Acuerdos oscuros - Capítulo 5 - Decisión



Zeta se nos quedó mirando con intensidad y expectación, esperando que decidiésemos. A mí particularmente me era algo imposible de realizar, sentía como lava fluyendo por mis venas cada vez que recordaba los sacrificios en vano, toda aquella gente que entregó lo más preciado, lo único que tenía de tanto valor, para poder ayudar con ello a algún ser querido o simplemente a la comunidad. Tantas vidas desperdiciadas a lo tonto…
Nunca fui tan devoto como mi madre ni me sentí cercano a aquel hombre despreciable, mas en aquel momento sólo podía sentir odio, uno visceral, profundo, que hacía retorcer algo dentro de mí como bañado por ácido. No había manera alguna de que pudiese dejarlo pasar, si le hubiese tenido frente a mí entonces estoy más que seguro de que le habría arrancado yo mismo su patética vida con mis propias manos, pero no sin antes hacerle sentir el miedo y dolor que debieron padecer sus víctimas ya que no había otra forma de catalogarlas, a fin de cuentas él era un asesino.
Vic parecía confusa, sin embargo le respondió con claridad.
-No pienso participar- le anunció con una firmeza que no parecía tener.
-Vamos Vic, eres como la homenajeada de la fiesta. Sin tu descubrimiento nada de esto sería posible y te conozco lo suficiente como para saber que ardes en deseos de compartir lo que sabes- la insistió mirándola fijamente a los ojos, sentado al revés en la silla, apoyando sus brazos en el respaldo y su cabeza sobre ellos.
Parecía que había dado en el clavo, no era de extrañar si se conocían bien y, por la reacción de ella, no le agradó que la leyese con tal facilidad.
-Quiero compartirlo, no provocar una revuelta.
-¿Acaso los descubrimientos no son tan revolucionarios que hasta marcan épocas? Ésta podría ser el fin de la tiranía sanguinaria de ese hombrecillo. Pensadlo muy bien, más vidas podrían ser arrebatadas aún ¿y todo para qué?
Eso mismo me llevaba preguntando desde que Vic me había explicado sus deducciones y Zeta las había adornado con su aporte. Era como el pastel perfecto, uno hecho de verdad y realidad, con el sabor amargo que las caracterizaba a ambas. Si me preguntaba a mí, las ansias de venganza estaban ganando terreno poco a poco, no obstante nada se podría hacer sin ella, independientemente de lo que deseásemos.
-Deja que me lo piense- rezongó molesta y se giró fingiendo que colocaba algunos utensilios.
-Jornada de reflexión, estupendo- respondió emocionado- ¿Y tú qué vas a hacer chaval?
-Aún no lo sé- reconocí mientras me esforzaba en no dejarme llevar por la ira, mi padre siempre decía que no era buena consejera.
-Como queráis- respondió incorporándose de su asiento- os dejo veinticuatro horas- salió despidiéndose con la mano levantada y sin mirar atrás.
¡¿Tan sólo un día para decidir el destino de la comunidad?! Era algo demasiado importante como para determinarlo sólo dos personas en un día, no obstante el gran peso de la elección recaía más en ella que en mí.
Consensuamos una pausa entre los dos, así que volví a casa antes de que fuese demasiado tarde como para dar de qué hablar, sin embargo supuse que estarían dormidos cuando logré llegar. Me sentía débil física y mentalmente, Vic me había ordenado prácticamente que comiese algo para así reponerme cuanto antes, mas mi estómago había cerrado sus puertas y no quería recibir invitados hasta el próximo día por lo menos. Fui directamente a mi habitación y cuando encendí la luz encontré a una Ann hecha un diminuto ovillo en mi cama. La estampa era tierna pero no le habíamos comprado una cama para que invadiese la de otro, por lo que la recogí con cuidado y salí al pasillo haciendo el menor ruido posible y movimientos muy suaves para no interrumpir ni su sueño ni el de nadie, aunque como era habitual el suelo emitió algún que otro quejido que me lo impidió. A mi encuentro salió la que debía de ser mi madre dada la silueta, con algún utensilio en la mano que ya tenía alzada en posición de ataque.
-Soy yo, soy yo- me apresuré a susurrar para no dale tiempo a bajar el brazo.
-¿Hijo?- cuestionó confusa con voz pastosa- ¿Qué haces despierto a estas horas?
-Llevo a Ann a su cama, está cogiendo la mala costumbre de dormir en la mía- expliqué.
-¿Por qué no has venido a cenar?- preguntó con su arte típico de regañar a la vez que pedía información.
-Cené fuera- mentí, aunque si considerabas las galletas una comida consistente, algo de cena sería.
-¿Dónde y con quién?- casi exigió saber mientras cruzaba los brazos a la altura de su pecho, esa postura indicaba que contaba con una información que esperaba que le proporcionase por las buenas.
-¿Qué sabes?- pregunté con cierto agotamiento mientras dejaba a Ann en su cama y volvía al pasillo con ella.
-Te han visto entrar al bar de Pit- acusó- y ya sabes que ese es un antro de gente conflictiva.
-Pues es bastante bonito por dentro- comenté intentando limar asperezas.
-Deja de hacerte el gracioso ¿Qué hacías allí?
-Ya te lo dije, ir a cenar- retomé mi embuste esperando que estuviese lo suficientemente adormilada como para no insistir.
-No hay más sitios ¿verdad?- seguíamos susurrando, no obstante ahí se le elevó ligeramente el tono.
-Fue una apuesta ¿vale? No me creían capaz de entrar y pedir algo.
No parecí convencerla y la bola de engaños estaba creciendo, esperaba no estar colina abajo con la amenaza de que rodara hasta aplastarme.
-Mira, ya sé que tienes una edad en la que puedes tomar decisiones por ti mismo sin consultarnos, sólo espero que seas lo suficientemente juicioso en ellas. Lamento mucho lo que le pasó a tu amigo, me caía muy bien- esas palabras fueron como un puñetazo en el estómago, el recuerdo de Agus era más doloroso con lo que ahora sabía- pero no creo que la clase de gente que se apuesta a ver si tienes valor de cometer algo temerario sea buena compañía, hijo- esto último lo dijo acariciándome la mejilla con suavidad.
-Lo tendré en cuenta- respondí también con la voz suave para que se quedase tranquila a ese respecto.
Por aquella vez surtió efecto, así que ella volvió a su habitación después de darme un beso de buenas noches y yo hice lo mismo por mi parte. Suspiré aliviado al cerrar la puerta tras de mí, había ido por muy poco, pero cuando pensaba en dormir era una idea que se me antojaba del todo imposible, por lo que subí nuevamente al tejado, a ver si las estrellas me aconsejaban.
El frescor de la noche era tranquilizador, renovador, y la calma del momento hacía que me evadiese de mis pensamientos.
Debí de estar allí un buen rato cuando empecé a escuchar una voz familiar que me llamaba suavemente desde la calle, así que me asomé desde mi posición.
-¿Estás sólo?- preguntó Vic, por lo que asentí con un gesto de la cabeza.
Para mi sorpresa ella se agachó para pulsar algo en sus botas y unas estructuras mecánicas empezaron a salir de sus suelas, permitiéndole llegar hasta donde estaba yo.
-Caray, no sabía que aparte de científica eras mecánica- compartí mi sorpresa mientras le dejaba hueco para acomodarse, a lo que ella recogió lo que fuese que le había ayudado a subir de nuevo en sus zapatos.
-En realidad es inventora y no, no es algo mío exactamente- explicó sentándose a mi lado.
-¿De quién entonces?
-De lo mismo que los bichitos mecánicos, de mi hermana.
-Debe ser muy buena- comenté con admiración.
-Sí, lo era…- respondió con un deje de tristeza bastante claro.
-Lamento tu pérdida, al menos espero que no fuese una ofrenda.
-No, pero tampoco debió de tener una muerte muy plácida.
-¿Qué le ocurrió?- quise saber con cierta curiosidad.
-Ya lo sabes, ella era S- respondió dejándome totalmente anonadado.
-¿Pero S no era un hombre? Siempre hablaste de S como un “él”.
-Era para proteger su identidad, estábamos haciendo un experimento un tanto peliagudo después de todo y colé el diario de manera ilegal. De ahí que tampoco diese a entender mi género en mis explicaciones, si te das cuenta constantemente me expresé de forma neutral- no había caído en la cuenta, pero tenía razón.- Y debió de funcionar porque pareciste sorprendido al verme por primera vez- añadió con una sonrisa.
Tras esto se formó un pequeño silencio incómodo que me encargué de romper con una de mis tantas dudas.
-¿Por qué empezasteis todo esto?
Ella suspiró antes de responder.
-Su marido había muerto y no lo estaba llevando muy bien. Estuvo mucho tiempo en la biblioteca desde entonces buscando información sobre los ángeles, sobre el paraíso y todo eso, quería asegurarse de que él estaría bien y bueno se había ido de una forma muy rápida, le pesaba mucho no haberse podido despedir. Al final vino donde mí con esta absurda idea, rogándome que probásemos cómo podía comunicarse una última vez, me acabó contando que se sentía muy culpable porque habían discutido el mismo día en el que se fue y no quería que partiera con esas últimas palabras.
De alguna forma comprendía su angustia, yo al menos tuve la oportunidad de decir adiós a mi querido amigo, no imaginaba cómo debía ser de torturador no sólo carecer de tal privilegio como es una despedida digna, sino que además reconcomerte pensando qué fue lo último que le dijiste desde el enfado antes de que se fuese, qué recuerdo mantendría de eso justo antes de irse.
-Parece mentira que precisamente una idea tan loca y desesperada sea la precursora de toda una revolución- musité reflexionando en voz alta.
-Sí…- coincidió.
-¿Qué piensas acerca de la revolución?- cuestioné deseando saber su opinión, tras lo cual ella suspiró de nuevo.
-Por desgracia creo que es necesaria, no puede ser que gente inocente muera por los engaños y manipulaciones de un desalmado.
-Si estás tan segura ¿cómo dices que por desgracia?
-Me aterra pensar cómo van a cambiar las cosas después de esto. No es fácil asimilar que todo cuanto conoces es mentira ¿sabes? Hay gente que no se lo va a tomar nada bien.
-Pero la verdad siempre será mejor a la mentira- apostillé.
-Sí claro, pero ¿no te das cuenta de lo que pasó aquí? Él se aprovechó de una carencia de información y sentido, la gente no sabía qué había después de la muerte y él les dio respuestas, por falsas que fueran, y un sentido a su vida, les trajo tranquilidad.
-Lo pones como si fuese una buena persona que nos ha hecho un favor- comenté un poco molesto ante su respuesta.
-Para nada, sólo es un oportunista que percibió la necesidad de algunos y se aprovechó, realmente hace más mal que bien.
-¿Entonces qué te asusta?
-Mucha gente va a sufrir con esto, van a estar perdidos,…
-Ya sufren por pérdidas innecesarias- apunté incluyéndome entre ellos mentalmente- y si tras esto necesitan apoyo para darle un sentido a todo, podremos estar para ayudarles.
Ella me sonrió con cansancio.
-Eres un buen chico ¿cuáles son tus motivos para verte involucrado en todo esto?
-Perdí a mi mejor amigo, fue una ofrenda para salvar a su padre que también acabó muriendo. No quiero que haya más ofrendas pero no puedo evitar que el odio influya mis pensamientos- rumié al final de la frase.
-Puedes usar esa energía en algo bueno, transfórmala- sugirió.
-¿Cómo?- imploré saber.
-Tú mismo lo has dicho, podemos contar la verdad y liberarles de su ceguera, ayudarles a aceptar la nueva realidad y que den un sentido y propósito a su existencia, uno propio, no uno que les haya atribuido un dictador espiritual.
-¿Así dejaré de querer matarlo?- pregunté abatido.
-No lo sé, igualmente le habremos condenado a ello en cuanto no pueda segar más almas, así que no creo que le sea posible seguir extendiendo su oscuridad, posiblemente no tendrá ocasión de dañar a nadie más.
Decidí tomarlo como alternativa, era la que al menos me parecía más correcta, no estaba dispuesto a permitir otra Luna azul sabiendo lo que sabía, pero me reconcomía las entrañas el no haberlo descubierto antes de la ceremonia de Agus.
-¿Entonces vamos a hacerlo? ¿Nos uniremos a Zeta y a los suyos?
-Yo no he dicho que nos unamos, lo que digo es que le desmontemos el chiringuito. Será muy voluntario lo de Benett, pero no me apetece dejar un grupo de acólitos para juntarme con otros.
-¿No confías en Benett?- cuestioné.
-¿Puedes confiar en alguien que acepta los sacrificios de otros en su beneficio? Por mucho que los proteja y les diga las cosas como son, me parece que él y Eduardo en el fondo no son tan diferentes.
-¿Entonces qué hacemos?
-Primero por hoy descansar que es algo tarde, mañana ya hablaremos con Zeta y su representado para establecer un acuerdo. Con ellos quizás tengamos gente suficiente como para tener más controlada la situación y el respaldo que nos da la presencia y palabras de otro que haya visto a… esas cosas… pero no estoy dispuesta a exponerme completamente. Si el requisito es unirnos a su secta, no estoy de acuerdo, desde ya te lo digo- comunicó con firmeza poniéndose en pie, dispuesta a irse.
-Gracias por tu compañía- dije con sinceridad a lo que ella me contestó con una sonrisa.
-Nos reuniremos mañana durante la misa en el bar de Pit para establecer un acuerdo ¿te parece?
-Sí pero ¿cómo escaquearnos sin que nos pillen? Toda la ciudad va.
-Finge estar enfermo- resolvió encogiéndose de hombros, como si fuese algo evidente.
Sí, tenía sentido, mas había otra duda que me martilleaba la cabeza desde hacía un rato y no le había cuestionado aún.
-¿Cómo me has encontrado?- quise saber antes de que se fuese.
-Te puse un localizador- comunicó como si tal cosa antes de irse en un salto amortiguado por sus botas.



***

Bueno bueno bueno, a esto ya le queda un capi y este más tranquilito y reflexivo es la calma antes de la tempestad. Me he dado cuenta y por el momento es la historia más madura, macabra y triste que llevo escrita y sinceramente me está gustando mucho el resultado aunque se me hace algo densa de narrar por taaaantas cosas que pasan aquí. Lo propuse y aquí lo traigo por si tenéis curiosidad, para escribir este capítulo estuve escuchando la banda Ghost, aunque como no lograba concentrarme bien acabé pasando a Opeth, os dejo por aquí el album con lo que escribí más fluido y creo que pega.


Sin mucho más que decir os dejo esperando que lo estéis disfrutando y os guste este estilo nuevo y algo atípico en mí y recordandoos que podéis invitarme a un cafecito en...

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