Silencio, mi cuento empieza - Balada triste del criminal

Cuan seguro se siente el criminal sin castigo, intocable como un rey en su trono, sabedor de que las leyes humanas lo amparan bajo un defecto de forma.
Cuan tranquilo se siente aquel que mintió, engañó y manipuló, aquel que cometió atrocidades indecibles contra otros en la paz que debe dar la falta de empatía, el egoísmo y el nunca sentirse culpable.
Cuan poderosos deben sentirse esos monstruos que someten a otros a su voluntad, sin tener en cuenta sus sentimientos, pisando cabezas ajenas que nada les importan.
Cómo de rotos, podridos y vacíos deben estar aquellos que viven por y para ellos, que destrozan todo lo que tocan, desprovistos de toda bondad o humanidad en ellos.
Qué existencia más miserable la de aquellos que obran con maldad, por puro divertimento incluso, calculando cada movimiento para no ser descubiertos y juzgados, construyéndose además una buena reputación mientras acechan a su próxima víctima entre las sombras.
Pobres, tristes almas que vagan en busca de saciar su sed de sangre con otro crimen atroz, tan sólo pensando en hasta dónde pueden llegar sin ser descubiertos, sintiéndose libres fuera de una cárcel de barrotes pero ignorando que están presos en la suya particular.

Lástima de aquellos que ignoran que las leyes humanas no son las únicas que pueden juzgarlos, que desconocen que la naturaleza se mantiene en equilibrio y que el cazador acaba siendo cazado.





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