El hogar de los olvidados - Capítulo 2 - Normas y costumbres



Una vez logramos entrar al comedor, avanzamos hacia el lugar donde servían la comida, que básicamente consistía en un puré asqueroso y con grumos y un pedazo de pan. Posteriormente elegimos una mesa en la que poder sentarnos juntas a degustar, si es que se podía decir, nuestro alimento. No hacía falta posar mucho la vista en la estancia para percibir que no había lugar para todas, de hecho las que empezaban a entrar ya se sentaban en el suelo a comer o recostaban su espalda contra la pared.
-No me puedo creer que le hayas plantado cara a Margarita- comentó Violeta con más sorpresa que reproche mientras empezábamos a comer.
-¿Qué tiene de especial?- cuestioné encogiéndome de hombros.- No voy a renunciar a mi comida porque ella lo diga, aunque sea este mejunje asqueroso ¿No nos dan ni un triste vaso de agua para pasarlo?
-Aquí los vasos y utensilios de cristal están prohibidos, puede haber incidentes ¿no te fijaste que tampoco tenemos cubiertos? Los objetos metálicos también están muy restringidos.
-¿Qué clase de incidentes? ¿Cómo el de la entrada?
-Como ese o autolesiones o agresiones a los empleados por ejemplo.
Autolesiones… No imaginaba quién querría hacerse daño por voluntad propia ni cómo de rota debía de estar su mente.
-¿Y cómo voy a pasar esta bazofia sin algo de agua?
-No levantes la voz- me advirtió una siempre asustadiza María- si te oyen los empleados del comedor, te retirarán el cuenco aunque esté lleno y puede que te veten varios días.
-¿Cómo es posible algo así? ¿Acaso no tenemos derecho a comer?- cuestioné indignada.
-Si criticas la comida, lo pierdes. Aquí los cocineros tienen tanto poder como los médicos- me explicó Violeta.- Pero tranquila, puedes ir a por agua ¿ves esa fuente de allí?- indicó con su dedo apenas un grifo cubierto de óxido que había a pocos pasos de donde estábamos y una estructura en la pared que recogía el agua.
-El alimento te lo podrán negar, pero al menos te dejan beber- murmuró María.
A aquellas alturas del día me dolía tanto el estómago que me tragué aquel engrudo con aspecto de vómito sin respirar, ayudada del pequeño pedazo de pan y esperando que no estuviese en el mal estado que parecía tener.
-¿Cómo podéis soportar esto?
-¿Ves más opciones?- preguntó Violeta.- Aquí vivimos, o sobrevivimos como podemos. Procura no meterte en líos y tendrás comida y talleres todos los días, es el mayor privilegio al que puedes optar.
-¿De qué son los talleres?
-Labores, manualidades, baile, un poco de todo. Es importante que sepas que aquí hay tres estados. Primero tienes el de mayor privilegio que sería ese, por debajo sería estar castigada sin talleres, entonces tendrías que hacer tareas como limpiar, cuidar del invernadero y más o menos lo que se les ocurra encargarte. Si armas escándalo irás a aislamiento, ahí no tendrás nada, con suerte comida y agua, pero serán mucho más duros contigo en los tratamientos.
-Para empezar no sé qué tratamiento pueden ponerme si no me pasa nada.
-A nadie le pasa nada, sólo somos así- puntualizó María.
-Lo que quiero decir es que yo no debería estar aquí, han cometido un error.
-Mucha gente no debería, pero es lo que hay. Te sugiero que tengas cuidado con ese tipo de comentarios. Que niegues tu afección o la que te hayan encasquetado sólo provocará que prueben terapias distintas contigo y créeme, no quieres eso- dijo con seriedad mientras posaba su mano en la mía y me miraba con fijeza.
-¡Sólo es un poco de pan, no veo el problema!- alzó la voz de pronto una mujer en la sala, provocando que todas la mirásemos.
-Ya conoces las normas, Ágata, yo no puedo hacer nada. Si te doy a ti, otra se quedará sin ello- le explicó pacientemente un cocinero.
-No he comido apenas en dos días, te pido que seas comprensivo.
-Esto está mal, muy mal- susurró María asustada.
-Si tengo ese trato preferente contigo, todas me lo pedirán, así que espero que entiendas que no puede ser, no hay para todas.
-¡Pero tengo hambre! ¡Por favor!
-Haber venido antes, no puedo hacer más.
-¡¿Qué pasa aquí?!- irrumpió airada la monja a la que habían llamado Ángela.
-Por favor hermana, le estoy pidiendo sólo un pedazo de pan, he estado haciendo tareas y por eso no he podido venir antes- le imploró casi con lágrimas en los ojos.
-¿Insinúas que te han entretenido adrede para que no llegues a tiempo a comer?- cuestionó en un claro tono ofendido.
-No estoy diciendo eso, por favor no me malinterprete, sólo quiero comer.
-La comida se ha acabado, te sugiero que te des más prisa en la cena- dijo a modo de zanjar el tema y dándose media vuelta.
Ágata cayó sobre sus rodillas y alzó sus brazos en gesto de rezo mientras lloraba.
-Por favor, señora, por favor, sólo estoy pidiendo un pedazo, menos si no hay ¿No dice nuestro señor que hay que dar de comer al hambriento y de beber al sediento?- imploró nuevamente.
La hermana se giró con parsimonia, mostrando una arruga de crispación en su rostro ya plegado por los años.
-Ya tenéis un techo en el que estar, comida y bebida, es más de lo que vuestras familias están dispuestas a ofreceros con vuestras afecciones, así que no cuestiones nuestra benevolencia- respondió con una dura mirada y palabras, observándola con aires de superioridad, algo que despertó el fuego de la ira en mi interior.
Comencé el gesto de levantarme para intervenir dado que el resto de presentes sólo contemplaban la escena o seguían comiendo sin mirar, ajenas a todo, no obstante un gesto rápido de María, una mano temblorosa que agarró mi brazo al darse cuenta de mi intención me retuvo.
-No- me susurró con terror en su mirada- no intervengas o será peor.
Peor ¿cómo iba a ser peor? ¡Que sólo estaba pidiendo un pedazo de pan, eran unos miserables!
-Si no te das cuenta de todo eso, quizás necesites un tiempo de reflexión en aislamiento- sentenció aquella horrible mujer, despertando una reacción de puro horror en su interlocutora.
-¡No, se lo ruego! ¡Lo que quiera menos eso! ¡Por favor!- suplicó a lágrima viva.
Sus gritos y peticiones de nada sirvieron, realizaron su aparición un par de hombres fornidos y se la llevaron a rastras, dejando el ambiente del lugar completamente gélido con la escena presenciada.
-¡Y vosotras daos prisa en comer si no queréis que mande retirar vuestros cuencos!- amenazó antes de salir por la puerta.
-¿Quién es esa mujer?- susurré a mis compañeras.
-Es uno de los altos cargos del lugar, la hermana Ángela, que por supuesto hace honor a su nombre como has podido presenciar- respondió Violeta con claro sarcasmo.- Es mejor no tentar su paciencia ya que inflige castigos severos.
Una vez recogimos y entregamos nuestros utensilios, unos que fueron contados por los cocineros para asegurarse de que no extraviábamos deliberadamente ninguno, salimos al pasillo y las chicas me enseñaron tanto la localización de la sala común como la del despacho del doctor Fuentes, lugar al que me dirigí.
-Sé cauta- fue todo el consejo que Violeta me dio.
Llamé a la puerta de madera con firmeza, tenía claro que estaba allí por error, que mi condición mental era perfecta y que todo fue una trampa tendida con paciencia y malicia, así que estaba dispuesta a demostrarlo.
-Adelante- dijo una voz cansada al otro lado.
La estancia era algo particular, el buen doctor sí contaba con una ventana de un tamaño más normal, una tras la que pude apreciar por fin algo de luz solar, hecho que agradecí enormemente. Nunca imaginé que echaría de menos el Sol…
Su mesa estaba localizada justo detrás de la ventana, sentándose él de espaldas a ésta. Una gran alfombra abarcaba toda la superficie del lugar y en la pared derecha había una gran estantería repleta de libros. Al otro lado, algunos cuadros y títulos colgados en la pared y justo debajo un mueble cerrado con llave.
El doctor estaba sentado en un sillón justo enfrente de una modesta silla, lugar donde me mandó que me colocase, mientras él revisaba con parsimonia unos papeles.
Al de un rato suspiré hastiada ¿cuánto tiempo me iba a tener ahí esperando?
-Doctor Fuentes…- empecé pero me chistó para que me callase.
Un instante de silencio más en el que miré a todas partes para pasar el rato, él comenzó la reunión.
-Bien señorita Aguirre, cuénteme ¿qué tal se va adaptando?- soltó a bocajarro sin apenas reparar en mí.
-¿Cómo?- pregunté ante el asombro.
-Sí, que si ha hablado con alguien ya, si le contaron acerca de cómo se hacen las cosas por aquí y todo eso- acompañó con una floritura de su mano.
-Más o menos.
-Bien, bien. Espero que tenga la inteligencia de aprovechar su tiempo aquí y reaprender comportamientos que le ayuden a ser una persona de bien…
-Disculpe pero me siento insultada con esa frase- le reproché.- Yo no he dejado de ser una persona de bien, así que le pido que no me menosprecie.
-Oh, no quería ofenderla, tan sólo era una observación. Supongo que entenderá que comportamientos como el que le llevaron a entrar en esta institución no están bien vistos ni aquí ni en ningún lado y que obviamente no le harán quedar muy bien en sociedad.
-Por supuesto pero…- intenté defenderme, pero me cortó la frase.
-Así mismo, espero que no repita una conducta tal ni estando ingresada ni después.
-Por supuesto, doctor- asentí en un tono algo tenso- ¿Me permite preguntarle una cosa?
-Por favor, proceda.
-¿Quién firmó la autorización para que yo entrase aquí?
-Su padre, por supuesto.
¡Lo sabía! Maldita sea si lo sabía.
-¿Dudó a la hora de hacerlo?- quise saber con el corazón en vilo.
-Supongo que comprenderá que la gravedad de la situación facilitaba el hecho de no albergar dudas, señorita.
-¿Nadie fue a impedírselo?- quise saber con la esperanza de que así fuese.
-De ser así, no estaríamos teniendo esta conversación- empezó a anotar algo en sus papeles.
-No soy tonta, doctor, sólo quería saber si alguien intentó impedirlo, no que lo lograra- respondí molesta.
-Que yo sepa no ¿eso la pone furiosa?- preguntó alzando una ceja y posando su esquiva mirada en mí por un momento.
-Sí- respondí con sinceridad- pero también me siento decepcionada.
-¿Por qué?
-Porque no esperaba que me encerraran con tanta facilidad.
-¿Se siente encerrada o abandonada?
-Encerrada.
-Esto no es una cárcel, señorita.
-¿Puedo irme ahora mismo si lo deseo?
-Por supuesto que no, tenemos unos requisitos mínimos antes de permitir que eso ocurra.
-Entonces a todas luces, esto es una cárcel- sentencié.
-Puede tomárselo como una o como la posibilidad no sólo de no acabar en una real, sino de mejorar.
-¿Mejorar en qué?- cuestioné molesta.
-En su actitud y costumbres, por supuesto.
-No se puede hablar de costumbres cuando me han encerrado por algo que sólo he hecho una vez- renegué.
-Lo que es lo suficientemente grave como para traerla. No obstante las costumbres serían esos accesos de ira y su estado depresivo, esto último no lo comprobé por mí mismo pero tengo constancia por su madre.
-Madrastra- corregí.
-Como sea- movió la mano como quitándole importancia.- ¿Sigue echando de menos a su madre biológica?
-Por supuesto.
-¿Culpa a su padre por haber vuelto a casarse?
Aquello me dejó pensativa unos instantes ¿lo culpaba realmente?
-Creo que no- respondí con sinceridad.
-Pero cree que su madrastra intenta reemplazar a su madre.
-No, no lo creo- garabateó algo en la hoja.
-¿Entonces por qué esa manía persecutoria con su madrastra?
-Porque es una mala persona.
-Parecía preocupada por usted a pesar de lo sucedido- volvió a enarcar su ceja.
-¡Eso es falso! Es lo que siempre hace y tiene manipulado a todo el mundo para que se crea sus mentiras.
-A mí me pareció preocupación sincera.
-Bueno tampoco la conocerá de más de una hora, cualquiera puede engañar a un desconocido un período tan breve de tiempo.
-Bueno por mi profesión eso no es tan sencillo, señorita.
Resoplé molesta, estaba en otro callejón sin salida. El doctor volvió a apuntar algo.
-¿No me cree verdad?
-Es un asunto familiar, ajeno a esta terapia e institución.
-¿Y si estuvieran encerrando y tratando a la persona equivocada sólo por las mentiras de otro?
-Entonces gracias a estas charlas y a mis conocimientos lo sabremos- respondió acompañando con una sonrisa vacía, otra vez casi sin posar sus ojos en mí.
Si mi libertad dependía de que ese hombre me creyese, no las tenía todas conmigo.
-¿Podría hacer una llamada?
-Lo siento pero me temo que eso no está permitido, cualquier contacto con el exterior podría alterar a los pacientes volátiles. Además aún no tengo una idea formada de usted, así que hasta entonces no tendrá tampoco opción a visitas.
-¿Y cuándo será eso?
-Depende de lo sincera que sea conmigo y de los progresos que haga en las terapias. Si me cuenta la verdad siempre será lo mejor para ambos- explicó.- Si colabora avanzaremos más rápido que si se resiste.
Básicamente mis alternativas se reducían a ser sumisa y obediente para poder ser libre, algo que no encajaba para nada conmigo.
-Tómese esto- pidió sacando un par de pastillas del bolsillo de su bata.
-Disculpe pero preferiría no tomar nada.
Entonces el señor Fuentes pulsó un botón misterioso sobre su escritorio.
-No es una petición, es una indicación y le sugiero que la lleve a cabo.
Al poco de pronunciar sus palabras hicieron su entrada un par de personas con traje de enfermera, impidiéndome además mi posible salida.
Mis opciones eran ser obediente y que me dieran a saber qué porquería y con qué fin y efectos o tratar de resistir y salir por otros medios. Entonces reparé en la ventana ¿Qué altura habría desde allí? ¿Recordaba en qué piso estaba? Era la única que había visto por la que cabría un cuerpo entero.
No me lo pensé, mi espíritu libre e impulsivo me gritaba que lo hiciera y ahí que iba a ir, sin embargo me agarraron a tiempo y, a pesar de que forcejeé, lograron inyectarme un líquido misterioso que fue dejándome atontada y mareada hasta que perdí las fuerzas y todo se volvió negro.


***
Bueno bueno bueno, no ha acabado el primer día y las cosas ya están intensitas. Esto sí que es una entrada a lo grande. Os dejo con el pica pica de la curiosidad y me voy corriendo antes de que me agarréis para preguntar cómo sigue.
Como siempre, os recuerdo que vuestros cafés se agradecerán y los likes y que compartáis la historia o me comentéis, que así sé que os gusta y me anima a seguir escribiendo.


Sin más que decir, me despido por hoy con la lectura nocturna en esta ocasión :)







Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.


¿Te ha gustado? Invítame a un café :)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Literartober 2023: Necronomicón

Literartober 2023: Cuervo

Acuerdos oscuros - Capítulo 6 (final) - Nueva era