Las cartas perdidas de Ezrah - Capítulo 3

Aturdida y con un fuerte dolor de cabeza, empezó a abrir los ojos. Lo primero que vio fue a una muchacha rubia que le resultaba familiar justo delante suyo, encadenada a la pared y con mirada de preocupación enfocándola justo a ella.
-Por fin despiertas- exclamó ésta aliviada, respirando tranquila- me tenías preocupada.
Intentó articular palabra, pero tenía la boca seca y pastosa, quizás con algún ligero sabor metálico típico de la sangre, pero igual prefirió no saber qué había pasado más allá de desvanecerse de repente, se preguntó por un momento si fue por agotamiento y falta de comida, pero la sangre quizás era la evidencia de otra cosa.
Se desperezó y recolocó un poco antes de poder intercambiar palabras con aquella chica, pero en seguida se dio cuenta de que también estaba encadenada a la pared. Sacudió sus muñecas para comprobar la firmeza del agarre y suspiró pensando en el lío en el cuál estaban metidas y en su siguiente estrategia para salir de allí. Aquella rutina era un verdadero fastidio.
-Ey ¿estás bien?- volvió a decir su interlocutora.
-Sí, tranquila- dijo con pereza- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
-Unas cuantas horas, asumo que debe ser de día.
-¿Cómo puedes saberlo si debemos estar bajo tierra en este calabozo?
La estancia no era la gran cosa, un cuchitril pequeño en el que lo que más abarcaba era la celda en la que estaban confinadas, la cual tenía gruesos barrotes de hierro que surcaban desde el techo hasta el suelo. Por lo demás, apenas quedaba espacio entre la terminación de éstos y el resto de paredes. En aquella que estaba más despejada, había una puerta como única posibilidad de escape.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Lyssana para unir los cabos sueltos en su cabeza.
-Bueno, básicamente nos enzarzamos en la pelea y como buenos bandidos que son, no tuvieron ni un poco de juego limpio- comenzó a contar como si se tratase de una historia entretenida para pasar el rato- no sólo por el hecho evidente de que eran unos cuanto contra sólo nosotras dos, sino que además ni atacaron de frente. Tú estabas plantando cara al jefazo, que por cierto, vaya valor que tienes de irte justo a por ése. Y para que le dejaras tranquilo vino uno de sus amigotes y te puso a dormir.
-¿Me qué?- preguntó confusa.
-Te dio un golpe fuerte en la cabeza, y ahí fue cuando el jefe de los rateros te agarró y me amenazó con matarte si no me dejaba atrapar.
-¿Y por qué no huiste?- cuestionó sin comprender, ya que era a opción más evidente.
-No me digas que lo preguntas en serio- comentó sorprendida ante la parsimonia de ella al decir tal cosa- Pues porque no quería que te pasara nada.
-No me conoces y ya me ayudaste una vez, no hace tanto, te recuerdo, no me debes nada.
-Ah, por ahí es que va el jueguito. Pues si te empeñas, tú me ayudaste en aquella taberna, simple.
-Entonces estaríamos en paz, sigues sin deberme nada- respondió aún sin comprender.
Aquella vampiresa era de lo más raro, se preguntó si todos serían así de peculiares.
-Vale, pon que no quiero cargar con una muerte a mis espaldas.
Lyssana suspiró ¿sólo por eso se había prestado a entrar en semejante lío? Cualquiera con dos dedos de frente se habría marchado, o al menos así lo creía ella.
-¿Qué habrías hecho tú en mi lugar? De ser yo a quien hubieran atrapado, no a ti- cuestionó Sheryll para su sorpresa.

-Me habría quedado- dijo sin dudar- quizás se podría haber intentado alguna treta, pero si la vida de alguien está en peligro, no es lo más adecuado arriesgarla.
-Tú tampoco me conoces de nada y también estábamos en paz- puntualizó divertida, aquella chica parecía nunca perder su sentido del humor y estar empeñada en usarla de divertimento- ¿Por qué no habrías huido?- siguió, repitiendo la pregunta de ella.
Lyssana por su lado resopló molesta, se sentía entre la espada y la pared en aquella conversación, algo en realidad no muy difícil puesto que ya estaba pegada a la fría pared.
-Supongo que tampoco quiero cargar con otra muerte a mis espaldas- admitió con desgana.
La vampiresa por supuesto se percató de que dijera “otra”, mas por la cara de la muchacha prefirió no hacer preguntas dolorosas.
-Estamos igual- dijo con una leve sonrisa, se alegraba de haberla hecho comprender que no era tan simple como ella había dado a entender momentos antes.-Además- prosiguió- es más divertido viajar en grupo.
-No conmigo- comunicó ella lánguidamente.
-Bueno, voy a ponértelo de otra forma. Llevo un tiempo sola y la verdad me aburre y no me siento bien, ya que dices que no te debo nada, tu compañía no es poco, anima el camino- explicó con una radiante y amplia sonrisa en su prácticamente perfecto rostro.
-¿Te sientes sola y por eso te aferras a mí?- cuestionó sorprendida- Pues ya has visto dónde hemos acabado por ello.
Aquella chica era muy tozuda, pero al menos eso le garantizaba conversación, por lo que se alegró
-Deberías separar las cosas- respondió con paciencia- Porque son unos ladrones es que nos asaltaron, pero habría sido a nosotras o a cualquiera, nada tiene que ver contigo.
-Bueno, ponlo como que los humanos parecen tener especiales intenciones con los que son como yo.
-Tampoco deberías generalizar así. Conozco a los humanos y te digo que son muy destructivos, contigo o con quien sea.
-¿Entonces tú eres de los que cree que hay rasgos que van dentro de la raza a la que perteneces?- cuestionó Lyssana entre extrañada y algo molesta.
-No digo eso, pero he conocido a los humanos de primera mano, por ello lo afirmo- había un pequeño deje de melancolía en su voz que Lyssana notó a la primera.
Por un momento se preguntó cuál sería la historia de aquella vampiresa, no obstante apenas le dio para imaginarse posibilidades ya que un muchacho entró tímidamente por la puerta, interrumpiendo la conversación.
Era sin duda el hijo del líder de la banda, lo recordaba a la perfección. Se trataba de un muchacho delgado, que no aparentaba tener mucho músculo más allá de sus huesos. Por su infantil rostro se podía apreciar que apenas habría cumplido los dieciocho, o estaría cerca de ello. Era pelirrojo y llevaba un peinado revuelto y corto y su rostro estaba adornado con ojos color miel, su nariz era alargada y fina, mas sus labios no lo eran.
Vestía totalmente de negro y con un abrigo que llegaba casi hasta el suelo, éste se partía a la mitad para dejar paso a varias cintas que colgaban en un lado, como adornando el conjunto. Para finalizar, llevaba una espada a su espalda la cual poseía una negra empuñadura, para no desentonar con el resto, la punta de ésta era redondeada y la parte más cercana a su filo se asemejaba a dos alas de murciélago.
Llevaba consigo una bandeja de madera con algunos alimentos para las inquilinas de aquel lugar.
-Perdón, no quiero parecer entrometido- comenzó a decir temeroso- pero no he podido evitar escuchar la conversación y no es del todo cierto lo que afirmáis.
-¿A no?- cuestionó la vampiresa intrigada por lo que aquel muchacho tenía para decir.
-Creo que tenéis parte de razón solamente. Claro que hay humanos así, pero los hay que diferimos de esa definición- dijo en su defensa con un tono un poco más firme.
-Tal y como lo veo yo- continuó Sheryll- hay distintos tipos de humano Están los que arrasan con todo y lo destrozan todo sin importar a quien se lleven por delante, los que solo ven su propio beneficio y no tienen cargo de conciencia. Un buen ejemplo es el grupito de gente amistosa que nos ha invitado a su mansión- su tono sarcástico era más que evidente así que el muchacho, sin tener nada más que añadir a aquello, tragó saliva con incomodidad.- Y luego están los que ignoran o desean ignorar lo que los primeros hacen, lo aprueben o no, lo conozcan o no, prefieren vivir en su mundo de color.
-Hay más humanos a parte de los que describes- se aventuró a rebatir- los hay que desean un mundo mejor, aunque igual no sepan cómo.
-¿A sí?- cuestionó la vampiresa de forma inquisitiva, lo que hizo que el chico se sintiese más inseguro de lo que ya estaba.
-Vosotras os estáis quejando de la persecución que recibís por parte de los humanos, por lo que entendí, obviamente no sois humanas asumo.
-Sí- afirmó esta vez Lyssana, entrando en la conversación- sin tan siquiera pararse a conocer afirman que somos monstruos a los que hay que aniquilar.
-Eso es horrible, lo admito y en lo personal no me gusta- aunque quizás por su actitud tranquila no lo aparentaba, el chico estaba tenso, Sheryll notaba su corazón desbocado en sus oídos- pero lo que les lleva a ello es el miedo a lo diferente, a lo que consideran peligroso.
-Si se parasen a conocer, verían que no es para tanto- puntualizó la chica de dorados cabellos.
-Realmente yo soy humana, al menos en parte- comentó Lyssana- y aun así tengo que temer por mi vida cada vez que uno anda cerca.
-Yo fui humana antes de ser lo que soy- reconoció Sheryll con un tono melancólico y un cierto deje despectivo- no he vivido en lugares como estos, por lo que no entiendo estas mentes tan limitadas, y sinceramente me da igual si simpatizan conmigo o no, no busco la aprobación de nadie para existir y hacer lo que me parezca. Existo y punto, a quien le parezca mal puede intentar darme caza si quiere, pero puede salir muy mal parado.
El jovencito entonces se pensó si dejar la bandeja cerca de aquellas prisioneras o salir huyendo por la sutil amenaza de aquella chica.
-Cuidado, se te va a salir el corazón del susto- comentó ella divertida, sobresaltándolo más.
-Para ya- le increpó Lyssana- ¿Te extraña de que esté asustado?
-Sólo bromeaba- dijo para quitarle peso y el muchacho se planteó si de verdad podía relajarse.
-Dices que no todos los humanos sois iguales- se dirigió Lyssana a él, quien asintió levemente con la cabeza- bien, pues no todos los “monstruos” somos iguales. No sé si os habréis topado con alguno malvado, pero eso no quita para que otros sólo queramos vivir en paz- explicó con tono cansado- y es lo que parece que os negáis a comprender.
Se formó un silencio un poco incómodo en el que la cabeza del muchacho estaba en plena guerra entre todo cuanto le habían enseñado, así como las costumbres humanas y su deseo de un mundo en el que poder convivir con otros de forma pacífica. A menudo se preguntaba si aquello era una utopía, inalcanzable o si sólo bastaba con intentar iniciar un cambio.
Nunca estuvo de acuerdo con los usos y costumbres de su padre ni de sus secuaces, él más que nada ansiaba una vida honrada, sin asaltar transeúntes ni robar mercancías, pero mientras estuviese bajo su tutela, tendría que acatar lo que él mandaba y quería inculcar en él.
¿Acaso toda su vida iba a transcurrir así? ¿Se acabaría acostumbrando y se convertiría en algo normal? ¿O viviría por siempre torturado por una vida en la que no creía, atrapado en un lugar y en unas costumbres que odiaba?
El mundo parecía un lugar más amplio y variopinto de lo que le habían inculcado y él ansiaba ver y conocer más cosas. Además, aquellas chicas sin duda estaban evidenciando lo que él ya se temía y es que los humanos vivían como en una cueva intentando protegerse de todo a base del miedo mientras que el resto de la vida ocurría afuera.
Creer aquello era una locura, contradecía todo lo aprendido, pero es que no creía en nada de aquello. No obstante quizás le estaba dando demasiadas vueltas.
Respiró resignado y colocó la bandeja de comida en el suelo, cerca de las prisioneras.
-No sé si te has dado cuenta, chico, pero ninguna podemos comer con las manos atadas- puntualizó Sheryll.
Entonces cayó en la cuenta de que tenía razón, mas le habían dado instrucciones claras. Aun con todo, a pesar de lo peligrosas que habían dicho que eran, estaban bien atadas a la pared y una de ellas parecía ya desfallecida de agotamiento, la otra quizás andaba cerca, pero se mantenía fuerte. Recogió nuevamente la bandeja y rebuscó en el bolsillo de su abrigo hasta encontrar un manojo de llaves. Acto seguido, abrió la puerta, entró en la celda y cerró desde dentro. Se dirigió entonces a la que tenía peor pinta, asumiendo que le vendría más que bien comer y beber algo. No sabía si su parte no humana digería aquellos alimentos, pero era lo único que pudo conseguir, si era por aquel grupo de desgraciados estarían sin comer.
La miró entre temeroso y avergonzado, la chica no era muy alta ni era corpulenta, sino más bien pequeña y parecía que nada pesada, tenía el pelo oscuro, largo y levemente ondulado, le llegaba por la cintura a pesar de que lo sujetaba en una coleta y casi no podía ver sus rasgos porque estaba cabizbaja y su flequillo tapaba el resto. Sus ropas, una camisa y un pantalón así como unas botas, eran bastante comunes, cómodas para moverse pero un poco entalladas, asumió que para pretender ser más elegantes.
Cuando se dispuso a ayudarla a comer, ya que no tenía pensado soltarla por mera precaución, notó una brisa suave en su espalda y acto seguido una presencia detrás suyo. Se giró y vio con terror que la chica rubia ya no estaba ni tan lejos ni atada a la pared, sino que sorpresivamente se había soltado y sujetaba el manojo de llaves justo a la espalda del muchacho.
-Gracias por el regalito, chico- dijo divertida, por lo que se sintió completamente estúpido por no hacer caso, por sus buenas intenciones estaba metido en un buen lío, vete a saber qué iban a hacerle en venganza.
A pesar de que se hizo a un lado y se encogió de miedo, aquella muchacha no hizo ni ademán de acerársele, únicamente fue hacia su compañera y buscó la llave para soltarla. Cuando por fin lo logró, la recogió para que no cayese de golpe, la ayudó a sentarse en el frío suelo de piedra y de repente se acercó al chico, quien se intentó echar hacia atrás, mas la pared le impedía ir más lejos.
Aquella chica sonrió divertida, pero tan sólo recogió la bandeja con la comida que por el susto el muchacho había dejado caer cerca de él y se la tendió a la otra. Ésta abrió los ojos y se puso a comer torpemente.
-¿Qué me vais a hacer?- apenas pudo preguntar mientras temblaba.
-Si no nos atacas, nada- le comunicó escuetamente Sheryll, lo que le sorprendió- estaba harta de estar ahí y ella necesita alimentarse- prosiguió encogiéndose de hombros al decir aquello.- Puedes dejar de temblar si quieres, no corres peligro- finalizó a modo de calmarlo, el estruendo de los latidos del muchacho reverberaba en la sala.
Él por su parte no sabía si creerla, por otro lado estaba completamente de espaldas a él y aún tenía su espada si precisaba defenderse, por lo que quizás no tenía aún motivos para temer por su vida. Observó entonces cómo la chica morena comía con parsimonia todo cuanto él había traído.
Ahora podía verla mejor la cara, la cual estaba algo pálida, quizás por necesitar comida, además de las secuelas que seguramente había dejado el golpe de Arcel. Después de todo aquel hombre era un mastodonte y ella era menudita y flacucha, un golpe así tan bien dado bien podría haberle causado lesiones graves a una humana normal de su consistencia.
Su cara era ovalada y su nariz menudita, supuso que acorde a su tamaño, los labios resaltaban un poco pero no llegaban a ser muy carnosos y por último sus ojos, unos ojos marrones como el tronco de un gran árbol, como el pelaje de un lobo, se veían tristes pero calmados, con la tristeza propia de un lobo maltratado, pero la serenidad propia de un bosque. No pudo evitar preguntarse si procedería de uno.
-Parece que le has gustado al chico- comentó Sheryll con sorna al darle un vistazo rápido al susodicho, que dio un respingo al oír aquello.
Lyssana levantó la mirada cautelosa hacia él mientras no dejaba de comer, entonces por un momento se percató de la fuerza que también tenía su mirada, quizás el lobo maltratado de sus ojos no estaba dispuesto a rendirse.
Tragó saliva, temeroso y desvió sus ojos hacia la otra chica. Su figura era de impresión y sus ropas no pasaban nada desapercibidas, seguro venía de tierras lejanas, además sus cabellos ondeantes junto con sus curvas desataban la locura de cualquiera. Pero aquellos ojos… su color no era natural, aun así algo de su presencia era irremediablemente cautivadora.
-También te has fijado en mí por lo que veo- se le escapó una ligera risa traviesa- no te extrañes- continuó dado que él se había sonrojado- es encanto vampírico natural, apuesto a que te parezco irresistible- dijo con un tono seductor, sacando los colores al muchacho, por lo que volvió a reírse.-¡Qué divertido es esto! Nunca me canso.
-¿Habéis acabado de coquetear?- inquirió Lyssana, quien acababa de terminar de comer, aunque no se había repuesto del todo.
-¿Coquetear con él?- rio nuevamente- le saco como treinta años.
Aquella información sorprendió a ambos puesto que no lo parecía en lo absoluto.
-No sé de qué os extrañáis- se puso a explicar tras ver sus muecas de asombro- los vampiros mantenemos una apariencia joven por muchísimo tiempo, no envejecemos al ritmo humano- se encogió de hombros.
El joven sacudió la cabeza, confundido. Por lo que había entendido aquella chica era una vampira, por lo que su primera preocupación fue si sería su cena ya que ella no precisaba de la comida que él había traído. O lo que era peor, se acababa de ofrecer como comida él solito, por lo que se llamó estúpido para sus adentros. Sin embargo la vampiresa se le quedó mirando curiosa y al oír el ritmo de sus latidos intuyó lo que estaba pasando en su cabeza.
-No pienso comerte si es lo que te preocupa- le explicó tranquilamente- nuestro apetito tampoco es tan frecuente como el vuestro y ya cené hace unos días- sonrió con malicia, consiguiendo helar la sangre del muchacho y erizarle el vello.
Lyssana comenzó a levantarse con la firme intención de salir de allí. Entonces en la cabeza del muchacho pasaron varias ideas sobre lo que se podían encontrar si salían ahora mismo y lo primero en lo que cayó es que aún era de día y por lo que tenía entendido los vampiros no sobreviven a algo así.
-Espera- pudo articular, reclamando la atención de las dos chicas- aún no anocheció.
-Oh ¡Qué mono! Si hasta se preocupa por mí- articuló la chica rubia, aun así debía admitir que era un gran inconveniente para ella.
-¿Si vas cubierta podrás salir?- le preguntó su compañera.
-Lo dudo mucho, no es tan sólo que no nos dé el sol directamente, también nos afecta estar afuera por el día, no podré seguir tu ritmo, mucho menos si fuese necesario correr y es más que probable que me agote sólo por el calor- dijo encogiéndose de hombros.
Tenían un buen entuerto entre las manos ya que sólo una de ellas podía escapar de ahí en esos momentos, no obstante Lyssana ni por un momento se planteó dejarla sola.
-Aquí la mayor actividad es por la noche- comenzó a explicar el joven sin que nadie le preguntase- es una aldea de bandidos después de todo, claro que hay actividad por el día, pero lo suyo es ir a saquear por las noches. La parte buena es que por la noche suelen irse o aquellas personas que permanecen despiertas de día, retirarse a dormir.- Hizo una pausa y se quedó pensativo- bueno digamos que se queda más desierta por la noche, bien pensado, pero sólo en ciertos momentos.
Unos instantes de silencio inundaron la estancia, como un montón de agua fría que fluía con rapidez.
-Me gusta este chico- dijo alegremente Sheryll, gran experta en romper silencios incómodos-¿Cómo te llamas?
-Izaí- articuló con vergüenza.
-Un placer, mi nombre es Sheryll y aquí la amiga somnolienta y enigmática es Lyssana.
-Hola- saludó la aludida.
-¿Y a qué viene este despilfarro de información, jovencito?- preguntó con rin tintín y curiosidad la vampiresa.
-Quiero ayudaros a escapar- explicó con clara sinceridad.
Ambas se sorprendieron de aquello, de ninguna manera era algo habitual.
-¿Por qué?- inquirió no obstante Lyssana con desconfianza tras reponerse de su asombro.
-Siento haberme paralizado cuando nos encontramos, pero quiero aclarar que en ningún momento he estado de acuerdo con nada, mucho menos con traeros aquí.- Hizo una pausa y suspiró- Por favor no me confundáis con mi padre y sus secuaces, no es el tipo de vida que quiero ni apruebo y no me gustaría ser uno más de los que perpetúa la visión que ya tenéis de los humanos.
Aquellas palabras enternecieron a la vampiresa, pero Lyssana no daba su brazo a torcer.
-¿Y qué ganas tú?- cuestionó.
-La satisfacción de saber que seguiréis libres.
Su interlocutora dio un resoplido molesto.
-No me fío de ti, algo tienes que sacar con todo esto.
-Ya te lo he dicho, me sentiría bien si sé que he ayudado en algo no sólo a vosotras, sino a que este mundo sea un poco mejor al menos por un instante.
Sheryll miró a su compañera, esperando su respuesta, pero ésta sólo se quedó callada, mientras le sostenía la mirada con incredulidad.
-Sólo me gustaría pediros una cosa.- siguió Izaí en un ejercicio por sincerarse completamente mientras una vocecilla en la cabeza de Lyssana pronunció orgullosa un “lo sabía”- Me gustaría que me permitieseis viajar con vosotras, por favor.
-¿Con qué fin?- cuestionó enarcando una ceja.
El muchacho suspiró un tanto incómodo por hablar de cosas que nunca se había aventurado a decir en voz alta, pero si había una oportunidad era ahora, había que admitirlo.
-No quiero seguir aquí, así, no quiero atascarme en una vida impuesta en la que no creo, siento que aquí ni puedo crecer como ser humano ni puedo vivir feliz.- suspiró nuevamente- Me gustaría ver mundo, conocer, entender… Parece que todo lo que me han inculcado no es real, al veros a vosotras lo confirmo y la verdad, me fío más de que no seáis tan crueles y sanguinarias como os describen, no más que los humanos que conozco en la aldea. Después de todo habéis tenido total libertad para matarme o beber mi sangre y ni lo habéis intentado.
-¿Y quién te dice que no tenga intención?- dijo una juguetona Sheryll, sobresaltando al chico y haciéndole tragar saliva, a lo que ella respondió con otra risotada.- Tranquilo, no tengo ningún interés.- ¿Qué opinas?- le preguntó a la otra.
-No estoy de acuerdo- soltó tajante.- Me parece muy bien que quieras ver mundo y todo eso pero ¿acaso te das cuenta en el lío que nos metes si tu padre cree que te hemos secuestrado? Habla con él y dile las cosas a la cara.
-No puedo, no atiende a razones, su forma de vida y sus costumbres es la única verdad para él, ni siquiera soporta que me escape al pueblo a leer. La vida que él quiere para mí es sucederle en su oficio- aquella última palabra la dijo con cierto deje sarcástico y haciendo comillas con los dedos.
-Bueno, una parte de crecer es enfrentar tus miedos y dialogar con tu familia.
-Ahí le doy la razón, muchacho- interrumpió Sheryll, quien se había mantenido al margen hasta el momento- es algo entre tu padre y tú, no creo que sea la mejor manera irte así.
Izaí se quedó pensando unos instantes en la posibilidad de mantener una conversación seria y madura con su padre, realmente lo veía algo sumamente lejano e inviable, pero quizás fuese cierto y se tratara de un paso más hacia la madurez. Quizás crecer en realidad estaba basado en afrontar tus miedos de frente en vez de escabullirte cuando vieses ocasión.
-Vale- comunicó tras unos instantes de reflexión- pero aun así quiero ayudaos a que escapéis.

-Definitivamente me gusta este chico- puntualizó alegremente Sheryll con una sonrisa.





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