Silencio, mi cuento empieza - El autobús

Caía sobre mí una noche fría y oscura con una densa niebla, tanto que apenas se podía ver a dos palmos de distancia. Estaba bajo la seguridad lumínica de la única farola encendida por el lugar, lo que por otra parte se sentía inquietante y comenzaba a temer por mi integridad física en aquel lugar tan oscuro y apartado.
De pronto, unas luces salvadoras se abrieron paso entre la oscuridad vaporosa junto con el resto de una estructura metálica, rompiendo con mis pensamientos paranoides y a modo de respiro tranquilo.Me subí tan aprisa que pagué sin siquiera mirar al conductor o a nadie, aunque apenas se distinguían figuras a los lados de las ventanillas de aquel vehículo, era como si la niebla hubiese penetrado hasta allí y prácticamente ninguna o apenas alguna luz funcionase, lo cual me pareció sumamente extraño, mas solo lo pensé una vez ya me había sentado en el único lugar disponible, justo al fondo.Aquel medio de transporte arrancó nuevamente y pude percibir el ronroneo del motor no muy lejos, junto con las vibraciones y sonidos preocupantes de la estructura metálica que nos llevaba a todos.Pero... ¿a dónde nos dirigíamos? Más bien... ¿A dónde me dirigía yo? ¿Por qué estaba esperando aquel autobús? ¿En qué momento llegué a la parada? O también ¿De dónde venía? ¿Qué estaba haciendo antes? Por algún extraño motivo que escapaba a mi comprensión no podía recordar nada salvo la imperiosa necesidad de subirme a aquel autobús misterioso en mitad de la nada.Empecé a angustiarme, pero intenté pensar y tomar una decisión con lógica, miré a ambos lados en busca de alguien a quien preguntar por nuestro destino, pero aquellas siluetas oscuras ni se giraban a escucharme ¿Por qué no se giraban? ¿Acaso no podían oírme? Miré hacia la zona de las ventanillas y encontré un interruptor de parada, lo pulse creyendo que la mejor opción que tenía era bajarme en la siguiente parada y volver sobre mis pasos, fueran cuales fuesen.Una ensordecedora campanilla sonó, rompiendo el silencio sepulcral que reinaba en aquel recinto con ruedas, haciendo que de pronto todas las cabezas se giraran en mi dirección, absolutamente todas, para que pudiese ver con horror semblantes inexpresivos, vacíos, lisos, sin ojos, boca o nariz siquiera.Aquello era aterrador, salí corriendo hacia la parte delantera a implorar al conductor que parase mientras aquellas sombrías cabezas me seguían según corría por el pasillo.Cuando por fin llegué al cubículo del conductor y llame frenética y desesperadamente al cristal que nos separaba, comprobé con pavor cómo su figura metálica y oxidada, como de un artilugio ya desgastado por el tiempo y los elementos, giraba su cabeza por completo de una forma humanamente imposible y me devolvía una sonrisa brillante y sumamente exagerada mientras me preguntaba con total naturalidad si ocurría algo.Le supliqué prácticamente que parásemos pero él me respondió que aquel autobús tenía un único destino y no podía pararse. Cuando en mi desesperación arremetí contra la puerta, dispuesta a salir en marcha de aquella pesadilla, unos cuantos de los "pasajeros" más cercanos se abalanzaron sobre mí y me sujetaron con fuerza hercúlea.Entonces lo vi claro según el suelo más lejano a donde estábamos comenzó a aparecer con más y profundas grietas y emergía de ellas un vapor caliente que se percibía hasta dentro del vehículo, todo con la risa mecánica de aquel atípico conductor de fondo.Yo no iba a salir con vida de allí, porque ya la había abandonado antes de subir. 






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