La cartas perdidas de Ezrah - Capítulo 1

No lograba recordar cuanto tiempo llevaba corriendo, pero en ese momento no importaba mucho, debía apurarse todo lo posible, abrirse paso entre el denso bosque y llegar cuanto antes a un refugio. Poco a poco, el veneno la entumecía, la hacía caer, incluso chocarse de vez en cuando contra algún tronco, debía aprovechar que la noche estaba más y más cerrada para pasar desapercibida  o podría costarle muy caro.
Odiaba esa absurda rutina que de tanto en cuanto se veía obligada a seguir, detestaba enormemente ser perseguida y aún más tener que buscar un escondite, tener que huir.
Entonces un siseo rozó su rostro velozmente y una implacable flecha aterrizó en un indefenso árbol. Lamentó mucho ese ataque gratuito y mientras proseguía con su marcha pensó en regresar a curarlo cuando todo acabara si es que contaba con tal suerte.
Un grito entonces la hizo detenerse, más bien un alarido.
¿Sería su perseguidor? por supuesto descartó rápidamente la idea de pararse a averiguar, tanto si era él como si no, podría tratarse de una trampa y no debía arriesgarse a más peligros, por lo tanto retomó su marcha tan rápidamente como su ya febril cuerpo le permitía.
La Luna no estaba visible esa noche, poco a poco inmensas nubes la habían ocultado, ellas se encargaban de avisar de las prontas lluvias y de la venidera tormenta, realmente era una situación sumamente seria.
Mas parecía que por fin la suerte iba a sonreírla, casi desfallecía cuando encontró unas altas rocas, su borrosa visión no le permitía verlas bien, pero le animó la idea de que quizás encontrase una gruta o caverna donde descansar.
Reunió entonces las pocas fuerzas que le quedaban en busca de esa pequeña esperanza, de ese ínfimo resplandor en medio de toda la oscuridad que la rodeaba, pues no podía rendirse, su vida estaba en juego. La lluvia hizo su aparición, en principio lenta y delicada para volverse reiterativa y rápida. Aquellas gélidas gotas la hacían sentirse aún más débil, el frío se había apoderado de ella gracias a la humedad y esas gotas parecían pesar demasiado, pero siguió avanzando, cada vez más lento, cada vez más pausada.
Entonces un destello iluminó la infame oscuridad y pudo vislumbrar un recóndito agujero en la solemne piedra. Corrió cuanto pudo hasta él, a pesar de tener que realizar una ligera escalada y, por fin, llegó a su ansiado lugar de paz.
Con suerte el cazador se habría ido, quizás fue quien gritó si acaso por algún lobo hambriento o alguna caída repentina, pero lo mismo daba en aquel instante, ahora la prioridad era curar sus heridas, ya tendría tiempo de averiguar lo ocurrido. Otro destello iluminó el cielo y un sonoro trueno retumbó en la oscuridad de la noche.
Ella se recostó sobre la roca y prosiguió a examinar la gravedad de su reciente situación.
Tenía tres agujas envenenadas clavadas en un brazo y en su pierna derecha, por lo que eran las heridas más urgentes. Tiró de ellas con cuidado ignorando el punzante dolor que recorría su mano al tocarlas y, despacio, poco a poco, fue extrayéndolas una a una.
Por un instante respiró tranquila al verse libre de tan terrible amenaza, pero aún quedaba eliminar el veneno de su cuerpo, a partir de ahí, la fiebre comenzaría a remitir.

Debía buscar algo, debía darse prisa pero ya no tenía más fuerzas, ya no podía hacer más por sí misma, había llegado a su límite, tenía demasiada ponzoña recorriéndola, definitivamente ellos estaban mejorando sus armas, esto no era bueno. A pesar de su entrecortada respiración por la carrera entre los árboles, su cuerpo, ya entumecido por el cansancio y el veneno, empezaba a dejar de responderle.
Otro destello iluminó la noche segundos antes de que perdiese el conocimiento, el tiempo justo para que viese una silueta frente a ella. ¿Acaso la había alcanzado? ¿Descubrió su escondite? ¿Estaba ya completamente perdida? Si era él, definitivamente ya no podía hacer nada, perdió completamente las fuerzas y la oscuridad se apoderó de ella.


Se sentía fresca, más liviana, relajada, pero... ¿estaba viva? ¿Acaso había sido todo un sueño? No... Definitivamente esto último no era una opción, su dolor había sido demasiado real, y su fiebre también.
Tanteó el suelo con su mano izquierda y sintió una pequeña punzada de dolor, desde luego no era como la última que había sentido, lo cual era positivo. Palpó la húmeda y gélida roca y comprendió que seguía estando en una caverna pero ¿acaso era la misma? no recordaba que hubiese tanta humedad. Respiró un instante profundamente y sintió una ráfaga de aire helado entrando en su nariz, no había lugar a dudas de que aquel era un lugar más húmedo.
Abrió los ojos lentamente y entonces comprobó lo que sospechaba: no estaba en la misma zona en la que recordaba haberse quedado, pero ¿por qué? ella no se había movido por su cuenta, eso era seguro ¿había sido entonces aquella silueta? Sí, ahora hacía memoria una vez perdido el letargo del sueño, vio una silueta segundos antes de cerrar los ojos por última vez aquella noche.
Pero ¿quién era? y ¿cómo averiguó su paradero? Todo era muy extraño y lo peor era que no podía ver nada, al menos podría tocarse la pierna y el brazo para comprobar lo que estaba sospechando.
Palpó algo mojado y rugoso donde antes estuvieron sus heridas, las cuales no molestaban como antes y, lo más importante, ya no tenía fiebre. ¿La había curado entonces? ¿Pero quién sería? ¿Por qué iba a preocuparse alguien por ella?
Definitivamente aquella situación era muy extraña, así que, por si acaso, decidió intentar salir de allí. Tocó ahora todo lo que la rodeaba en busca de la salida y comenzó a moverse.
-Yo que tú no haría eso- Resonó entonces fugazmente no muy lejos de ella.
Se asustó, los latidos de su corazón se dispararon de golpe, el cual amenazaba con salírsele del pecho, no había percibido ninguna presencia hasta ahora.
-Tranquila, obviamente no quiero hacerte daño, sería muy estúpido ¿no te parece? Me habría molestado en curarte para nada- resonó de nuevo muy cerca - ¿Sabes? irse sin despedirse ni dar las gracias es muy maleducado.
-¿Quién eres? - se aventuró tímidamente a preguntar.
-Eso no es del todo importante, te salvé, no debería importarte nada más. Pero sí tengo una curiosidad por saber quién eres tú y por qué te perseguía ese tipo.
-No te diré nada si no me dices tú nada.
-¡Qué maleducada! Creo que merezco un poco de dedicación después de ayudarte, señorita- esa última palabra sonó con cierto rin tintín.
-¿Podrías decirme al menos dónde estamos y por qué está tan oscuro?- cuestionó cautelosa.
La otra presencia suspiró.
-Estamos en la misma gruta que escogiste, simplemente te he arrastrado más hacia su interior. Por cierto, pesas mucho.
-¿Y por qué has hecho todo esto?- una alarma resonó en su cabeza, aquello no formaba parte de su normalidad precisamente.
-Tengo motivos para buscar mejor refugio, supongo que al estar tan desesperada no se te ocurrió que cuando saliera el sol ibas a ser demasiado visible para cualquiera que diese un lindo paseo.
-¿Y lo de curarme? ¿Por qué?
-¿Qué importa? estás a salvo ¿no?- dijo ya en un tono molesto.
-Simplemente no entiendo por qué querrías ayudarme salvo por ganar algo tú ¿Pretendes venderme?
-Pero bueno ¡¿tú qué te has creído?! ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer en mi vida?- aquel sí era un tono molesto e indignado.
-Me estaban persiguiendo ¿de verdad crees que voy a confiar en el primero que pase? - había dicho el primero pero aún no sabía a ciencia cierta si esa voz era de mujer o de hombre, resonaba demasiado en un lugar tan cerrado.
-Oye bonita, no te dirijas a mí en masculino, soy una chica, para que te enteres- extrañamente esta confusión parecía haberla indignado aún más.
-Perdona, pero no sé quién eres y esto tiene pinta de ser muy pequeño si retumba el sonido de esta manera, mi voz también me resulta extraña- dijo para excusarse.
Aquella presencia resopló molesta.
-Bueno, lo dejaré correr por esta vez.
-Tranquila, no pretendía ofenderte, de verdad- dijo intentando calmarla.
-Mejor, me estaba empezando a plantear si había sido una estúpida tomándome tantas molestias.
-Eso es cosa tuya, yo no te lo he pedido.
-Ya lo sé- dijo secamente- Mira, yo voy a dormir, tu deberías también para acabar de recuperarte, pero haz lo que te venga en gana.
-¿Y si nos encuentra?- preguntó temerosa.
-¿Quién?
-El cazador.
-¿Quién?- volvió a cuestionar, extrañada.
-El que me perseguía.
-Ah... Bueno, por él no te preocupes, no volverá a molestarte nunca más- dijo con una risita siniestra.
-¡¿Le has matado?!- gritó molesta.
-¿Y qué? Te estaba persiguiendo, iba a matarte ¿no le tienes aprecio a tu vida o qué?
-Lo tengo, pero también a la vida ajena, una vida es una vida, no era necesario matarle.
Aquella misteriosa presencia resopló de nuevo.
-Mira que eres rara.
Un ligero y breve silencio se apoderó de ellas envolviendo aquella oscuridad en un lugar aún menos acogedor, pero no tardó mucho en romperse.
-Bueno, yo me voy a dormir, que descanses o suerte en tu huida.
-Me llamo Lyssana- dijo entonces segundos después haciendo acopio de valor.
-Ah, ¿ahora has decidido confiar en mí?- preguntó burlona.
-No cantes victoria tan pronto- comunicó en tono retador.
-Mejor así- dijo su interlocutora acompañándolo con otra risita siniestra.
-¿No vas a decirme tu nombre?
-Que duermas bien- dijo en un tono algo alegre.
-Ey, no me ignores.
-Sheryll, venga, a dormir.
-E...en...encantada Sheryll- titubeó, la verdad hacía tiempo que no tenía un contacto cortés con nadie.
Sheryll pareció sonreír, pero no podría asegurarlo fijo.
-Encantada de conocerte Lyssana.










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