El hogar de los olvidados - Capítulo 1 - Encierro
Recuerdo la lluvia mojando mis
mejillas encendidas con la furia, recuerdo la rabia, la impotencia y luchar
como nunca antes en mi vida por escapar, salir de allí, huir adónde fuese, pero
libre. Nunca la creí capaz de llegar tan lejos, pero para cuando quise darme
cuenta ya se había hecho la fatídica llamada que me condenaría por tiempo
indefinido a un confinamiento en la sombra, en el olvido.
Nunca fui alguien fácil de domar,
mi espíritu libre no toleraba las órdenes ni las autoridades, sobre todo cuando
consideraba que no tenían razón y mucho menos opinión en mi vida. No obstante
allí estaba en camisón, empapada por la lluvia incesante y forcejeando contra
dos hombres altos como armarios y recios como barcos, siendo arrastrada por estos
hacia el interior de un edificio antiguo, rozando con los pies descalzos el
humedecido suelo de gravilla y luego la baldosa.
Pasé por un par de pasillos
siendo escrutada por las miradas inquisitivas de las monjas hasta que mis
captores, con ayuda de un tercero, abrieron una puerta metalizada que tenía una
ventanilla con barrotes en su parte superior, prácticamente me empujaron dentro
y cerraron la puerta de golpe y con llave.
Y aquel fue el inicio de mis días
en ese horrible lugar, en una celda, porque no se podía llamar de otra manera,
fría y solitaria con apenas una bacenilla como compañía, mojada hasta los
huesos y sin una triste toalla a modo de resolución de dicho contratiempo, sin
ventanas por las que mirar el tiempo correr y el hambre rugiendo en mi estómago
a cada rato. Pasé muchas horas ahí, de eso puedo estar segura, ya que el
cansancio y aturdimiento se acabaron apoderando de mí, como niños que reclaman
a su madre, bien por aburrimiento o bien por el paso de la noche.
El chirrido de la puerta me
arrancó sin piedad alguna de mi sueño y una figura emergió tras ella junto con
mis anteriores acompañantes, quizás para evitar mi huida.
-Buenos días señorita Aguirre-
saludó el hombre ataviado con una bata blanca.- Soy el doctor Fuentes, desde
hoy su terapeuta, mucho gusto- me saludó como quien pronuncia con desidia el
mismo discurso durante años.
-Yo no debería estar aquí, esto
es un error- dije con desesperación como todo saludo– yo no estoy loc…
-Señorita, me temo que eso es lo
que todos dicen por aquí, como comprenderá me resulta bastante difícil de
creer. Además he de advertirle que a partir de ahora tanto esa palabra que iba
a pronunciar como cualquiera de sus sinónimos están totalmente prohibidos,
crean inestabilidad y sólo estigmatizan su situación. Nosotros preferimos
llamarles pacientes- me explicó con el mismo énfasis con el que alguien pediría
sal a un vecino, empezaba a preguntarme si aquel hombre tenía algo de vida o
sólo estaba harto de su trabajo.
-Entiendo, pero insisto en que ha
habido un error.
-¿Qué error, señorita Aguirre?
¿Estar aquí o empujar a su madre por las escaleras?
-Madrastra- rezongué ante la
acusación.
-¿Entonces la empujó o no?-
preguntó con incredulidad.
-Sí- dije con firmeza.
-¿No le parece motivo suficiente?-
cuestionó mientras casi ni me miraba en todo lo que llevábamos de conversación.
-Sinceramente no, no me lo
parece. Me provocó ¿no quiere escuchar mi versión?
-Claro que sí, quiero entender
por qué está tan obsesionada con ella ¿Es por miedo a que intente suplantar a su
difunta madre? He oído que sufrió bastante por su pérdida.
-¿Desde cuándo es un delito echar
de menos a un ser querido?
-Yo no lo llamaría delito, pero
un duelo demasiado prolongado puede derivar en enfermedad, me temo. Pero ya
ahondaremos en ello, tendrá sesiones programadas conmigo para comprobar su
evolución- me anunció con ese continuo tono anodino.
-Esto tiene que ser una broma de
mal gusto, yo estoy bien- insistí ¿tanto costaba creerlo?
-Eso lo decidiré yo, señorita-
puntualizó y anotó algo en un cuaderno que llevaba consigo.- ¿Desde hace cuánto
sufre accesos de ira?
-¡¿Qué?! Yo no tengo accesos de
ira- garanticé en mi defensa.
Otro momento de silencio mientras
garabateaba con su pluma.
-Por favor se está dejando llevar
por palabrería barata, por favor escúcheme- nunca había suplicado, no obstante
la idea de estar presa era lo suficientemente aterradora para mi espíritu libre
como para dejar a un lado todo orgullo.
-La estoy escuchando, señorita
Aguirre y le aseguro que en este sentido soy totalmente imparcial. No me tome
como un juez, no ha venido aquí a ser juzgada sino porque tiene una afección.
-¿Afección?- pregunté con
incredulidad, aquello no podía estar pasando.
-Sí, no una física por supuesto,
pero sus comportamientos denotan que está desequilibrada por dentro, algo que
por supuesto averiguaremos y resolveremos aquí- comunicó con una sonrisa
cansada.
-No tengo ninguna afección ni
estoy desequilibrada, señor- sólo pude asegurar como último recurso.
-¿Cuántas personas conoce que
vayan por ahí empujando a otros por las escaleras? ¿Cree que es una forma
adulta de resolver sus problemas, señorita Aguirre?- enarcó una ceja, sujetaba
la pluma como esperando una buena respuesta de la que dejar constancia.
Estaba atrapada, nada de lo que
decía parecía ser lo suficientemente importante como para que lo considerase
como una evidencia de mi cordura, era como hablar distintos idiomas, salvo que
yo sí comprendía el suyo.
-Le sugiero que se tome esto como
una oportunidad, no sólo de mejorar, sino también para volver a casa y que el
mundo la vea como una persona normal y de bien- su frialdad sólo evidenciaba mi
falta de opciones, algo que hizo que me sintiese encadenada al suelo frío.
¡No! Debía sobreponerme, debía
aprovechar cualquier resquicio para escabullirme, el primer objetivo era salir
de allí, después ya arreglaría las cosas en casa.
-Le advierto desde un primer
momento que cualquier intento de fuga será severamente castigado. Esto no es
una cárcel pero tenemos unas normas, es mejor que las aprenda cuando antes,
además sería peligroso para el resto que cualquiera de los internos saliese sin
haber mejorado- me comunicó como leyendo mis pensamientos.- Voy a conducirla a
su habitación y presentarle a su compañera- me informó y los dos grandullones
se acercaron a mí para sujetarme de ambos brazos.
Caminamos sin alejarnos mucho,
hasta alcanzar un ascensor enrejado en el que nos subimos hasta llegar a la
primera planta. No pude evitar fijarme en que la tercera tenía una cerradura en
lugar de un botón. Una vez el doctor cerró las puertas tras nosotros, avanzamos
por otro pasillo donde había habitaciones numeradas. Se paró en la 202, una
también cercana al elevador.
-Bien, ya estamos. En estos
momentos no hay mucha actividad en los pasillos porque el resto de internas
están en los talleres, eso es un gran privilegio del cuál disfrutará si la
terapia va correctamente. María- llamó repentinamente, mas no obtuvo respuesta-
María sé que no estás en ningún taller, te han visto salir así que por favor
colabora- comunicó a la estancia vacía de forma que parecía que le faltaran un
par de tornillos.
La habitación era pequeña, lo
justo para que hubiese una litera de dos camas, una mesita de noche y un
armario. Al menos contaba con una pequeñísima ventana enrejada, estaba claro
que eran precavidos con las huidas, pero podía ver la luz del sol, cosa que no
me parecía poco después de mi encierro previo. El estrecho armario comenzó a
abrirse con suavidad y una chica delgada y bajita, de pelo ondulado y largo
emergió de él.
-¿Me necesita señor Fuentes?-
preguntó con la mirada baja y una voz casi imperceptible.
-Te presento a tu nueva
compañera, Clara Aguirre, por favor ten la gentileza de enseñarle todo esto y
nuestras normas y costumbres por aquí- solicitó, delegando posiblemente un
trabajo suyo a una interna.
-De acuerdo, doctor- murmuró
apenas dejando caer su mirada esquiva en mí.
-Tendrás cita conmigo después de
comer, María ya te comunicará dónde- me indicó al girarse camino a la salida.-
Ah y María- la aludida se sobresaltó- esta vez voy a dejarlo pasar y os concedo
el tiempo del taller a las dos para que la señorita Aguirre pueda instalarse
debidamente, pero te sugiero que no repitas lo de hoy o me plantearé sacarte
del taller ¿entendiste?- la chica sintió con la cabeza frenéticamente.- Bien,
pasad una buena mañana, chicas- se despidió y abandonó el lugar junto con el
resto de sus acompañantes.
Casi no podía ver los ojos de mi
compañera de lo gacha que tenía la cabeza, debería considerar el cortarse un
poco el flequillo, al menos para poder ver ella misma por dónde iba. Extendí mi
mano a modo de saludo, lo que la sobresaltó e hizo que se encogiese.
-Encantada de conocerte, María-
seguí hablando como si nada, obviando su extraña reacción.
De alguna forma me recordaba a un
ratoncillo asustado, supuse entonces que no le iban las interacciones directas,
así que bajé la mano, resignada a que no me la estrechase. Cogí aire y lo solté
con calma, no estábamos comenzando muy bien.
-¿En qué cama duermes?- quise
saber tanto por tratar de conversar como por practicidad.
-Arriba- casi me susurró.
-Y bien ¿qué se hace por aquí si
no vas a los talleres?- intenté averiguar mientras cruzaba la estancia para
sentarme en la cama más baja de la litera, a partir de entonces la mía, y
procurando obviar los quejidos de mi estómago.
-Ayudar con tareas- respondió,
parecía asustada, no dejaba de mirar la puerta.
-Oye ¿estás bien?- cuestioné con
preocupación.
Asintió levemente, con
prácticamente los ojos desorbitados enfocando en la misma dirección, lugar en
el que yo no veía nada extraño, nada por lo que reaccionar así. Estaba tan tiesa
en su sitio que me preocupó, me acerqué con cautela y toqué su brazo para que
cambiase su foco de atención a otro lado, mas lo que logré fue que se girase
aterrada hacia mí, mirándome también con esa expresión y reteniendo lágrimas en
sus castaños ojos.
-¿Quieres que llame al doctor?-
pude preguntarle sin saber a quién más acudir.
-¡No!- me gritó de repente- nonononononononononono-
dijo atropelladamente, poniéndome los pelos de punta.- Todo está bien, todo
está bien, todo está bien- me comunicó con un tono alto, mirándome fijamente y
sonriendo mientras dos goterones caían de sus ojos.
Pasara lo que pasase, obviamente
no estaba bien.
Una chica de pelo rizado emergió
al otro lado de la puerta, sobresaltándome.
-María ¿qué ocurre? Estás armando
mucho jaleo- entró sin mediar más palabra y la envolvió en sus brazos a lo que
la aludida respondió devolviendo el gesto y deshaciéndose en lágrimas.
-Chsss- le chistó la otra chica y
le puso la mano en la boca.- Todo está bien, pasará, pero necesito que te
calmes y no armes más escándalo o vendrá Ángela.
Yo observaba sin saber muy bien
qué hacer o no, como quien está frente a una obra de teatro y no se siente
parte de lo que en ella ocurre.
-¿Qué pasa?- fue todo lo que me
atreví a cuestionar una vez se calmaron un poco las aguas.
La recién llegada se percató de
pronto de mi presencia.
-Ah, hola, perdona no te había
visto. Encantada soy Violeta- me saludó con una afable sonrisa en lo que María
sollozaba sigilosamente en sus brazos.- No te asustes, esto pasa a menudo-
explicó como de pasada, lo que no me mantenía para nada tranquila- pero ya ves
que se le pasa no tardando mucho ¿Eres su nueva compañera?
-Sí.
-Entonces te pido por favor que te
encargues de lo que estoy haciendo yo ahora, no debería hacer ningún ruido a
pesar de tener una crisis.
-¿Por qué?
-Le han diagnosticado psicosis,
pero te lo traduciré ya que veo que me estás poniendo una cara extraña. Ve
cosas que el resto no vemos, ella los llama monstruos y los describe bastante
horribles así que debe pasarlo bastante mal cuando le da uno de estos
episodios.
-¿Y por qué debe mantenerse en
silencio? ¿No es mejor que reciba asistencia?
-Para nada- comentó con total
rotundidad.- Ya lo comprobarás por ti misma, se supone que estamos aquí para
ser tratadas y curadas, pero las terapias parecen más una tortura que otra
cosa. Además, no todo el personal de por aquí tiene tacto y paciencia.
-Ya veo, el doctor Fuentes no
parece muy dado a escuchar, intenté hacerle entender que han cometido un error,
pero no fue muy distinto a hablar con el armario.
-Ya te acostumbrarás, aquí ya no
eres una persona cabal capaz de tomar sus propias decisiones, eres una paciente
lo que automáticamente te quita cualquier posibilidad de ser vista como alguien
lógico y racional, por muy sana que estés, nada de lo que digas será tomado en
cuenta.
-¡Pero yo estoy bien! Debería de
darse cuenta- comenté molesta.
-Para él sólo eres una más. Yo
creo que no nos ve más allá de un complicado rompecabezas que montar para
desmontar y volver a montarlo.
Suspiré, mi idea de poder
dialogar con el doctor Fuentes se estaba desvaneciendo.
-¿Crees que hay alguna forma de
huir?- mi desesperada pregunta pareció tomarla desprevenida y le provocó una
ligera risa.
-No estaría aquí si hubiese visto
la forma.
-Bueno, eso no significa que no la haya.
-Me gusta tu entusiasmo- comentó alegremente.
Entonces una campana empezó a resonar por el pasillo y
avanzar a lo largo de éste.
-¿Y eso?- quise saber.
-Es el sonido que indica el final de los talleres y el
inicio de la comida, debemos darnos prisa para ir al comedor si no queremos
quedarnos sin nada.
-¿Puede pasar?- cuestioné alarmada.
-Claro, somos muchas, aquí hasta se trafica con pan duro. Vamos
María, hay que ir a comer- le dijo con dulzura mientras secaba sus lágrimas.-
No te preocupes, te haré de guía después de comer- me comentó.
-Tengo que ir a ver al doctor, me ha citado- recordé.
-Cierto, que las nuevas van después de comer. Vale pues después
venme a buscar a la sala común, ya te enseñaré dónde.- salimos al pasillo,
donde más chicas iban hacia la izquierda- No sé si te diste cuenta, pero el
edificio forma un cuadrado, ahora estamos en dirección a las escaleras, que
está en la esquina superior derecha del edificio. En la izquierda está el
ascensor, pero es sólo para uso del personal, es mejor que no te pillen allí-
cuando por fin llegamos a la susodicha zona, por donde el resto de mujeres iban
bajando, me señaló hacia la otra parte del nuevo pasillo.- Ese es el lado
derecho del edificio, en esta planta está la sala común, es dónde nos mandan
después de comer salvo que tengas terapia, luego vuelve ahí con nosotras.
Asentí y entonces retomamos el camino hacia la planta baja,
donde se encontraba el comedor. Tuvimos que hacer cola algo antes de llegar a
la puerta, donde una joven novicia nos dio un cuenco a cada una y nos indicó
que mantuviésemos nuestro lugar. En cuanto se despistó, algunas mujeres
empezaron a discutir por cuál era su preferencia en la cola y quién había
llegado antes, dato que supuse que sería normal si escaseaba la comida tanto
como había afirmado Violeta momentos antes.
-Vigila tu cuenco- me susurró de pronto María, quien estaba
ligeramente repuesta- no hay para todas y quien se queda sin él no come.
En ese momento hizo aparición un grupo de mujeres de
diversas edades provocando reacciones nerviosas en la mayoría de las presentes.
Una mujer de pelo corto, negro y pegado a su cabeza me miró fijamente y con
aire autoritario.
-Eh tú, la nueva- me espetó- dame tu cuenco.
-No me llamo ni eh, ni tú y este es mi cuenco- me mantuve
firme en mi posición y palabras.
Llevaba sin comer desde que llegué, no iba a aguantar ni un
minuto más y mucho menos por una desconocida. María me agarró de un extremo de
la ropa, prácticamente temblando y evitando la mirada de mi interlocutora.
-Margarita, acaba de llegar, dale tiempo a que se asiente
por favor- le pidió con calma Violeta, algo que no se tomó nada bien.
-Ya sabes las normas, así que ya me está dando el cuenco…
-Las normas son que las que llegan primero tienen cuenco- la
interrumpí, algo que provocó silencio y asombro en las presentes.
Margarita estampó su puño en la pared en la que yo estaba
apoyada, muy cerca de mi cara, tanto que pude notar el efecto del golpe en mi
mejilla. Sentí cómo se me retorcía el estómago del miedo en ese momento, con su
mirada clavada en mí, no obstante llevaba tanto tiempo demandándome alimento
que también podría haber sido un efecto de este hecho.
-Te voy a contar cómo son las cosas por aquí- me explicó con
una voz suave, fingidamente calmada- tú llegas prontito a hacer fila, yo llego
cuándo me da la gana con mis chicas y si te pido tu puñetero cuenco, tú me lo
das si no quieres atenerte a las consecuencias ¿estamos?- su mirada era lo más
parecido a la de un depredador, no era de extrañar, la escasez de comida hace
que prime la ley del más fuerte.
-¡¿Se puede saber qué está pasando aquí?!- se hizo oír la
voz cascada de una mujer que venía ataviada con un atuendo de monja.
-Nada, Ángela, sólo saludaba a la nueva- le respondió con un
aire altanero en su actitud tras salirse de mi espacio vital.
-Ya lo veo ¡haz la fila como las demás y deja de montarme
espectáculos, Margarita!-le espetó antes de marcharse, momento que aprovechó la
aludida para volver a posar su airosa mirada en mí mientras recorría con su
pulgar su propio cuello, dándome a entender que acababa de hacerme una enemiga
peligrosa.
***
Tras investigar (cosa de la que estoy segura que no he terminado) os traigo el primer capítulo de esta perturbadora historia. Voy a intentar sacar todas las tripas que pueda (metafóricamente, por supuesto ¿o no?) ya que quiero transmitir lo desagradable de la experiencia de la protagonista. Os adelanto que me he basado en las prácticas psiquiátricas antiguas ya que no está ambientada en la época actual y sinceramente he leído cosas horribles que tened por supuesto que van a aparecer. Si meto la gamba en algún sitio (más que nada por no estar especialmente versada en la materia y estoy indagando por mi cuenta) y alguien con más conocimiento se percata, pido desde ahora que me lo cuente y me explique cuál fue mi error para hacerla lo más creíble y acorde posible, lo agradeceré mucho (siempre y cuando sea desde el respeto y todo eso que a todos nos gusta).
Os anuncio también que pretendo que esta historia entre en los Wattys antes de que se acabe el plazo (todo un año para escribir la historia y yo voy y me lanzo con un par de meses y a poco de entrar a trabajar, grande).
Si os gustan mis historias decídmelo con vuestros likes, comentarios y cafeses, siempre son bienvenidos :)
Y si os quedásteis con ganas de la historia de Cupido os dejo por aquí el link de Amazon, para tanto si lo queréis tener este veranito en los ratos muertos de la playa o piscina o sofá (no juzgamos a nadie por aplatanarse con el calor) o si tenéis el Kindle unlimited y os apetece lecturita gratis.
Como siempre muchas gracias por leer, compartir, apoyar y todo eso genial que hacéis, me anima mucho a seguir escribiendo ^^
Os dejo por aquí también la música que he usado y creo que le pega de fondo
Una que creo que pega con María o al menos con la visión que tengo de este personaje
Y una que me encanta que va del tema
Disfrutad ^^
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
¿Te ha gustado? Invítame a un café :)
Comentarios
Publicar un comentario