El hogar de los olvidados - Capítulo 3 - Confesiones nocturnas
Desperté con el cuerpo entumecido y la boca pastosa,
preguntándome cómo de desastrosa había sido mi jugada ¿Me habrían drogado
igualmente aprovechando la sedación? No tenía respuesta, lo que sí sabía era
que tenía un dolor de cabeza horrible, quizás por haberme golpeado al caer o
como efecto secundario de la porquería que me habían dado. Aquello no hizo más
que reforzar mi rabia y ganas de salir de ese abominable lugar ¿Cómo podían
tratar así a las personas?
Me paré a observar la estancia donde estaba, apenas cuatro
paredes tristes, sobrias y desnudas con una puerta metálica y la camilla donde
no tardé en comprobar que estaba atada de pies y manos. Se me encogió el
estómago cuando miré más detenidamente las ataduras de firme cuero que me
inmovilizaban, dándome cuenta de que tenían marcas de dientes, posiblemente de
alguien desesperado por escapar.
El repiqueteo de unas llaves en la cerradura de la puerta
desvió mi atención, dejando paso próximamente al buen doctor Fuentes. Empezaba
a cogerle asco a ese hombre.
-Veo que está despierta por fin ¿Cómo se encuentra?-
preguntó de la forma habitual, casi sin mirarme, algo que cada vez me molestaba
más tanto por su falta de educación como de interés real.
-Mal. No tenía que inyectarme nada a traición- le reproché.
-Es el protocolo cuando una paciente se sale de control.
-Ya veo cómo cura a la gente, en sueños.
Debió de parecerle gracioso mi comentario porque de nuevo
tomó notas en su cuaderno. Entonces se acercó a la camilla y para variar me
miró a los ojos por un momento fugaz, claro que sujetándome los párpados y
enfocándome con una luz molesta.
-¿Se siente mareada? ¿Tiene náuseas? ¿El cuerpo pesado? ¿Se
siente desorientada?
-Desde que entré aquí- dije mordazmente, quizás fuese una
infantil rebelión, pero era lo único que tenía en ese momento para dar rienda suelta
a mi rabia.
-Tómeselo en serio, señorita Aguirre, que entorpezca mis
diagnósticos sólo hará que se quede más tiempo aquí.
Resoplé hastiada y me limité a responder de mala gana.
-No, no, sí y no.
Lo anotó todo durante unos instantes.
-¿Cree que pueda levantarse?
-No estoy segura.
Chasqueó los dedos e inmediatamente apareció una mujer
fornida con cofia, indicando con ello claramente su oficio. Habíamos pasado de
los gorilas custodios a una enfermera, algo de lo que no me quejaba, pero
evidenciaba lo vulnerable que me encontraba como para no necesitar ser
retenida. Me soltaron y me agarró para que no me desplomase, al principio el
movimiento me hizo sentir mareada, pero o bien me acostumbré, o bien se me fue
pasando. Me dejé llevar por los pasillos hasta mi habitación, donde una
nerviosa María nos miraba con inquietud al llegar, resguardada en su cama como
si fuese un tablón a la deriva. La mujer me acomodó en la mía con el mayor
cuidado que habían tenido conmigo desde que llegué y se retiró, dejando al doctor
con nosotras.
-Cualquier anomalía que sientas durante la noche
comuníqueselo a su compañera y que ella me lo haga saber. Queda como una hora
para que las luces se apaguen, pero como dije esto no es una cárcel, la puerta
del dormitorio no se cerrará con llave, así que si precisa ir al lavabo puede
hacerlo. Tiene una lámpara portable a su disposición para tal tarea, pero no
está permitido merodear, sólo el estricto camino al baño- explicó antes de
voltearse.- Ah y una última cosa, tiene cita conmigo mañana a la misma hora.
Cerró la puerta y tras de sí se llevó la tensión del
ambiente, una que claramente procedía de mi compañera.
-¿Cómo estás?- preguntó con timidez, asomándose por el lado
superior de la litera.
-Creo que aún drogada, todo me da vueltas de vez en cuando.
-Se te pasará en un rato, intenta no darle mucha
importancia- habló de repente Violeta, quien acababa de salir del armario.
-¿Qué haces ahí?
-Esconderme, las visitas a otras habitaciones después de la
cena están prohibidas.
-¿Entonces qué haces aquí? No querrás tú también una dosis
por saltarte las normas.
Mis palabras la provocaron una risa que trató de enmudecer.
-No, vine para ver cómo estabas y por costumbre, María y yo
solemos reunirnos para hablar de nuestras cosas.
-¿Tenéis tertulias nocturnas? Suena divertido- respondí
sinceramente mientras el suelo se convertía en un mar inestable.- Uff, ahora
entiendo qué deben sentir los marineros.
-Ánimo grumete- me respondió Violeta siguiendo el chiste
mientras se sentaba enfrente en el suelo y María bajaba a hacerme compañía en
el borde de la cama.
En unos instantes, apareció un pequeño pedazo de pan a medio
comer en mis narices.
-Ten, te perdiste la cena, tendrás hambre- respondió con
absoluta timidez María, despertando gratitud y ternura en mi interior de golpe.
-¡Cierto! Casi me olvido, yo también guardé parte del mío.
No es mucho pero al menos no pasarás la noche con dolor de estómago- dijo una
sonriente Violeta mientras extendía otro pedazo.
Me incorporé malamente y los cogí agradecida de haber
coincidido con personas tan altruistas. Los comí no obstante despacio, luchando
contra la sensación de mareo.
-Bueno ¿qué ha pasado? ¿Cómo es que acabaste en
observación?- quiso saber Violeta.
-El doctor pretendía que tomara pastillas y yo me negué.
Cuando intentó obligarme con los orangutanes esos, traté de huir, pero fracasé
estrepitosamente.
-Imaginé algo así- dijo mi interlocutora y suspiró
levemente.- Eres impulsiva, pero no pues permitirte ese lujo aquí, debes
pensarte bien las cosas, evaluar las posibilidades y si merecen la pena las
consecuencias. No puedes actuar a lo loco o te pasarán cosas como ésta.
-¿Se dedican a anestesiarte cada vez que haces algo fuera de
lugar?- me sorprendí.
-Peor- apostilló María.
-Sí, por desgracia éste ha sido el método más suave que
tienen, y créeme que no quieres enfrentarte a las otras opciones.
-¡¿Y a esto lo llaman medicina?!- cuestioné indignada.
-Por desgracia este es el panorama, es mejor que lo conozcas
y sepas moverte cuanto antes o lo pasarás muy mal.
-¿Qué es lo peor que pueden hacerme?- pedí saber.
Se miraron, como decidiendo si anticipármelo o no.
-Bueno, si piensas que Fuentes es un mal doctor, no quieres
enfrentarte a Gil, es lo más parecido a un monstruo que conozco.
-¡Mutila a las pacientes! ¡Es un ente!
-¿Un ente?- cuestioné sorprendida ante el casi grito de
María.
-Así es como llama ella a sus alucinaciones. Realmente no
tiene por qué ser algo que no esté ahí, a veces el miedo por una situación o persona
hace que para ella se transforme en un ente. Por lo que cuenta son bastante
feos.
-Comprendo… ¿Pero eso de que mutila a la gente?
-Son rumores en realidad, pero no es muy raro que la gente
que trata con él acabe teniendo heridas extrañas o marchándose por la puerta de
atrás, no sé si me entiendes…
-¿Muertos?
A toda respuesta, recibí un asentimiento silencioso que hizo
que mi estómago diese un vuelco.
-Por aquí se comenta que no es más que un carnicero con
ínfulas de científico.
De pronto se quedó todo a oscuras, sobresaltándonos a todas.
-Tinieblas, oscuridad, entes, entes por todas partes, muerte-
empezó a enumerar atropelladamente María en medio de la negrura.
-Calma, calma, ahora enciendo la linterna- comunicó Violeta
para tranquilizarla y acto seguido una suave luz envolvió un recodo de la
habitación, aplacándonos un poco.
-Están ahí, los oigo, están esperando que salga de la luz
para comerme- nos informó tapándose las orejas.
-No son entes, aquí no hay nada- le respondí con suavidad
para calmarla.
-Tú no puedes verlos, yo sí- me reprochó.- Sólo porque no
podáis verlos no significa que no existan.
-Te creemos, Mari, no te pongas mal. Pero como cada noche,
ya sabes que no te harán daño- le respondió con un tono cariñoso, realmente se
sentía como cuando hablabas con un niño pequeño asustado.
-Eso, que puedas verlos no significa que te vayan a dañar-
la apoyé.
-Me dicen cosas desagradables ¡No quiero verlos!- dijo
encogiéndose en sí misma.
-Entonces ignóralos o enséñales quien manda- propuse nada conocedora
de estas afecciones, mas probando a ser de ayuda.- Si ellos te dicen cosas
feas, diles tú que desaparezcan, hazte con el control de la situación.
-¿Puedo hacer eso?- cuestionó con los ojos muy abiertos.
-Es cuestión de actitud. Los miedos hay que mirarlos a la
cara y gruñirlos, que te tengan miedo a ti. Siempre lo decía mi madre cuando de
pequeña no podía dormir por estar asustada- le comuniqué llena de orgullo por
sus enseñanzas pero añorándola como nunca antes.
Mamá… Ella no habría permitido que me llevaran a ese lugar.
Me miró con los ojos muy abiertos, como a quien le acabasen
de contar el sentido de la vida o algún secreto importante.
-Puedes intentarlo, Mari- le propuso Violeta.- Puedes dar
poco a poco intentos, eso no lo hemos probado.
-¿Habíais probado algo antes?- quise saber.
-Solemos hablar del tema, estoy tratando ver el origen que
lo desata para combatirlo desde ahí. Creo que sabiendo el porqué es más fácil
de entender y combatir.
-¿No se supone que el doctor es quien se encarga de eso?
-Bah- desdeñó con un gesto de su mano- sólo sabe probar
medicamentos y ella se suele encontrar muy mal cuando los toma, así que decidió
que no quería seguir con la medicación.
-¿Y cómo lo hace para que no se dé cuenta?
-Es por su actitud. Tú te rebelas constantemente, opones
resistencia clara. Aquí te irá mejor si te muestras sumisa y luego te saltas
las normas con cabeza. De ella no desconfía, de ti lo seguirá haciendo si
continúas por ese camino.
-Va muy en contra de cómo soy eso de ser obediente porque
sí- apunté.
-Tómatelo como un aprendizaje, no te digo que lo seas
realmente, sólo que lo finjas. Es una interpretación- respondió encogiéndose de
hombros.
-No sé si voy a convencer a nadie si hace unas horas intenté
salir por la ventana.
-No es raro que los primeros días lo intentes, saben que
tienen que extremar la precaución al principio, pero se supone que las
pastillas hacen que no tengas fuerzas para ello, así que no te las tomes y
finge que perdiste esa energía o el interés por salir.
No me convencía del todo, pero tampoco tenía nada más, así
que pensé que probar podría ser una opción válida.
-¿Qué te ha traído aquí?- quiso saber Violeta.
-Mi madrastra- respondí con repulsión y rencor.
-¿Cómo que tu madrastra?
-Tiene a todos en casa engañados, pero es un mal bicho
¿Nunca os ha pasado que alguien os da mala espina nada más verle y no sabéis
por qué exactamente?- ambas asintieron, aunque María se lo pensó un poco.- Pues
es lo que me pasó ni bien me la presentaron. Que le di la oportunidad de todas
formas, pero se ve que no ha logrado engañarme y bueno ha montado toda una
parafernalia para dejarme en evidencia y hacer creer a todos que estoy mal de
la cabeza.
-Para quitarte de en medio- sentenció Violeta.
-Exacto, y por fin lo ha conseguido. Eso sí, acabó rodando
por las escaleras, al menos algo de su merecido se ha llevado- dije un poco
satisfecha.
-Te tendió una trampa y caíste.
-Me estaba diciendo de todo y me hizo perder la paciencia.
Dijo cosas horribles de mi madre y de mi familia- me defendí.
-No había nadie ¿verdad?
-No ¿y?- pregunté sin comprender.
-Pero ¿a que cuando se cayó se encargó de que todos lo
supiesen?
-Sí.
-Acabaste en su trampa. Todo el mundo vio el qué, no el
porqué.
-¿No podías haber hablado con ella? A veces las cosas se
solucionan hablando y quizás no es tan mala- propuso cohibidamente María.
-Créeme que no, llevo un par de años aguantando de todo
mientras nadie mira, no sólo desprecios, sino también intentos de agresión.
-¿Te intentó pegar?
-No directamente, pero me puso alguna vez cristales o
alfileres en la comida y, cuando quise ponerla en evidencia, me acusó de estar
montando todo eso para que mi padre la echara de casa, que no la quería y más
tonterías.
-Haciéndose la víctima para desviar la atención y ponerte de
culpable- complementó Violeta.
-Exacto.
-Y al actuar impulsivamente como lo hiciste, sólo lo
corroborabas y hacías que ella diese más pena. Por eso te estoy recomendando
que pienses más antes de actuar, que valores otras posibilidades que te ayuden
a conseguir lo que quieres y que no te pongan piedras en el camino.
-Bueno y si eres tan lista ¿cómo has acabado aquí tú?-
cuestioné ligeramente molesta, sintiendo que mi inteligencia a la hora de
resolver mis problemas se estaba poniendo en duda.
-Es una larga historia- intentó desviar el tema.
-Tengo tiempo.
-Los doctores dicen que está desviada- respondió María.
-¡Mari!
-Perdona, pensé que no pasaba nada por contárselo- se encogió
de pronto sobre sí misma.
Porque los huesos no le dejaban, pero sino sería capaz de
meterse dentro de ella misma para ocupar lo menos posible, como los caracoles.
Violeta resopló ligeramente.
-No es contigo, es por el nombre que le han dado, que me
molesta.
-No estoy entendiendo nada- anuncié.
-Dicen que tengo una desviación sexual porque me siento atraída
por las mujeres.
Me sorprendí muchísimo, nunca nadie me había dicho
abiertamente que le gustase alguien de su mismo sexo, esos temas apenas se
hablaban y menos entre mujeres jóvenes con las que no tuvieses especial
confianza. Me quedé parada por un momento, pero finalmente me lancé a decir lo
que me rondaba la mente.
-Bueno no te angusties, quizás sólo sea algo temporal y
puedas salir de aquí pronto- solté intentando reconfortarla.
-¿Disculpa?- dejó escapar claramente molesta.
-Quiero decir, que puede que sólo estés confusa respecto a
tus sentimientos.
En ningún momento mi intención fue ofenderla, más bien
consolarla, pero ahí nos encontrábamos en una conversación a cada momento más
tensa en la que ella se mostraba claramente disconforme con mi opinión,
mientras que María parecía debatirse entre abrir la boca o no.
-¿Por qué tengo que estar confundida?
-Bueno…ya sabes- titubeé sin saber muy bien qué decir para
relajar los ánimos- dos mujeres no pueden tener niños, así que la naturaleza
sus razones tendrá.
-¿Entonces el único propósito de tener pareja dices que es
la descendencia?
Casi podía ver cómo se le encendían las mejillas, para nada
respondía de forma brusca ni maleducada, sin embargo su estado anímico era
evidente.
-Bueno es uno de los desenlaces esperados el hecho de formar
una familia…
-Lo establecido socialmente no es la única posibilidad que
existe. A ver, explícame por qué es así ¿Quién dijo que sólo sea válida una
pareja de hombre y mujer?
-Bueno no digo que sea válida o no, lo que digo es que dos
mujeres no pueden tener niños entre ellas, además aunque los tuviesen, faltaría
una figura paterna a la que seguir, igual el niño en cuestión no se desarrolla
bien o no es feliz.
Casi respondía atropelladamente intentando explicar mi punto
de vista del asunto, por si podía ser de ayuda, pero bien parecía que más que
construir estuviese demoliendo.
-Bueno creo que oí suficientes barbaridades por una noche-
comunicó mientras se incorporaba y se dirigió a la puerta.- Que durmáis bien.
Estaba perfectamente segura de que, de no haber peligro si
nos pilaban, habría dado un portazo al salir de allí.
-¿Sabes?- dijo la vocecilla de mi compañera de cuarto.-
Estás equivocada.
Resoplé para sacar de mí el malestar de la escena.
-No pretendía ofenderla, podríamos haberlo hablado…-musité
mientras me rascaba la nuca con incomodidad.
-A ella no le gusta discutir y le has disgustado.
-Pero no era mi intención- insistí, como si eso fuera a
traerla de vuelta con nosotras.
-Pero es como piensas ¿no?
-S…Sí, supongo- afirmé sintiéndome ligeramente más pequeña.
-¿Cómo es tu familia?
-Normal, supongo.
-Pero no eres feliz a pesar de que tienes un padre y una
madre- apuntó hábilmente.
-Madrastra- puntualicé.
-Hace de referente materno- respondió encogiéndose de
hombros- según tu teoría es suficiente con eso.
-Bueno pero es distinto, cuando mi madre estaba viva, sí era
feliz.
-Me alegro por ti, pero no necesariamente es como tú dices.
Yo he tenido siempre un padre y una madre y nunca lo he sido.
-¿Por qué?- quise saber.
-Mi padre no era una buena persona- dijo esquivando mi
mirada.
-¿Y tu madre?
-Siempre miraba para otro lado cuando él hacía cosas malas-
se encogió de nuevo sobre sí misma, así que preferí dejar el tema y no
presionarla para que me contase más.
Aquella noche fui a dormir con la mente inquieta, dándole
vueltas tanto a las palabras de María como a las mías. No podía negar que algo
de razón tenía, pero aun así no alcanzaba a comprender a Violeta. Me metí en
una nube de pensamientos que se volvió más y más oscura y difusa hasta que dejé
de pensar en nada concreto.
Me sobresalté y desperté en mitad de la oscuridad, no podía
ver nada con claridad, no obstante sabía que había alguien más en la estancia
aparte de nosotras. Unas risas bajas, susurradas me pusieron en estado de
alerta, pero para cuando me quise dar cuenta era demasiado tarde. No tardé en
notar varias manos que trataban de inmovilizarme, mientras que trataban de
forzarme a abrir la boca, la cual me esforcé en cerrar ante la incierta
situación. No obstante algo con un tacto entre blanduzco y semisólido de un
olor apestosamente conocido fue restregado por mi cara.
-Come mierda, que no eres más que una come mierda asquerosa-
dijo una voz en la negrura entre alguna que otra risa que la contestó mientras
me debatía por soltarme.
Las presentes salieron por patas entre risotadas crueles y
no pude hacer más que dejar salir la poca cena que había ingerido horas antes
por el puro asco que estaba sintiendo. La estancia en aquel atípico lugar
empeoraba por momentos…
***
*Va a por el cubo y la fregona* Bueeeenooo, esto ha sido pelín asqueroso, lo sé, pero básicamente aquí les gusta dejar claras las cosas a las novatas de una manera poco amistosa.. >.<
Por otro lado vaya con el señor camello-doctor, repartiendo pastis e inyecciones como si fuesen caramelos.
Espero despertaros más curiosidad que asco con este capi y que lo estéis disfrutando a pesar de las cosas raras y el dramón.
Como siempre, ya sabéis que se agradecen comentarios, likes y todo el feedback.
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