Cuando lega el cambio - 12
Llevábamos a saber cuánto tiempo entregados a los brazos del otro, con un
beso largo, calmado y tierno que hacía vibrar a mi corazón de felicidad y me dejaba
sin aliento, haciendo que lo buscara en él. Como si de pronto estuviésemos bajo
el agua y la única forma de respirar fuesen sus labios, aquellos que hacía
tiempo tenía ganas de probar, como si de una fruta desconocida se tratase.
Era la primera vez que me besaba con alguien, pero estaba segura de que no
existían unos labios más dulces que aquellos, alguien amargo no podía dar besos
así y Edmund era todo azúcar a mi parecer.
Me sentí flotar, no físicamente por supuesto ya que mis pies nunca
despegaron del suelo, no obstante yo me sentía en el mismísimo cielo,
sobrepasando las nubes, volando entre las estrellas de la noche ¿Era posible
que tanta felicidad cupiese en mí sin desbordarse?
Cuando nuestros labios se separaron, los míos lloraron su ausencia, suspiraron
por otro beso, así que concedí el deseo que me imploraban, inundándolos de
felicidad nuevamente y yo con ellos, mas la dicha no parecía ser nunca completa
ya que en algún momento había que separarse otra vez. Aun así les prometí en
silencio que regresarían con los suyos a cada oportunidad que tuviese.
Se formó un silencio mudo cuando nos distanciamos, apenas estábamos
separados, de hecho aún seguíamos en los brazos del otro, mas parecía un abismo
entonces. Aprovechamos los dos para mirar al otro con ilusión y ternura
mientras sonreíamos.
-No puedo creerme que esto esté pasando- dijo él sin borrar su expresión.
-Pues es real, aunque no te lo creas- le respondí.
Entonces me estrechó entre sus brazos con todas sus fuerzas, logrando que
flotara aún más de felicidad. De pronto una idea surcó mi mente y sentí que
debía compartirla junto con mi emoción por la misma.
-¡Ya lo tengo!- exclamé- quiero tener una librería.
Puso cara de desconcierto y no era para menos.
-Verás- empecé a explicarme- resulta que estuve hablando con mi padre sobre
el futuro y me dio la idea de montar mi propio negocio. No tenía muy claro de
qué, pero he reparado en mi amor por los libros, así que lo veo una gran idea.
Sonrió al oírme y volvió a envolverme con sus brazos.
-No sabes cuánto me alegra verte así de feliz.
-¿Cómo no podría estar feliz con todo lo que está pasando?
-¿Entonces es así como ves tu futuro?- quiso saber mientras se despegaba un
poco de mí.
-Sí, y la verdad me encanta. Sería fantástico poder vender tu libro allí, cuando
se publique por supuesto. Además he pensado que hasta podría hacer
recomendaciones de lectura, cada cierto tiempo podría hacer una lista sobre lo
más recomendados.
-Suena estupendo- dijo mostrando su hermosa sonrisa, haciéndome estremecer
de lo arrebatadora que me resultaba.- Por cierto, quería hablarte acerca del
libro, es más que probable que lo acabe en un rato, estoy ya en el último capítulo
¿Te gustaría leerlo?
-Por supuesto, entonces podrás ponerle la firma y todo listo para llevarlo
a un editor ¡Oh amor, soy tan feliz! Me siento tan contenta por ti, por mí, por
nosotros, no te imaginas…
-Si es tan siquiera un poco de cómo me siento yo, ya es mucho.
Sonreí y nos besamos nuevamente, no me cansaba de aquello, viviría besando
sus labios toda mi vida, abrazada a él por el resto de mis días, susurrando su
nombre en mi corazón por siempre.
Por desgracia el momento de la despedida llegó y aunque era cierto que
volveríamos a vernos mañana, también era cierto que lo iba a extrañar, mas ¿cómo
iba a lograr dormir aquella hermosa noche? Estallaba de felicidad, era capaz de
salir corriendo bajo la lluvia y no tan sólo por el afán de mojarme. Bailaría y
cantaría con todas mis fuerzas aquella noche para celebrar que mi corazón latía
de felicidad y amor por alguien, por sentirme flotar así, por sentirme más viva
que nunca. La Luna parecía no asomarse aquella noche tan nublada y lluviosa, no
obstante yo me sentía danzar a su lado y jugar con las estrellas.
-Voy a echarte muchísimo de menos- me dijo él en el umbral de la puerta.
-Y yo a ti- le respondí en un suspiro.
-He pasado una velada muy agradable, me encanta tu familia.
-Me alegra que así sea- contesté feliz.
-Una cosa…- dijo titubeando antes de marcharse- cuida a tu madre, por favor
convéncela de que vaya al médico, esa tos no es buena.
-Lo sé, pero es muy cabezota, cuando se empeña…
-Da igual, si es lo que creo es una enfermedad muy peligrosa.
-¿De qué hablas?- pregunté entre sorprendida y preocupada.
-Mi padre tuvo una enfermedad grave- dijo con tristeza- tenía una tos muy
fea y bueno, nosotros no es que pudiéramos pagar un doctor, así que al final…
Estaba tan cabizbajo que no necesité que terminara la frase.
-Pero vuestra familia seguro que tendrá más suerte, aun así lo mejor sería
que llamarais al doctor lo antes posible.
-Descuida, la convenceré y si no, le llamo y listo- dije para
tranquilizarnos.- Gracias por el aviso.
-Te veo mañana, amor- se despidió recobrando aquella dulce sonrisa.
Amor… me había llamado “amor”… no quedaba cielo por donde pudiese flotar ya…
Nos besamos a modo de cálida despedida y de una vez cerré la puerta, reservé
mis ganas de festejo para otro momento, primero venía resolver cierto problema,
así que fui a la habitación de mis padres y llamé con delicadeza a la puerta.
-Pasa- dijo mi padre al otro lado.
Cuando entré los vi a él tumbado leyendo y a mi madre quitándose el
maquillaje en su tocador.
-¿Se fue ya Edmund, querida?
-Sí, madre, gracias por ser tan atentos con él.
-No es para menos, cariño, es un chico encantador y te sientes feliz con él.
Precisamente me tranquiliza que no sea como Charles- respondió ella con dulzura.-
¿Se lo ha pasado bien?
-Oh, sí, pero no es por lo que he venido.
Entonces mi padre levantó la cabeza del libro que estaba leyendo y se
mantuvo a la expectativa.
-Veréis- comencé a explicarme- sé que no le estás dando importancia, pero
padre y yo estamos inquietos por tu estado de salud, madre y hasta Edmund me ha
advertido de ello, creo que todos nos sentiríamos más tranquilos si te viese el
doctor.
Mi madre suspiró y fue a replicarme, no obstante mi padre se le adelantó.
-Tiene razón, querida.
-Os digo que estoy bien, no hay que malgastar dinero ni molestar al doctor
por una tos de nada.
-Bueno, sí es algo más lo sabremos y si no, pues le invitamos a una tarta y
le pagamos por las molestias- propuso mi padre.
Mi madre no estaba del todo convencida, por lo que insistí algo más.
-Consúltalo al menos con la almohada, por favor- le imploré.
Resopló nuevamente, pero masculló entre dientes con desgana.
-Lo pensaré.
Complacida y más tranquila, me despedí de ellos y me retiré a mi habitación
a descansar, si es que el ajetreo y las emociones del día me lo iban a
permitir.
Antes de irme a la cama, miré al cielo desde la ventana, suspirando de amor
y deseo por verle otra vez.

This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Comentarios
Publicar un comentario