Cuando lega el cambio - 12
Llevábamos a saber cuánto tiempo entregados a los brazos del otro, con un beso largo, calmado y tierno que hacía vibrar a mi corazón de felicidad y me dejaba sin aliento, haciendo que lo buscara en él. Como si de pronto estuviésemos bajo el agua y la única forma de respirar fuesen sus labios, aquellos que hacía tiempo tenía ganas de probar, como si de una fruta desconocida se tratase. Era la primera vez que me besaba con alguien, pero estaba segura de que no existían unos labios más dulces que aquellos, alguien amargo no podía dar besos así y Edmund era todo azúcar a mi parecer. Me sentí flotar, no físicamente por supuesto ya que mis pies nunca despegaron del suelo, no obstante yo me sentía en el mismísimo cielo, sobrepasando las nubes, volando entre las estrellas de la noche ¿Era posible que tanta felicidad cupiese en mí sin desbordarse? Cuando nuestros labios se separaron, los míos lloraron su ausencia, suspiraron por otro beso, así que concedí el deseo que me imploraban, inun...