheryll mientras bajaba del carromato- es más que suficiente, muchísimas
gracias por tu más que generoso hospedaje.
-Simplemente lo hago por él, con
vosotras no tengo nada- dijo mirándola con recelo.- Estableceos allí, ahora
traeré comida y agua. Contigo- se dirigía ahora a Izaí- hablaré mañana, muy
seriamente.
-D... de acuerdo, gracias otra
vez, amigo- el susodicho volvió a entrar en el interior de la casa.- Bien,
vámonos, conozco el lugar, os guiaré- le dijo a Sheryll.
Ésta cogió de nuevo las riendas y
llevó el carromato hasta donde indicó el joven.
El establo no estaba muy lejos de
la casa, a unos pocos metros detrás de ella más bien. Era un lugar pequeñito y
algo hermético, pero ideal para la situación dadas las circunstancias. Estaba
completamente hecho de madera y por todo el suelo había heno esparcido, a
excepción de un montón que había al fondo.
Como únicos ocupantes, había una
vaca y dos caballos, quienes dormían plácidamente.
-Yo me encargo de ella, tú
encárgate del caballo por favor- indicó Sheryll.
-Entendido- tras esto, se dispuso
a soltar el caballo del carromato y a colocarlo junto con los otros ya que ahí
tenía comida y agua disponible.
Sheryll, mientras tanto, había
cogido en brazos a Lyssana y la había acomodado en el montón de heno, ya que
parecía ser la parte más cómoda del lugar. Ésta entonces se movió ligeramente.
-¿Estás consciente?- preguntó con
cierto matiz de dulzura.
-Un poco ¿Dónde estamos?- le
costaba abrir los ojos.
-A salvo, de momento no deberías
preocuparte por nada más, ahora tendrás comida y agua para reponerte.
-¿Cómo estás?- se acercó entonces
Izaí a preguntar.
-Agotada y bastante hambrienta-
murmuró, apenas eran audibles sus palabras, muestra de la poca energía que le
quedaba.
-La próxima vez ten más cuidado de
no llevarte hasta el límite- dijo Sheryll.
-No me reproches, no eres mi
madre, además la situación lo requería.
-No soy tu madre, soy casi como
tu hermana mayor- dijo bromeando.- ¡Ah! mira aquí viene nuestro hospitalario
amigo - dijo mirando hacia la entrada donde Nergon apareció con una jarra de
agua y dos barras de pan.
-Esto es todo cuanto tengo por
ahora- dijo tendiéndoselo a Izaí y sin moverse de la entrada.
-Estamos más que agradecidos-
Dijo Sheryll.
Nergon torció el gesto y añadió para
el muchacho antes de marcharse.
-Que no causen ningún alboroto,
no quiero problemas.
-No te preocupes amigo, todo irá
bien- le respondió con una sonrisa.
Recostados todos en el mullido
montón de heno, se dispusieron a comer, todos menos Sheryll, quien dio su parte
a Lyssana, ayudándola a comer.
-Parecéis muy unidas- comentó
Izaí.
-Creo que es porque ambas
entendemos qué significa tener que sobrevivir mientras muchos intentan matarte-
dijo Sheryll con un tono triste.
-Entiendo, debe ser horrible.
-No te imaginas- finalizó ésta.
Después de esto se formó un nuevo
silencio, mas el cansancio del grupo ya hizo que nadie quisiera romperlo hasta
haber comido y disponerse a dormir por entonces.
Lyssana ya dormía cuando Sheryll
se dispuso a ello
-Date la vuelta- le dijo a Izaí,
quien siguió su mandato.
-Ya está- indicó poco después.
Éste entonces volteó de nuevo y
pudo ver que, en lugar de Sheryll, había sobre el heno un pequeño murciélago.
-Vaya, increíble- añadió con
asombro.
-Venga, hasta mañana, dijo ella
mientras volaba hacia la viga más alta para disponerse ahí a dormir
-Hasta mañana, concluyó él
mientras se tumbaba en el heno, con su abrigo quitado y puesto por encima a
modo de manta sobre Lyssana y él mismo.
-Oye- dijo Sheryll antes de
dormirse definitivamente- no le hagas nada raro ¿Eh? Te estoy vigilando desde
aquí.
-¡Por supuesto que no! Ni se me
había ocurrido- dijo sonrojado y molesto, entonces ella respondió con una
pequeña y maliciosa risita- ¡No te burles de mí!- protestó.
-Hasta mañana- se despidió ella
definitivamente.
Poco a poco las tinieblas
empezaron a desaparecer, mientras abría los ojos. Confusa, miró a su alrededor.
La quietud previa al amanecer era abrumadora y aún se sentía algo débil, pero
seguramente se le pasaría al comer algo de nuevo. Suavemente, intentó
levantarse.
-¿Ya estás despierta?- le
preguntó amablemente Izaí, quien se había percatado de su movimiento.
-¿Dónde estamos?- cuestionó
intrigada.
-En casa de un amigo mío, bueno,
en una parte de su casa. ¿Cómo te encuentras?
-Un poco débil pero se me pasará,
verdaderamente estoy mucho mejor que antes.
-Ciertamente creo que te habías
desvanecido por agotamiento- observó.
-Supongo ¿Dónde está Sheryll?-
cuestionó entre preocupada, adormecida e intrigada.
-Aún duerme.
-¿Puedo preguntarte algo?
-Lo que quieras.
-¿Quién ha cuidado de mí todo
este tiempo? ¿Habéis sido vosotros?
-Sí- afirmó el muchacho.
-¿Por qué lo habéis hecho?
-Porque eres de la familia-
respondió encogiéndose de hombros.
-¿Cómo que de la familia?
-Sheryll me dijo que somos como
una pequeña familia, al menos ella parece verlo así.
Lyssana suspiró, de alguna forma
podría haberlo previsto dada la insistencia de la vampiresa en acompañarla ya
desde un principio, se imaginaba que la curiosidad sólo fue una parte del
conjunto y que lo que ocurría en realidad era que la chica se sentía sola y, al
verse posiblemente reflejada en ella de alguna manera, decidió quedarse a su
lado. Por desgracia parecía haberla cogido cariño.
-Tú pareces no muy conforme con
esto ¿Hay quizás algo que te disguste?
-Vosotros no sois mi familia,
consideraros así sería como no aceptar la realidad de las cosas- suspiró un
poco exasperada- Esto es una locura, debí haberme marchado desde el principio.
-No comprendo - respondió confuso.
-Soy una fugitiva Izaí, mi deber
es viajar sola, desde hace mucho que lo hago pero me encontré con Sheryll, me
protegió sin pedirle nada, sólo porque quiso...
-Entonces ¿Cuál es el problema?-
el joven no comprendía qué podía pasársele por la cabeza a aquella misteriosa
chica.
-No lo entiendes ¿Verdad?-
suspiró.
-Vale, ella igual no te conocía,
pero algún motivo tendría para querer ayudarte.
-Creo saberlo, en realidad se
siente sola, da igual lo dura que quiera parecer, necesitaba a alguien a su
lado.
-Bueno pues ¿Cuál es el problema?-
reiteró su pregunta, aún sin comprender.
-Ahora ninguno, te tiene a ti, ya
no se quedará sola, así que puedo irme- dijo avanzando hacia la entrada.
-¡Espera! ¡Espera! - entonces se
detuvo- ¿Por qué piensas que tú sobras? Ella te aprecia, se ve de lejos, no
creo que desee que te vayas, ni siquiera me queda claro que lo desees tú.
-Lo que desee no importa, es lo
que debo hacer.
-¡¿Acaso no te importan los
sentimientos de los demás?! De la gente que está a tu lado- gritó furioso, pero
no bastó para que Sheryll despertase.
-Precisamente- dicho esto, se
esfumó de pronto, simplemente desapareció ante los ojos de un enfadado y
confuso Izaí.
Cuando recobró la compostura
empezó a gritar de pura frustración.
-¡Sheryll! despierta, maldita sea.
-¿Qu...qué pasa?- bostezó- Aún es
temprano.
-Lyssana se ha ido.
-¿Cómo que se ha ido? Si estaba
muy mal- dijo mientras descendía velozmente y adoptaba su otra forma.
-Pues se recuperó, supongo.
-¿Y tú se lo has permitido?
-No quería pero desapareció en el
aire simplemente- dijo ofuscado.
-No la habrás ofendido- inquirió
amenazante.
-¿De qué me hablas? Empezó con su
retahíla de que debía marcharse y que no éramos su familia.
-No comprendo- se detuvo, triste,
un instante.
-Le dije lo que tú me habías
dicho de la familia, ella me dijo que desde el principio que la cuidaras era
porque necesitas compañía y, como ahora me tienes a mí, ella podía marcharse.
Entonces le dije que la aprecias, que te importa y que no querías que se fuese
y seguramente ella tampoco quería hacerlo, luego me dijo que lo que desee daba
igual, que era lo que debía hacer y se fue- dijo atropelladamente, muy nervioso
y algo enfadado por aquella situación forzada.
Sheryll se paró en seco, con la
cabeza gacha, como meditando.
-Así que se trata de eso… - casi
susurró, cabizbaja.
-¿A qué le das vueltas?
-No lo entiendes ¿Verdad? Ciertamente
esta chica es algo idiota ¡Pero qué idiota más dulce!- suspiró.
-Obviamente no entiendo nada ¿Podrías
explicarme?- pidió expectante.
-Ella no quiere irse, bueno, no
quería irse realmente.
-¿Pero escuchaste lo que dije? No
nos considera de su familia, ni un grupo, quizás nunca quiso quedarse con
nosotros.
-Eres muy inocente, chiquitín-
dijo con media sonrisa.
-Venga ya, no vengas ahora con...
-Ella no quería irse - le
interrumpió- pero lo hace por nosotros. Realmente no sé casi nada de ella, pero
los pocos sentimientos que he captado son de soledad y preocupación hacia los
demás ¡Si hasta curó a un árbol! ¿No lo ves? Sólo se aleja de nosotros para
protegernos ¡Qué estúpida! No precisaba hacer eso.
-¿No te estarás engañando a ti
misma?- inquirió, pensativo.
-No. Mira, no sé qué demonios la
perseguirá, pero voy a encontrarla, voy a decirle un par de cosas y voy a cargarme
a quien sea que vaya detrás de ella- dijo enfadada y decidida.
-Sigo sin comprender-dijo confuso.
-Ponte en su lugar ¿Qué harías si
alguien te persiguiese, si tuvieses que huir? Debe ser alguien peligroso, por
supuesto, su vida supongo que esté amenazada, así que, a quienes se acerque,
serán perseguidos junto con ella. Imagínatelo ¿No querrías proteger a los que
quieres de ser así?
-¿Tan segura estás de que eso es
lo que ocurre?
-Sí. Ella no es que se haya
deshecho en explicaciones, pero su comportamiento habla en su lugar, aunque
ciertamente debe ser muy triste vivir así. Yo soy perseguida después de todo,
así que puedo entenderlo, pero mi vida por lo general no corre un serio peligro
ya que los que más van detrás de mí son humanos. No sé a ciencia cierta qué la
persigue, si sólo son humanos o hay alguien más, pero esto no va a quedar así.
-Bueno, entonces - dijo un Izaí
más calmado- si tan segura estás de que ése es el motivo ¿Qué hacemos aquí
parados? No estará lejos.
-Tendrías que salir tú, a no ser
que quieras que me chamusque ahí fuera.
Visto así, para casos como
aquellos era un engorro depender de la noche, pero no se podía hacer otra cosa.
Después de aquel debate Izaí decidió guardarse su enfado inicial debido al
desconcierto que la muchacha le había generado y en un intento por comprender
la situación de la misma se levantó y dispuso a salir en su busca, intentando
claro que al abrir la puerta no le llegase ni un rayo de sol a la vampiresa.
Una vez fuera miró a su alrededor
y suspiró pensando dónde comenzar su búsqueda.

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