*Lo que diga mi señor* Mi señor llevaba un tiempo buscando aquello que llamó <<Necronomicón>>, una especie de grimorio antiguo que le daría un poder inconmensurable. Como todo gran señor, disponía de todos los efectivos que podía para lograr sus objetivos, que en este caso era hacerse con el poder de la ciudad, arrasando todo a su paso como cualquier tirano, o hasta cualquier autoproclamado héroe. Yo ya había seguido a otros, así que me conocía la historia, solo que nunca había sido de esa manera, siempre había tenido cierto poder de decisión, o lo habría tenido de haber cuestionado las órdenes, como era en este caso. En los asedios siempre sufren los mismos, el pueblo llano, cuando el ejército entra a arrasar todo a su paso, desmembrando, ensartando y en general arrebatando vidas inocentes a su paso. Como soldado lo he visto multitud de veces, pero yo siempre lucho por los míos, nunca contra ellos y menos sin tener control sobre mi cuerpo. Aquel nigromante había aprovech
*La dama* Vi al cuervo y sabía que se avecinaba la muerte, así que me fui a un recodo del bosque a meditar, a entrar en conexión con la naturaleza y tratar de hablar con la dama cuervo. Tuve la suerte de que se apareció ante mí, era un ser muy venerado en mi cultura. Normalmente enviaba uno de sus hijos cuervos para avisar de alguna muerte, pero era una noticia exigua, pues no había más información, por eso debía localizarla en otro plano, para saber algo más. Era una mujer muy pálida, de piel más bien cenicienta, ojos completamente blancos, ataviada con un negro y vaporoso vestido que parecía deshacerse antes de tocar el suelo. Formulé mi pregunta y ella sopló una pluma hacia mí. Cuando la seguí con la mirada, pude ver una invasión, más bien una masacre de mi pueblo, mi gente y familia. Le imploré sabiduría a la dama para evitar aquella tragedia, fue entonces cuando me mostró con otra pluma una imagen de mí misma realizando un ritual. Asentí, ya sabía lo que debía de hacer, ella me
Finalmente decidimos ultimar la era del tirano en la próxima Luna azul con la intención de tener todas las miradas, el dramatismo de un sacrificio humano con el peso que le daría el saber la verdad y así también evitar una muerte, voluntaria o no. Tomé la decisión por mi cuenta de ofrecerme para la ocasión, en el último momento y sin alegar explicaciones que pudiesen hacer temblar nuestro plan. En lo que concernió al tiempo que restaba hasta entonces, hicimos vida normal con alguna que otra reunión furtiva para poder organizarnos sin levantar sospecha alguna. Tuve que soportar las arcadas en las misas de cada día, el asco que me producía el cinismo y la presencia de aquel hombre y sonreír como si nada ocurriese. Las horas que pasaba en la fábrica mi cuerpo las dedicaba a realizar movimientos autómatas, mas mi mente pensaba una y otra vez en la ceremonia, mis instrucciones y cómo llevar a cabo todo punto por punto. También me aseguré, a pesar de las quejas, de que no se supiese qui
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