Cuando llega el cambio - 11

Conforme pasaba el tiempo y la luz del día iba abandonando las calles con disimulo, la incertidumbre me atenazaba más y más ¿Acaso no había entendido mi indirecta? No pude hablar más claro porque estábamos rodeados de oídos indiscretos y ya se había armado bastante alboroto a causa de la lengua viperina de Katie. De todas formas, no era lo único que me inquietaba y es que ella había hablado acerca de rumores ¿Sería un invento o alguien se había dedicado a hablar malintencionadamente sobre nosotros? Si era así, tampoco costaba imaginar de quien provendrían.
Alterada por los nervios, me dirigí a la cocina, donde me encontré con Lilith, quien estaba terminando de hacer la cena mientras hablaba animadamente con mi madre. Las dos se giraron al verme entrar, abandonando su charla.
-¿Se sabe algo de él?- preguntó mi progenitora.
Moví la cabeza en gesto negativo.
-No estié triste, señiorita, verá que lliega- respondió Lilith en un afán de tranquilizarme.
-¿Y si no le apetece venir?
Me inquietaba especialmente por su significado ya que la situación estaba dividida en dos polos opuestos, o venía y demostraba con ello que se sentía más cercano a mí que un simple amigo o no venía y demostraba con ello todo lo contrario. Mi corazón secretamente anhelaba la primera opción.
-De nada sirve que te preocupes, pasará lo que tenga que pasar, tan sólo espera- respondió con sabiduría mi madre.
Asentí y mostré una sonrisa ligera, después de eso me retiré a la biblioteca que teníamos en una de las habitaciones. Aquel lugar me reconfortaba, era mi refugio, mi otro remanso de paz, mas uno mucho más solitario en esta ocasión.
Me sorprendí al ver a mi padre sentado en una de las butacas, leyendo con tanta concentración que casi ni percibió mi presencia, por ello se sobresaltó cuando le saludé.
-¿Estás documentándote?- pregunté intrigada.
-No, más bien descansando la mente.
-¿Cómo van las ideas?
Él por su parte suspiró con cansancio, dejando clara la situación actual.
-¿Sabes? A veces estoy más que convencido de que el verdadero inventor de la familia era tu abuelo y que realmente nunca pasé de ser un aprendiz- comentó con pesadez.
-Bueno, nadie nace aprendido, padre- dije sentándome a su lado en la alfombra- estoy segura de que si sigues con esa dedicación acabarás logrando algo grande.
Mi comentario le hizo sonreír y me depositó un suave beso en mi frente.
-¿Se sabe algo del chico?- cuestionó de pronto.
-No y me preocupa.
-¿Por qué?- quiso saber.
-Si no viene… bueno ya sabes lo que significa.
-También puede ser que no pueda, no te pudo dar una respuesta en realidad, así que no sabes su disponibilidad, más allá de lo que sienta o no.
-Puede ser- dije al meditar sus palabras.
-De todas formas, si puede y no viene, él se lo pierde, una damisela como mi niña no va a encontrar en ningún sitio- dijo dándome con la punta de su dedo en el límite de mi nariz, era algo que hacía desde que era pequeña y era un gesto que siempre me hacía sonreír.
-Padre ¿crees que encontraré a alguien que me ame tal y como soy?- pregunté, sorprendiéndolo.- Quiero decir, estoy muy contenta con mi forma de ser y pensar, pero siento que no encajo aquí, que no es mi lugar y no deseo limitarme tan sólo a vivir con un buen hombre para tener sustento. Deseo hacer cosas por mí misma.
-Me enorgullece que pienses así, eso es que te hemos educado bien.
-Ya, pero no para esta sociedad- dije con hastío- no me gusta lo que se supone espera que sea mi vida para ser aceptable de cara a otros ojos.
-Bueno, si tú de por sí no les resultas aceptable, no vivas de forma aceptable, vive tu vida tal y como desees o no serás feliz y a fin de cuentas es tu vida, no la deberías malgastar en lo que otros esperan que sea.
-Tus palabras son sabias, padre, pero ¿qué haré?
-Eso es algo que debes descubrir por ti misma, busca en tu interior ¿qué es lo que te apasiona? ¿Qué te gusta hacer? ¿Qué te llena?
-Me encanta leer- dije tras meditarlo- y cantar y aprender cosas, estar rodeada de naturaleza.
-Bien, pues tienes una muy buena base, sabes lo que no quieres y sabes lo que te gusta. Ahora recoge lo que te gusta y mira qué puedes hacer con ello.
-El problema es que no veo cómo puedo conseguir un trabajo, padre, no aceptan mujeres.
Él pensó unos instantes, para después sorprenderme con su respuesta.
-Si no hay trabajos que acepten mujeres, crea el tuyo propio. Es más cansado y difícil, pero es lo mismo que en el caso de no tener un lugar en el mundo, hazte tu hueco, haz tu propio lugar.
Suponía que lo que mi amado padre quería decir era que levantara un negocio propio y la verdad no me disgustaba la idea, mas aún me quedaba pensar acerca de qué sería.
-¿Estás enamorada realmente de ese chico? ¿O es una forma de garantizarte un futuro?- me preguntó de pronto con seriedad, sacándome de mis cavilaciones.
-No, para nada intento eso, precisamente es una idea que rechazo.
-¿Entonces?- intentó sonsacarme información.
-Eso creo… sí- dije con timidez, jamás había hablado de algo así con mi padre, no obstante tampoco recordaba haberme sentido así con anterioridad.
Ante mi respuesta, él sonrió con calidez, complacido.
Un repiqueteo en la madera nos sacó de la conversación para girarnos en la dirección de la que procedía el sonido. Allí se encontraba una risueña Lilith.
-El señiorito ha lliegado- comentó con cierta alegría.
-Bueno, supongo que tus temores se han evaporado- comentó mi padre mientras se levantaba de su asiento.
Seguimos a Lilith hasta el salón, donde se encontraba mi madre hablando con un nervioso Edmund que traía una hermosa flor consigo, la cual me tendió después de saludarme.
-Gracias- le dije alegremente, no tanto por la flor sino más bien por su visita.
Su llegada había calmado el océano de mis inquietudes y removía a su vez el terremoto que hacía bailar a mi corazón ¿Significaba entonces que él también deseaba algo más que una amistad?
-Encantado de conocerle por fin- le saludó mi padre mientras le tendía la mano que posteriormente él estrechó.
-El gusto es mío, señor.
-¿Pasamos al comedor? Se hizo un poco tarde para cenar- comentó mi madre indicando la dirección con su brazo.
Una vez allí nos sentamos mi madre enfrente de mi padre y Edmund enfrente de mí. No podía evitar pensar en lo extraño de la situación, no obstante, podía acostumbrarme perfectamente, de hecho deseaba que así fuese.
-Y bien, Edmund ¿qué nos cuentas acerca de ti?- preguntó mi padre de pronto.
-Bueno… -empezó a responderle con titubeo- mi nombre ya lo conocen, claro, ¡ejem!… pues como supongo que les habrá contado su hija, provengo de una cuna muy distinta…
Estaba aún más nervioso y parecía en parte avergonzado por esa afirmación.
-Por eso no se preocupe- le interrumpió mi madre- lo sabemos perfectamente y no es algo de qué avergonzarse. Uno no escoge en qué familia o circunstancias nace, sino todos elegiríamos lo mejor. Lo importante es lo que hace cada uno con su vida y sus circunstancias.
Aquel comentario le calmó, parecía estar más relajado a partir de ahí.
-¿Y a qué se dedica?- quiso saber mi padre.
-Trabajo en una biblioteca y de limpiabotas, señor.
-¿Está contento con su trabajo?- preguntó nuevamente.
-Sí, no obstante no es todo lo que me gustaría hacer con mi vida.
Aquello pareció intrigar a mi progenitor, quien volvió a realizar otra cuestión.
-¿Y cuáles son sus deseos?
-Me gustaría ser escritor- respondió algo cohibido.
Sus palabras fueron toda una sorpresa para el resto de comensales salvo para mí, que más bien deseaba saber cómo acababa la historia.
-¿Qué está escribiendo?- siguió cuestionando.
-¡Por favor, cariño!- interrumpió mi madre- deja de interrogar al chico, le vas a espantar. Disculpa a mi marido- dijo entonces dirigiéndose a él- es un encanto pero sobreprotector.
-N… No se preocupe, lo entiendo perfectamente- comentó.
-Es el primer muchacho que viene a casa invitado por nuestra niña, así que la curiosidad es grande.
-Madre, por favor, no me llames niña- le rogué un poco incómoda por la imagen que estaba dando de mí.
-Lo siento querida, pero incluso cuando tengas marido e hijos seguirás siendo la niña de la casa- empezó a reír divertida, mas su risa se convirtió en una tos fea.- Disculpad- pudo decir entre medias- aún tengo tos.
-Madre, esa tos no me gusta- comenté con preocupación.
-Si querida, tiene razón, deberíamos llamar al doctor.
-No exageréis, estoy segura de que sólo es una tos tonta, he pasado un catarro hace nada- comentó intentando tranquilizarnos una vez se le pasó.
-Querida, te quiero mucho, pero no eres doctora, así que no puedes diagnosticarte.
-Querido, te quiero mucho y agradezco tu preocupación, pero estoy bien- comentó con su típica y jovial sonrisa.
Adoraba su carácter alegre, pero siempre detesté que le quitara importancia a todo. Era como si nada que la englobara tuviese transcendencia hasta que ella así lo decidiese.
Aquel encontronazo sin embargo no detuvo el resto de la noche ni le ensombreció bajo ningún concepto su rostro, por supuesto ella seguía sonriendo y hablando tranquilamente, pero al fijarme bien veía la mentira en sus ojos, en el fondo estaba preocupada aunque tan solo fuese un poco. Sabíamos que no era una gripe y en el fondo era un alivio ya que la medicina no había avanzado lo suficiente como para curarla en todos los casos, pero tampoco era buena idea que aquel síntoma se alargara indefinidamente en el tiempo.
A la altura del postre Edmund parecía mucho más calmado de como vino, lo cual me agradó al pensar que quizás ya se sintiese más cómodo. Era agradable estar en aquel ambiente tan hogareño junto a él, juntar las mejores partes de mi vida me hacía sentir muy feliz, sobre todo al comprobar que no parecían levarse mal.
Después de la cena tuvimos unos momentos para estar solos antes de tener que despedirnos, así que acabamos en el mismo lugar donde por desgracia Charles me pidió matrimonio. No me agradaba aquello, pero no podía desperdiciar un lugar tan hermoso así, lo mejor era crear nuevos y maravillosos recuerdos juntos a pesar de que esta vez la noche tenía varias nubes y la Luna prácticamente no se veía.
Daba igual, sólo por su presencia ya podía hacer una noche tormentosa que sería igual de bonito y agradable el recuerdo.
-Gracias por la invitación, tu familia es estupenda- comentó.
-El placer es mío, ha sido maravilloso tenerte aquí.
-La comida además estaba deliciosa, creo que nunca comí tan bien ¿Puedo preguntar por la cocinera?
-En realidad fueron cocineras, Lilith y mi madre.
-¿Tu madre cocina?- cuestionó extrañado.
-Por supuesto.
-Pensé que al tener a alguien en casa, se dedicaría a otras cosas.
-También hace otras cosas, la jardinería le encanta por ejemplo al igual que la cocina, pero no deja de hacer alguna tarea en casa si tiene oportunidad.
Como me miró extrañado, tuve que preguntar.
-¿Tan raro te parece?
-Es sólo que pensé que si había trabajadores en casa, la gente rica se dedicaría a otros menesteres.
-Bueno, es así en realidad, pero ya ves que rompemos el molde por aquí- dije sonriente.- Lilith trabaja aquí, pero es un miembro más de la familia.
Mis palabras debieron sorprenderle, mas formulé una pregunta que hacía tiempo me daba vueltas en la cabeza.
-Tengo una cuestión que hacerte porque me muero de la intriga.
-Adelante- me invitó.
-Me ha parecido muy curioso darme cuenta de que hay personas que se dedican al servicio que son analfabetas, tú por ejemplo no lo eres pero ¿eso es lo único que hace que habléis tan diferente?
-En parte sí y en parte no. Hay muchas personas analfabetas, claro, por ello se habla así de raro en principio, pero no es el único motivo ya que algunos hemos aprendido o enseñado a leer a otros además de expresarse. Lo que pasa es que unos siguen hablando así por costumbre, otros como una distinción y otros como forma de rebelión ante la nobleza, sería algo así como nuestro idioma particular.
Me pareció fascinante la idea de una derivación de nuestro idioma, aunque sonara muy mal a veces si considerabas que estaba mal dicho.
-También por contrapartida- continuó- hay quienes optan por no hablar mientras hacen su trabajo ya que a sus superiores les molesta o a veces hablan de la manera establecida para no crear molestias en el trabajo.
Recordé entonces cómo a Charles le había molestado la forma de expresarse de mi querida Lilith.
-¿Resolví tus dudas entonces?- quiso saber mientras me dirigía su mirada de roble.
-Sí, claro. Aun así hay algo más de lo que deseo hablar contigo- dije mientras intentaba elaborar un buen diálogo en mi cabeza y reprimía los nervios y mis miedos.
-Adelante- me invitó a comenzar, por lo que tragué saliva.
-Verás… Por supuesto hay un motivo especial por el cual te he invitado hoy. No sé si te percataste o si lo he dado a entender de alguna manera, pero me gusta tu forma de ser, de pensar, me gusta cómo eres mucho más allá de una mera amistad- me miraba atónito, sin creérselo, pero debía terminar con lo que iba a decir o podría ser que no hiciera acopio del suficiente valor nuevamente.- De hecho… si así lo deseas y si tú también lo sientes, me gustaría, más bien no sabes cuánto desearía mantener una relación más estrecha contigo, más… romántica…
-Espera ¿me estás preguntando lo que creo?- cuestionó aún sorprendido.
-Sí, si se trata de preguntarte acerca de si deseas ser mi pareja, eso es lo que estaba haciendo- contesté con firmeza y convicción.
-No me lo puedo creer…
Desvió su mirada, alejándome de aquel robledal tan maravilloso, su actitud me inquietaba y empezaba a inundarme el miedo al rechazo, a SU rechazo.
-¿He dicho algo que te haya molestado? Porque si es así lo lamento profundamente- me excusé.
-No, no es eso- respondió volviendo su mirada hacia mí nuevamente- es sólo que no me lo esperaba… es decir ¡maldición!
Parecía molesto y yo estaba cada vez más desconcertada.
-¿Qué ocurre? ¿Qué te pasa?- imploré su respuesta.
-Esto no tendría que ser así, Sheryll ¡maldición! ¿Es que no podías esperar un poco más?
Sus palabras me dejaron más perdida de lo que ya estaba, sin embargo él siguió con su queja.
-Mira reconozco que soy un inepto con estas cosas, también es que soy un novato redomado y tampoco es que haya leído ninguna historia de amor, pero hasta yo sé que es el chico quien se declara y quería preparar algo bonito ¡maldición!
Él se quejaba, pero en mi mundo interior el miedo se fue para dejar paso a la alegría y la ilusión. No me podía creer lo que acababa de oír, pero tenía que confirmarlo.
-¿Estás insinuando que…?
-¿Qué si quiero? ¡Claro que lo deseo, no sabes cuánto! Pero esperaba poder decírtel…
No le dejé tiempo para seguir, me sentía como una tonta porque no podía dejar de sonreír de oreja a oreja, así que me lancé a sus brazos que me recibieron en principio con sorpresa pero instantes después con agrado y deposité un cálido y tan esperado beso en sus labios.

Afuera comenzó a llover y la lluvia entonó para nosotros una hermosa melodía mientras el tiempo se detenía y no existía nada más allá de nosotros y el beso que de seguro ambos deseábamos que durase para toda la eternidad.



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